miércoles, 21 de enero de 2009

Scott Matthew: la melancolía que habita en Brooklyn


Desde hace algunos años parece que la mayor parte del talento emergente radica en ese barrio neoyorkino. Los nombres no escasean, todo lo contrario, abundan: Sufjan Stevens, Animal Collective, Tv on the Radio, Antibalas, The National, Clap your hands and say yeah!, The rapture, Yeah, Yeah, Yeahs, The Strokes, Ra Ra Riot, High Places, Prefuse 73 y un larguísimo etcetera. Si el caso fuera sumar nombres, quizá la lista abarcaría todo el texto y no es tal la intención. Basta señalar que hoy por hoy, Brooklyn es probablemente el vecindario con la mayor cantidad de artistas por metro cuadrado. Ya que no sólo implica músicos, basta con mencionar a otro de sus habitantes más ilustre: el escritor Paul Auster, que tanto ha reivindicado su barrio.
Ese pequeño enclave de la Babel de hierro no deja de recibir habitantes avocados al arte y que constantemente están mostrando trabajos relevantes. Tal es el caso de un australiano que por un asunto pasional dejó la tierra de los canguros y los koalas en 1997 para emprender la aventura americana. Y es que Scott Matthew es un caso más del tan sobado Do it yourself. Ha pasado por incontables trabajos menores para sobrevivir, siendo el de mesero el más recurrente, pero en ningún momento ha dudado en abandonar su carrera de compositor, cantante y actor.
A tal empecinamiento –y a una ruptura amorosa- debemos la fortuna de contar con la colección de baladas que conforman su primer Lp epónimo. Son voz y música que expresa la complejidad de un hombre que sufre y ausculta la pérdida. La pasión se acaba y un creador vuelca su tristeza en un puñado de canciones que calan hasta la médula y que se potencian por el peculiar registro vocal de Matthew, que en algo es influido por su condición homosexual. Algunos de sus temas se sienten cercanos al lóbrego entorno queer de Anthony and the Johnsons, otro ángel caído que se nutre del dolor: del propio y del ajeno.
Es importante destacar que los primeros logros de Scott no se dieron en la industria musical, sino en el cine. El punto de inflexión para su carrera fue su aparición en la película Shortbus (06), dirigida por John Cameron-Mitchell, donde hacía de una especia de crooner residente en un club que daba su nombre a la cinta, para la cual compuso también cinco de los temas de la banda sonora e interpretó personalmente tres.

Scott Matthew (Glitterhouse, 08) es un disco para paladear en solitario, para dejarse imbuir en su delicada intimidad, en su belleza lánguida, fatal y atractiva a la vez. Surgida como de un misterioso cabaret, ya que la base la integran un piano más un violonchelo. Después vendrá un discreto bajo y pasajes en los que recurre a la kalimba, un instrumento sudafricano que se pulsa con los dedos, y al ukelele, tan vigente en los últimos tiempos, gracias a grupos como Beirut y The Magnetic Fields. Si bien musicalmente algo tiene también de otro icono gay, Rufus Wainwright, el tono de su voz nos hace rememorar con insistencia al David Bowie de la época entre Heroes (77) y Scary Monsters (80)
Lejos quedan los días en los que junto a Spencer Cobrin (acompañante habitual de Morrissey) formó el malogrado grupo Elva Snow, del que no pasó nada con un primer disco editado hace tres años. Paralelamente, trabajó para las series de animación japonesa Ghost in the Shell y Cowboy bebop, producidas por el compositor y arreglista japonés Yoko Kanno, obteniendo ingresos suficientes para seguir en la brega.
El caso es que supo canalizar toda su experiencia existencial en piezas de carácter autobiográfico que resumen por todo lo que ha pasado: “La decepción y la desilusión son inevitables para todo aquel que intente lo que yo he intentado. Pero, por suerte, finalmente he encontrado mi voz, mi sonido, mi género. La mayor parte del tiempo, dedicarme a la música me proporciona alegría, por lo que si mi historia fuera un cuento, tendría un final feliz”.
Como compositor insiste en que incluso cuando está lleno de vibra positiva el tono de su música es triste; no puede evitar la melancolía, que tanto bien hace a canciones como “Abandoned”, “Amputte” y “Laziest lie”. Las referencias a los amores no correspondidos, corazones rotos y espíritus solitarios son recurrentes, pero utilizadas con tanta delicadeza que no caen en la cursilería, sino en un azote bucólico, casi impresionista.
Scott sabe que no descubre nada nuevo, sin embargo se muestra orgulloso de su personal tratamiento: “me he pasado la vida entera obsesionado con el amor. A veces de forma poco saludable. Finalmente, sin embargo, creo que he encontrado un equilibrio y una lógica. Estoy orgulloso de no haberme convertido en un cínico por mucho que mi buena predisposición me haya causado mucho dolor”.

Este tipo sensible, que en directo hace versiones impresionantes de “Harvest moon” del inmenso Neil Young y de “Heaven knows I´m miserable now” de The Smiths, se encuentra tocando a las puertas de la celebridad mediática, que probablemente caiga seducida por toda la melancolía que habita en Brooklyn y que ha sido hurtada por uno de sus inquilinos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Encuentro muy acertado tu articulo... Considero que Scott Matthew es un verdadero artista, capaz de transmitir el dolor a traves de su musica haciendolo sentir como algo bello e inolvidable.