sábado, 19 de marzo de 2011

¡Que se mueran los hipsters!


Los desplantes provocados por la coyuntura mediática, la moda y el raquítico derivado de la vanguardia a lo que ahora llamamos “tendencia”, ciertamente provocan algo de repeluz, nauseas o comezón ideológica. También es innegable que a los sociólogos de última generación les encanta seguir subdividiendo al colectivo social en tribus urbanas cada vez más específicas.
Allá ellos, pero cuando esos cazadores de modas pasajeras llegan a afirmar que ahora en nuestra escena padecemos de males endémicos de otras regiones del mundo ponen sobre la mesa un debate al menos fastidioso y molesto. Mucho se lo deberían pensar al recordar que bastaron unas cuantas notas a tope de rating para que algunos emos resultaran tundidos por ciertos intolerantes. ¿Ahora resulta que en la escena músico-cultural mexicana estamos rodeados de hipsters? ¿Será un asunto estrictamente chilango o habrá hispsters mayas, chuntaros, tuzos o charros?
Lo que debemos acotar con firmeza es que tal estereotipo debía de seguir circunscrito a Nueva York y su área metropolitana. Allá inventaron el término, en tal sitio les sirve y su contexto cultural lo explica y sostiene. ¿Quién les recomendó que copiaran tal concepto y lo asentaran en tierra azteca?
Y es que en estas cuestiones socio-culturales nunca parece existir a quien echarle la culpa, pero en esta ocasión ocurre que al menos en Norteamérica el que esta palabra regresara a la jerga juvenil se lo debemos al menos a dos hombres con influencia comercial y de medios.
Uno de ellos es el responsable de las tiendas American Apparel: Dov Charney, instigador de una marca que pretende explotar un estilo de vida bohemio, “alivianado”, intelectual pero con poder adquisitivo, y el otro es Gavin McInnes, fundador de la revista Vice, acaso la publicación que inventó todo esto y que enarbola los mismos adjetivos entorno a la idea de: ser avant garde pero con billete, aquí no caben los hippies… por pobres.
A estos creativos les debemos el retorno de un término acuñado en 1957, por Norman Mailer en su ensayo The white negro. En aquel entonces aquellos urbanitas blancos se esmeraban en apropiarse de la cultura afroamericana y desplazarse del dominio de los WASP (blancos, anglosajones y protestantes). En tal contexto apareció la beat generation, a los que no les cuadró el calificativo. Algún crítico atento les colgó la etiqueta estirando alguna frase suelta de una entrevista.
Unos años después el sueño revolucionario terminó y casi nadie tuvo presentes a los hipsters, aunque siempre los hubo. Allá les cuelgan el milagrito a los que están atentos a todo lo último y lo hacen suyo, cuando acá resulta que se aplica para sustituir al calificativo de poser, de alguien que es un posado, un impostor, un mero copista de las modas, del hype. Y claro que hay muchísimos pero ¿qué necesidad había de decirles hipsters?

Entre la banda de por estos lares ya les colgaban el epíteto de wannabes, mientras que en España les llaman simplemente: modernos. Y es que en todos lados nadie quiere que se le llame de tal manera, ninguno se quiere subir al barco. Es un movimiento sin militantes. Nadie acepta abierta y orgullosamente ser un hipster.
El caso es que en pos de caracterizar a uno de ellos habrá que señalar que en su mayoría son gente urbana que crítica a las sociedades contemporáneas (aunque se alimenta de ellas), que son coolhunters (cazadores de tendencias), que buscan tomar lo más excéntrico de la moda (comida vegetariana, ecologismo, filosofías orientales). Habrá que precisar que no son precisamente jóvenes sino más bien se niegan a envejecer conservándose siempre en lo in.
En el caso de Norteamérica se trata de un fenómeno que no es nuevo y al que se viene rastreando desde antes del cambio de siglo. Incluso Mark Greif, editor de la revista n+1, ha contribuido a generar análisis más serios a través del libro What was the hipster? Valga subrayar que se trata de una óptica que aborda el tema desde una perspectiva de pasado.
Este periodista concentra en Nueva York el génesis de tal fenómeno: "Mi abuela vivía en el Lower East Side cuando en 1999 empezaron a venir los hipsters; se alegró. Con ellos venía más policía y calles limpias. Para ella eran monos. Jamás pensó eso de los punks. No le gustaba ni la palabra".
Se entiende entonces que no se trata de una variante de la contracultura sino de una derivación del marketing alternativo. Para el ensayista Eloy Fernández Porta, autor de Homo Sampler, no es complejo entender la situación, dado que: "Los modernos han sido las tropas de choque de la gentrificación, son los hijos del neoliberalismo, de la victoria definitiva de la sociedad de consumo. Están fuera del sistema esperando poder entrar. En su comunidad hay más coolhunters o diseñadores que músicos y poetas".
Ser hipster –aunque muchos lo nieguen- es sinónimo de oportunismoy hoy día parece que nadie los acepta. Existen blogs como Look at this f*cking hipster o camisetas con la frase: "Odio a los modernos”. Para Fernández Porta no son un grupo escaso: “No son como los punkis, hippies o incluso emos que al lustro de su nacimiento pasaron a ser secundarios en el mapa sociológico. Los hipsters son casi una casta”.
En tierra del Tío Sam juran contar con su escritor neo-hipster: Dave Eggers. Y en un tirón han colocado en la palestra a la tendencia pastoral de bandas como Fleet Foxes. En lo que respecta a México la cosa sería juzgar que en realidad el país se concentra en las expresiones del mal gusto. Basta con checar la música que impera, el tipo de estética que las televisoras imponen, la incultura masiva, es decir, el imperio absoluto de lo naco; entonces deberemos de preguntarnos: ¿preferimos que todo se quede como está o es opción elegir una nación de hipsters?
Cómo sea, ahora los hipsters están aquí –llenando bares y conciertos-, ¿deberemos de cuidarnos de ellos más que de el dengue, la malaria o cualquier otro virus mutante? No parecen existir señales que la versión nacional de estos posados se encuentre en vías de extinción sino todo lo contrario; ¿será momento de desear que se mueran los hipsters?