miércoles, 28 de mayo de 2008

Lavender Diamond: Soñar el amor, imaginar la paz


Tras la caída del bloque socialista, los países de la Europa del Este vivieron una transformación radical, que en algunos casos implicó conflictos armados y guerras civiles. Los checoslovacos tomaron sus previsiones y buscaron evitar la violencia por varios medios. A tal iniciativa, impulsada por Vaclav Havel, a la postre primer ministro, se le nombró “la revolución de terciopelo”, pues intentó cambiar las cosas sin que una sola bala fuera disparada.

Ese mismo espíritu se halla en Lavender Diamond, una banda organizada por Becky Stark, una vocalista de voz y personalidad deslumbrante y prístina. Su intento por cambiar el estado de las cosas a través de la música es, más que nada, una cruzada amorosa, que es revolucionaria por sus ideales y aterciopelada por sus suaves maneras.

Es una mujer positiva que tiene muy clara la filosofía colectiva de su agrupación: “Creemos, definitivamente, que las palabras y las ideas tienen el hermoso poder de trasladar amor a la gente de todo el mundo. También la energía de la canción es un camino importante para compartir ideas y coger fuerzas. Lavender Diamond consiste en creer en la fuerza práctica del amor”.

No deja de sorprender que las estructuras con las que arma las canciones sean elementales y que recurra a la repetición de frases como un recurso básico, como si fueran mantras dulces y comunes. Sus melodías parecen ser de caramelo, pero de uno tan fino que no empalaga; lo que en buena medida se debe a la experiencia de los otros miembros: Jeff Rosenberg, que estaba en Young People; el también ilustrador Ron Regé, quien con Swirlies hacía shoegaze y Steve Gregoropoulos, procedente W.A.C.O. y que no oculta su interés por la música clásica. Primero trabajó con cada uno de ellos por separado, hasta que los convención de conocerse y tocar un poco. Durante el primer ensayo se dio la magia necesaria para conformar algo definitivo.

Por su parte, Becky no era ninguna primeriza o improvisada. Criada en Maryland, cada domingo, después de ir a la iglesia, su madre le ponía discos de Linda Ronstadt, Bob Dylan, Blondie, The Beatles y Patsy Cline. A finales de los ochenta, se involucró en la escena punk de Washington DC, donde su amigo Gabe Andruzzi (hoy en The Rapture) la inició en Fugazi, empapándose del sentido político y comunitario de la música.

Después pasó por Nueva York, donde viviría dos capítulos fundamentales. El primero de ellos tuvo como escenario la comuna Fort Thunder en Rhode Island, donde colaboró con artistas afines y escribió operetas y pequeñas obras, donde Lavender Diamond ya aparecía como un pájaro emisario que brindaba alegría y paz a la humanidad.

Posteriormente, ingresaría al Merce Cunningham Conservatory, donde John Cage era el director musical. Becky descubrió que su futuro no estaba en la danza: “Me di cuenta de que debía ser cantante, que debía seguir el camino de mis habilidades. Pero a pesar de ello, cuando estoy cantando mi energía está flotando y por ello estoy siempre bailando”.

Lo que siguió fue una mudanza definitiva a Los Ángeles, ciudad en la que detectó una grave crisis de contenidos en la radio, que la acercó a la música que se produce en su vencindario, donde –según apunta- abundan cosas interesantes.

En 2003, grabó y autoeditó su primer álbum en solitario, Artifacts of the Winged y antes compartió sencillos con Elvis Perkins, Devendra Banhart y Animal Collective. Dos años más tarde, vendría el primer paso del Diamante Lavanda, el ep The Cavalry Of Light, hasta la llegada de Imagine Our Love, considerado uno de los debuts discográficos del año. En este primer Lp caben elementos de folk, pop y country, puestos en arreglos que incluyen cuerdas y piano.

Son doce pequeñas y hermosas sinfonías de bolsillo, que son sencillas y adorables. Páginas musicales extraídas del diario de alguien que sufre no sólo por amor, sino al ver lo maltrecho del mundo que la rodea: “Para mí, cualquier relación es romántica. Un corazón roto es un sentimiento de separación. Siento mi corazón roto por un amante pero también siento que mi corazón se rompe por la guerra. Mi corazón se rompe cuando son destruidos océanos y bosques. Mi corazón se rompe cuando el mundo va por caminos de destrucción basados en el miedo y la explotación. Creo que es natural sentir que se te rompe el corazón, no sólo de forma romántica sino también por la injusticia presente en el mundo”.

