Una bailarina de tap, un ratón y mucho optimismo invaden al universo indie.
Sabino Mendez, ex – guitarrista de Loquillo y los trogloditas, se encontró la sabiduría tras de atravesar los inframundos más obscuros –esos que aparecen en la punta de una jeringa-; así que sabe lo que habla. Vuelto hoy día periodista, en un texto titulado Tiffany´s musical nos hace ver que: “El mundo del arte es un mundo de observación. Cualquier representación que salga de él con vitalidad para atravesar los años no procede de otra cosa que del gusto por la vida. Cualquier arte nace en el momento en que vivir resulta incluso insuficiente para disfrutar la vida”.
¡Cuanta razón le asiste! Basta con dejarse llevar con la música de Tilly and the Wall para confirmarlo. Estos oriundos de Omaha, Nebraska, dilapidan un torrente vitalista en cada canción. Que importa si es pop, indie o rock cuando sus canciones, se vuelven tan elusivas como un pez al que tratamos de atrapar con las manos. Al momento de abordar de que va lo suyo nos son útiles dos palabras: desparpajo e imaginación.
Hay que tomar la creación a la ligera para que no les importe si los consideran neo-hippies o los sobrinos de The Mama´s and the Papa´s. Nada impide que este quinteto haga la música que les da la gana, ni siquiera lo hizo la falta de un baterista como tal. A la falta de un miembro había que ponerle imaginación –como a todo en la vida-; ahí estaba su buena amiga Jamie Pressnall, quien militaba en diversos grupos de baile para hacer las veces de un músico convencional auxiliada por el taconeo de sus zapatos.
Del resto se ocupan Kianna (voz), Nick (teclados), Neely (voz) y Derek (guitarra/voz), -el bajeo es compartido-, como lo han venido haciendo desde su debut en 2004 con Wild Like Children, arropados por otro músico nativo de Omaha en pleno ascenso de popularidad; nada menos que Connor Oberst, conocido mayormente como Bright Eyes, quien lo editó en su sello Team love, como también ocurrió con Bottoms of Barrels (05) y su más reciente producción, sintéticamente titulada O.
Tal parece que ese encanto naif que une a los miembros de la banda no se extingue. La chispa de lo esencial se preserva con los años a partir de que su nombre se debe a un libro para niños escrito por Leo Lionni bautizado como Tillie y el Muro; e incluye la anécdota acerca de la forma en que se conocieron, que no raya en lo fantástico ni mucho menos: cuando dos de sus elementos estaban recién llegados a Omaha no tenían televisión, por lo que un amigo los llevó a casa del resto para reunirse a ver Dawson Creek. Primero fue explicito su gusto por la serie y luego emanó su pasión por la música.
En su imaginario musical cabe de todo: cantidad ingente de pop sesentero, preferencia por las armonías vocales entre chico y chica, algunas evocaciones de americana y folk y mucho zapateo de Jamie. En su tercera producción amplían las temáticas de sus canciones, por lo que además de historias colegiales también abordan la astrología, el sexo la naturaleza y la magia.
“Pot Kettle Black” es el primer sencillo de un álbum que también ha sido fichado por el sello inglés Moshi Moshi para su difusión europea. El interés se potenció al encontrarles semejanzas con el sonido de Of Montreal y Architecture in Helsinki, por lo que han decidido mostrar en el viejo continente los haceres de estos freaks procedentes de la Norteamérica profunda, que ya habían picado piedra haciendo una gira junto a Cansei de Ser Sexy.
Gran parte del encanto de Tilly and the Wall radica en que la formación como profesores de dos de sus miembros les ha hecho conservar ese espíritu infantil: “La gente dice que para crecer has de olvidar tu niño interior; ser mayor significa comportarte con seriedad, buscar trabajo... Pero no creo que nadie esté obligado a hacer nada de eso. Ser joven de espíritu consiste en mantener tu libertad. Muchos creen que esto es infantil pero lo cierto es que los que nos abrimos y nos dejamos llevar, somos más felices”, apunta Kianna.
Lo cierto es que en O no hay ataduras, de hecho, su primer sencillo “Pot kettle back” suena garagero, como si de unos White stripes menos clavados y con voz de mujer se tratase, pero la rola funge como un despiste para el resto del disco. Su inmediata acompañante, “Cacophony” abandera todo el homenaje al pop nacido durante el verano del amor californiano; parece un himno emanado de otros tiempos. Mientras que el tema que abre, “Tall tall glass” exhibe su lado de indie-folk, pastoril y encantador.
No se encasillan en un género, prefieren deambular aquí y allá. Trasponer barreras, como el ratón que protagoniza la historia que les da nombre y que vivía junto a un muro, del que todos le dicen que no hay que preguntarse qué hay del otro lado. Tillie decide conocer la verdad y se aventura, representando a los inconformes e irreverentes. La banda comparte a fondo tal actitud: “El mensaje es: sé aventurero y no dejes que los demás te impidan mirar hacia otro lado. Lo mismo pasa en la música. La gente te dice que no innoves, que hagas lo que sabes que funciona... Pero yo quiero saber qué hay al otro lado, quiero salir, descubrir, divertirme... Así que pienso que nuestro nombre nos define mejor de lo que nosotros mismos pensamos al elegirlo. Al principio no le dimos mucha importancia; era bonito, nos gustaban las ilustraciones del cuento y necesitábamos un nombre para nuestro primer concierto... Fue algo intuitivo pero ahora veo que elegimos bien”.
