lunes, 9 de marzo de 2009

Gang Gang Dance: tecnotribalistas de hoy


· (para no perderse en Coachella)

Mucho se habló durante la década de los noventas de la manera en que la infraestructura tecnológica permitiría a un cierto número de personas desplazarse a residir en el campo, realizar desde allí sus labores y retornar a formas más simples de vida. Tal fenómeno fue denominado tecnotribalismo, y si bien paulatinamente se ha ido haciendo posible, todavía no se trata de una opción de masas.
Encuentro muy útil este concepto para resumir el sonido de una más de las agrupaciones emanadas de Nueva York que están transformando el sonido del mundo. Puedo decir que Gang Gang Dance son una banda tecnotribalista, pues simultáneamente suenan futuristas y primigenios, retuercen la vanguardia y se muestran primitivistas al mismo tiempo.
En Saint Dymphna se muestran como un puñado de músicos funcionado como una tribu, apoyados en implementos rústicos que alternan con elementos tecnológicos. Una extraña mezcla de espíritu neo-hippy, esencia nerd y concentrados de esoteria y misticismo. Ante todo existe un interés por las culturas antiguas y su producción musical, que son asimiladas a las formas contemporáneas. Algo está pasando para bien, que las fórmulas conocidas no se respetan y los géneros son transpuestos para crear algo cuya mera descripción suponen un reto.
Lizzi Bourgotumus, Brian Degraw, Tim Dewitt, Josh Diamond y Nathan Maddox han venido editando grabaciones desde el 2002, aunque al principio lo hacían en ediciones limitadísimas en cd-r, que luego trasladaban al vinyl. En cada trabajo han ido haciendo evolucionar composiciones un tanto minimalistas, que a veces parecen surgidas de la improvisación más esquizofrénica. Lizzi y Nathan gruñen, gritan y recitan, pasando sus voces por distintos tipos de efectos, que convergen en estructuras concéntricas.

Destaca el hecho que los medios consideran este su disco más accesible, aun cuando se sustenta en una variedad de ritmos irregulares, que parecen por momentos hechos con tambos, troncos o con instrumentos hallados en una caverna. A ello se agregan capas de teclados y guitarras que vomitan delays larguísimos.
Ecos hindúes, repaso de rítmica africana, electrónica de baile y pasajes de shoegaze a lo My Bloody Valentine. ¿Eso es todo? Por supuesto que no, también recurren al grime, que se enfatiza con la intervención del MC Tinchy Stryder en “Princess”, que resulta selvática y urbana por igual.
Gang Gang Dance salpican sus piezas asimétricas de texturas, disonancias y requiebros inimaginables, que en Saint Dymphna resultan todo menos incomprensibles.
Podemos sentirnos en una aldea lejana o en la pista de baile de algún antro de Brooklyn y ambas sensaciones son posibles; así ocurre con “Bebey”, “First communion” y “House Jam”, de las que no ha faltado el conspicuo periodista que las considere la hipotética reunión de MIA con !!!, también residentes en el vecindario junto a Animal Collective, Black Dice, Tv on the radio, Double Leopards, Excepter, Mouthus, Sightings y Wolf Eyes, entre muchos otros. No cabe duda, Brooklyn cuenta con la escena más apasionante e incendiaria en el actual panorama.
El quinteto habrá de reconocer en esta emergente celebridad un resultado del trabajo constante, aunque a los ojos de gran parte del público pasen por unos recién llegados. Saint Dymphna fue editado originalmente por la discreta Social Registry en 2008, pero contó con el apoyo de la influyente Warp para propulsar su onda expansiva.
Si es que hay que buscar a los verdaderos descendientes de la furiosa No Wave, que emergiera con furia en esa misma ciudad a finales de los años setenta, Gang Gang Dance parece tener la mano levantada bien alto; es indudable que se envuelven en la misma bandera que ha enarbolado la jungla social y artística de la ciudad: ansias de vanguardia, actitud ecléctica y ganas de evasión.

La música no se puede estancar, debe mirar hacia el futuro, aunque tenga en el bolsillo una postal de sus antepasados. Llega un momento en que modernidad y tradición se dan la mano. Así que ya sean llamados neo-primitivistas o tecnotribales, hay creadores para los que la experimentación y el riesgo son lo más importante.

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