Así, aparecen temas que se filtran por cada poro de la piel, como el sencillo que abre el álbum. “Oh No”, en la que la sustancia es preguntarse reiteradamente: “When will I love again?”. Pero el principal himno del karma positivo (y la canción más lograda) es “Open Your Heart”, pop luminoso que pide candorosamente apartar el llanto.

Lavender Diamond guarda relación con esa nutrida escena que ha vuelto al folk, que valoran el legado de grupos como Cowboy junkies y aprecian lo hecho por Bonnie Prince Billy, Clem Snide, Micah P. Hinson o Faun Fables, pero al hablar de influencias la cosa se dispara: “Me encanta Jenny Lewis, Juice Newton y Linda Rondstadt. También Ella Fitzgerald. Hace tiempo tuve un sueño de que ella se me aparecía como un fantasma a través de la ventana. Esa noche ella murió. El grupo está también influenciado por la música clásica, el jazz, la música disco, el hip-hop, la música experimental, la motown. ¡Nos gusta mucha música! También, y probablemente la más importante, es la música contemporánea de mi comunidad”.

Precisamente de esas relaciones con los buenos vecinos, surge su vínculo con la directora de cine Miranda July (Tu, yo y todo lo demás), con quien está desarrollando un show de variedades que incluye tanto video como una puesta en escena. Un proyecto más que nace en “la ciudad con alas”: “La escena en California es muy extraña porque la gente escucha a los otros con los corazones realmente abiertos. Aquí hay una idea de qué en esta ciudad es posible lo que es imposible en otros lugares. L.A. es un lugar extraño. En cierta forma es horrible y apocalíptico -como si fuera la cresta de la ola del Apocalipsis- además está metida en la devastación que sufren tantas ciudades. Pero otra vez, es lo que la hace bella, pero el paisaje físico es insano y rompedor de corazones y magnífico. Los Ángeles posee el tamaño de Bélgica, es un país. Y el sistema de transporte público es como para hacerte llorar. Pero los océanos, las montañas, el clima templado... eso es como el paraíso. Los Ángeles es una paradoja”.

Imagine Our Love (Rough Trade/ Sinnamon Records, 07), con todo y su economía de lenguaje, es una colección de canciones de afanes preciosistas, como en “Dance Until It’s Tomorrow’, donde Stark luce su voz alcanzado a plenitud los tonos tan altos. Cuando Becky imaginó lo que debía ser Lavender Diamond soñó acerca del amor, la curación y la clase de energía que debía generarse en el planeta para buscar la paz. Al menos con las canciones de su primera grabación han conseguido contagiar sus anhelos.




La leyenda del Diamante Lavanda

Hubo un tiempo en que existían cuevas de cristal inexploradas, que emitían sonidos muy bellos. Un hombre los escuchó y entró en una de ellas. Allí oyó el sonido original del amor, lo más bello que jamás había escuchado.

La cueva estaba cubierta de rocas brillantes que le fascinaron. El hombre arrancó uno de los cristales; este era el Diamante Lavanda, que al faltar en la pared, sólo producía un horrible sonido roto. El tipo salió huyendo con la gema en el bolsillo.

Mucho tiempo después, el diamante apareció en el anillo de una dama medieval, que al salir al balcón llamaba la atención de una urraca. Un día el pájaro quiso robar la joya y en el forcejo ambos cayeron, encontrando la muerte. El diamante quedó dentro de la urraca, que fue enterrada a los pies de un roble y absorbió las propiedades de la piedra mágica, para después cederlas a una ave nacida en sus ramas.

El renacido pájaro, llamado Lavender Diamond, cantaba el día entero y cayó fascinado por La Reina de los interiores, una maga que encantaba todos sus muebles para que estos bailaran todo el día. Ambas vivieron juntas el resto de sus días.

Becky Stark asegura que existe una parte final de la historia que ya no recuerda, pero que forma parte de la ópera Ecos en las cuevas de diamante, que ella escribió y representó en un pasado del que guarda escasa memoria.

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