Tilly and the Wall son una banda atípica en cuanto a estructura y recursos; no deja de sorprender el zapateo de la chica sobre el escenario, -que por momentos es abrigado por caja de ritmos y secuencias-; luego viene una actitud positiva –lo que ya no es frecuente en un mundo ensimismado-. O es un disco en el que el colectivo sigue dando la batalla; incluso funcionan como una familia ambulante pues dos de sus miembros están casados. Con todo, al final del día lo que quedan son las canciones: bien tocadas, sencillas y vehementes, cada una refleja un tanto el anhelo que han acuñado como banda: “Da la sensación de que todo el mundo esté cansado y haya tirado la toalla. Ante la decepción, la gente olvida su inocencia… sabemos que la vida puede ser difícil, incluso triste, pero hay que seguir adelante porque, quieras o no, el sol saldrá de nuevo”.
Del resto se ocupan Kianna (voz), Nick (teclados), Neely (voz) y Derek (guitarra/voz), -el bajeo es compartido-, como lo han venido haciendo desde su debut en 2004 con Wild Like Children, arropados por otro músico nativo de Omaha en pleno ascenso de popularidad; nada menos que Connor Oberst, conocido mayormente como Bright Eyes, quien lo editó en su sello Team love, como también ocurrió con Bottoms of Barrels (05) y su más reciente producción, sintéticamente titulada O.
Tal parece que ese encanto naif que une a los miembros de la banda no se extingue. La chispa de lo esencial se preserva con los años a partir de que su nombre se debe a un libro para niños escrito por Leo Lionni bautizado como Tillie y el Muro; e incluye la anécdota acerca de la forma en que se conocieron, que no raya en lo fantástico ni mucho menos: cuando dos de sus elementos estaban recién llegados a Omaha no tenían televisión, por lo que un amigo los llevó a casa del resto para reunirse a ver Dawson Creek. Primero fue explicito su gusto por la serie y luego emanó su pasión por la música.
En su imaginario musical cabe de todo: cantidad ingente de pop sesentero, preferencia por las armonías vocales entre chico y chica, algunas evocaciones de americana y folk y mucho zapateo de Jamie. En su tercera producción amplían las temáticas de sus canciones, por lo que además de historias colegiales también abordan la astrología, el sexo la naturaleza y la magia.
“Pot Kettle Black” es el primer sencillo de un álbum que también ha sido fichado por el sello inglés Moshi Moshi para su difusión europea. El interés se potenció al encontrarles semejanzas con el sonido de Of Montreal y Architecture in Helsinki, por lo que han decidido mostrar en el viejo continente los haceres de estos freaks procedentes de la Norteamérica profunda, que ya habían picado piedra haciendo una gira junto a Cansei de Ser Sexy.
Gran parte del encanto de Tilly and the Wall radica en que la formación como profesores de dos de sus miembros les ha hecho conservar ese espíritu infantil: “La gente dice que para crecer has de olvidar tu niño interior; ser mayor significa comportarte con seriedad, buscar trabajo... Pero no creo que nadie esté obligado a hacer nada de eso. Ser joven de espíritu consiste en mantener tu libertad. Muchos creen que esto es infantil pero lo cierto es que los que nos abrimos y nos dejamos llevar, somos más felices”, apunta Kianna.
Lo cierto es que en O no hay ataduras, de hecho, su primer sencillo “Pot kettle back” suena garagero, como si de unos White stripes menos clavados y con voz de mujer se tratase, pero la rola funge como un despiste para el resto del disco. Su inmediata acompañante, “Cacophony” abandera todo el homenaje al pop nacido durante el verano del amor californiano; parece un himno emanado de otros tiempos. Mientras que el tema que abre, “Tall tall glass” exhibe su lado de indie-folk, pastoril y encantador.
No se encasillan en un género, prefieren deambular aquí y allá. Trasponer barreras, como el ratón que protagoniza la historia que les da nombre y que vivía junto a un muro, del que todos le dicen que no hay que preguntarse qué hay del otro lado. Tillie decide conocer la verdad y se aventura, representando a los inconformes e irreverentes. La banda comparte a fondo tal actitud: “El mensaje es: sé aventurero y no dejes que los demás te impidan mirar hacia otro lado. Lo mismo pasa en la música. La gente te dice que no innoves, que hagas lo que sabes que funciona... Pero yo quiero saber qué hay al otro lado, quiero salir, descubrir, divertirme... Así que pienso que nuestro nombre nos define mejor de lo que nosotros mismos pensamos al elegirlo. Al principio no le dimos mucha importancia; era bonito, nos gustaban las ilustraciones del cuento y necesitábamos un nombre para nuestro primer concierto... Fue algo intuitivo pero ahora veo que elegimos bien”.
Tilly and the Wall son una banda atípica en cuanto a estructura y recursos; no deja de sorprender el zapateo de la chica sobre el escenario, -que por momentos es abrigado por caja de ritmos y secuencias-; luego viene una actitud positiva –lo que ya no es frecuente en un mundo ensimismado-. O es un disco en el que el colectivo sigue dando la batalla; incluso funcionan como una familia ambulante pues dos de sus miembros están casados. Con todo, al final del día lo que quedan son las canciones: bien tocadas, sencillas y vehementes, cada una refleja un tanto el anhelo que han acuñado como banda: “Da la sensación de que todo el mundo esté cansado y haya tirado la toalla. Ante la decepción, la gente olvida su inocencia… sabemos que la vida puede ser difícil, incluso triste, pero hay que seguir adelante porque, quieras o no, el sol saldrá de nuevo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario