miércoles, 11 de junio de 2008

Grande –Marlaska: “canciones de amor que parecen políticas, canciones políticas que parecen de amor”


La corrección política y la defensa de las grandes causas tienen detrás, en muchas ocasiones, una trama de hipocresía. Las empresas que se dicen socialmente responsables explotan a menores; los expendios globales de café compran a campesinos tercermundistas el producto a un precio irrisorio y así sucesivamente. Un viejo adagio recomienda desconfiar de cualquier político. Nunca tan vigente.

Resulta que el juez español Baltasar Garzón, ese “pro-hombre” que caza a lo largo y ancho de la geografía mundial delitos de lesa humanidad, decidió por medio de su equipo de abogados amedrentar a una banda compatriota por el simple hecho de que decidieron utilizar su apellido para nombrar a su proyecto.

Con un curioso y desparpajado manifiesto que leyeron durante un festival veraniego del 2006 (el Benicassim) el trío madrileño exponía su postura: “El objetivo del nombre era homenajear al juez más grande de España. Sin embargo, el tiempo, ese juez supremo que da y quita razones, ha dictado sentencia por nosotros. Todo lo que sube, baja. Hay que mirar hacia el futuro. Por tanto, desde hoy viernes 21 de julio, el grupo Garzón pasa a llamarse Grande-Marlaska”.

Quizá a los mexicanos este cambio de nombre tan sólo nos haga ver que nada es lo que parece y que el tal promotor de los derechos humanos es un mamón intolerante, pero no se queda allí. Se trata de otra decisión valiente y arriesgada, que también subraya un caso excepcional en que inteligencia, sentido del humor y arrojo confluyen en un grupo hispanoamericano, cuya escena es mucho más tendiente a una pretenciosa solemnidad, por una parte, y a pasmosos casos de frivolidad estúpida, por otra.

Malela Durán (bajo y voz), miembro de la banda femenina Nosötrash y también en Le Mot, Roberto Herreros (guitarra y voz), del colectivo Ladinamo, y Pepo Márquez (batería), integrante de The Secret Society, partieron de la idea de elaborar un pop rock que no resultara hueco y banal, sino que de una forma natural y desparpajada se tocaran tópicos importantes. La cosa era no ser pretenciosos o abanderados de ninguna especie de indie.

Inspirados en gente como los Smiths, Belle and Sebastián y Pulp, pero sobre todo McCarthy, unos ingleses que usaron el apellido de aquel senador norteamericano persecutor de supuestos comunistas para bautizar a su agrupación de pop combativo, se pusieron a componer canciones de naturaleza acústica que no tuviesen contemplaciones por decir las cosas tal cual son.

Lo más curioso de los temas que conforman su debut discográfico El momento de Hacer (Tres pies, 07) es que tienen un perfil ambivalente. Pueden ser tomadas por historias que hablan de relaciones íntimas pero también como discursos musicales sobre asuntos que atañen a la colectividad. La mejor descripción proviene de un colega suyo, Rafael Tapounet de Los Carradine, quien acertadamente dijo: “hacen canciones de amor que parecen políticas y canciones políticas que parecen de amor”.


En lo suyo, lo público y lo privado diluyen límites. Su nuevo nombre alude a otro juez vuelto figura mediática: Fernando Grande-Marlaska. Nacido en el 62, alguna vez trabajó de sustituto de Garzón, saltando a los medios cuando tomó las causas contra Euskadi Ta Askatasuna y logró paralizar las manifestaciones.


Este miembro de la Audiencia Nacional buscó impulsar su carrera cuando durante una entrevista para el periódico El país reveló su homosexualidad (posteriormente se casó con su novio). El objetivo era posicionarse como una persona progresista, pero le han respondido con severos editoriales, en los que se plantea sí por ser gay se es también progresista; sobre todo cuando en julio del año pasado buscó enjuiciar a un grupo de artistas gráficos por injurias en contra del Rey (sic). Además, desestimó los reclamos de los viajeros estafados por Air Madrid y eximió de toda culpa al Ministerio de Defensa en el sonado accidente del avión Yak-42, que costó la vida a 62 soldados en el 2003 (le echó la culpa a la tripulación).


Un tipejo deleznable en sumo grado, al que los chicos madrileños tampoco han tenido miedo de enfrentar. Su postura se resume en: “ya sabemos en que fallan los demás, ¿y tú qué haces?” (“Caza menor”). Sus mensajes son directos y breves (apenas y la canciones duran algo más de dos minutos en promedio) e incitan a una acción cotidiana, evitando a toda costa caer en lo panfletario.


Su espontánea revuelta acompañó a un ascenso muy rápido. Con dos meses de existencia, sin haber tocado nunca y apenas cuatro o cinco canciones escritas, el Madrid callejero y bohemio no dejaba de nombrarles. Ellos han contribuido a un resurgimiento musical de la ciudad, que ahora cuenta también con Humbert Humbert, Tachenko, Jonston, e Incrucificables haciendo ruido y tocando por doquier.


Musicalmente son herederos de Violent Femmes, Beat Happening y The Feelies; han tratado de homenajear tales influencias poniendo imaginación a las composiciones para que no fueran el mismo sencillo repetido 12 veces. Pueden recurrir a coros bullangueros (“A partir de ahora”) o sonar muy acústicos y sesenteros (“La quinta”).


Grande – Marlaska dan testimonio de cuan dúctil puede ser el pop. Canciones burbujeantes como “El momento de hacer”, “Bloqueo” o “Juegos Olímpicos” ha generado muy interesantes comentarios de la prensa especializada. Por ejemplo, César Estabiel acotaba: “por muy pop que sea, no tiene por qué ser un lenguaje que excluya aspectos tan cotidianos y necesarios como la política o los conflictos menos amables. Grande - Marlaska no es un grupo político, no hace de ello su bandera, pero, desde luego, ni esconde ni se avergüenza de su conciencia. Su fórmula no es nueva, pero sí necesaria y hasta extraordinaria en el actual panorama de la música juvenil, tan reaccionaria y rancia ella”. Habiendo debutado a las cincos semanas de haberse formado, y aun considerando que poseían gran experiencia, su historia está llena de gozosa combatividad y buena fortuna. Una banda que reivindica que una parte fundamental en el asunto del arte es tener algo que decir, la forma de hacerlo es lo de menos.