- El rock como una forma de arte
En un momento en que una tendencia del rock es la perdida de significados y el predominio de una música hueca que es más artificio que sustancia, debemos celebrar la aparición de un álbum como lo es el quinto de esta deslumbrante banda de Pórtland, que se caracteriza por realizar temas llenos de matices, nutrida instrumentación y trabajar al detalle las letras, como si se tratase de un obra literaria con peso específico propio.
Desarrollando una carrera de largo aliento y sin prisas, The Decemberists han logrado dotar al rock contemporáneo –lo de menos es sí es indie, alternativo u lo que sea- de personalidad, inteligencia e inspiración. Si ya en Picaresque (05) y The Crane Wife (06) –especialmente este disco- estábamos ante una agrupación de importancia notable, tras escuchar su más reciente trabajo podemos aventurar que nos hallamos delante de un nuevo clásico, de una obra de la que se va a hablar durante mucho tiempo.
El escuadrón que comanda Colin Melloy –culto pero ligero- se ha atrevido a incursionar en el difícil y traicionero campo de la Ópera rock, a la usanza de Tommy o Quadrophenia de The Who, y The Wall de Pink Floyd. Ya en su anterior entrega se percibían ciertos tintes progresivos que conviven con la parte de folk-rock que predomina en su sonido.
The hazards of love (Capitol, 09) es una obra difícil de encasillar, es huidiza en su parte musical, aunque el núcleo narrativo sea muy sólido: la historia bordea entre lo épico, la fantasía y lo amoroso. Tiene a Margaret como personaje central y narra un periplo que la llevará a un encuentro sexual con un ser que cambia de forma, su secuestro y eventual matrimonio con The Rake, un villano en toda la línea.
La chica enfrentará los celos de una reina, maligna y poderosa –como deben de ser- y la cadena de infortunios se extiende hasta que encuentre la muerte a manos, nada menos, que de su amor verdadero. Una tragedia de ley.
17 temas muy diferentes entre sí, que parten de un “Preludio” en que priva el silencio; el escucha puede desesperarse pero paulatinamente irán apareciendo las primeras notas. Luego habrá pasajes densos, de un blues casi desnudo, también hay sitio para coros infantiles y odiseas de rock a plenitud de poder.
Las piezas se van engarzando unas con otras, para no perder la secuencia narrativa, que aborda momentos precisos de la historia, como en “The Rake Song”, que cuenta como el villano embaraza varias veces a Margaret. Una vez que da a luz, los bebés son asesinados por ser considerados un molesto estorbo. Pero no todo queda en infanticidio, los niños regresan como un coro fantasmal para llevar a cabo una revancha en “The Hazards of Love 3 (Revenge!).
Así como aquel artista que dijo: “mi genio es festivo, los asuntos trágicos”. La música brinda un cálido soporte a una historia truculenta, en la que intervienen otros músicos talentosos, como son Becky Stark de los injustamente valorados Lavender Diamond encarnando a Margaret; mientras que Shara Worden de My Brightest Diamond hace a la reina. Y para placer de sus tantos fans, aparece por también Jim James de My Morning Jacket.
The decemberists dan un salto largo en su travesía de grandes ambiciones; poseen canciones incontestables –sean o no sencillos- . Se trata de un disco brillante y complejo a la vez; intrépido y sólido. Una banda en estado de gracia nos demuestra como el rock puede convertirse en una refinada y deslumbrante forma de arte.
Desarrollando una carrera de largo aliento y sin prisas, The Decemberists han logrado dotar al rock contemporáneo –lo de menos es sí es indie, alternativo u lo que sea- de personalidad, inteligencia e inspiración. Si ya en Picaresque (05) y The Crane Wife (06) –especialmente este disco- estábamos ante una agrupación de importancia notable, tras escuchar su más reciente trabajo podemos aventurar que nos hallamos delante de un nuevo clásico, de una obra de la que se va a hablar durante mucho tiempo.
El escuadrón que comanda Colin Melloy –culto pero ligero- se ha atrevido a incursionar en el difícil y traicionero campo de la Ópera rock, a la usanza de Tommy o Quadrophenia de The Who, y The Wall de Pink Floyd. Ya en su anterior entrega se percibían ciertos tintes progresivos que conviven con la parte de folk-rock que predomina en su sonido.
The hazards of love (Capitol, 09) es una obra difícil de encasillar, es huidiza en su parte musical, aunque el núcleo narrativo sea muy sólido: la historia bordea entre lo épico, la fantasía y lo amoroso. Tiene a Margaret como personaje central y narra un periplo que la llevará a un encuentro sexual con un ser que cambia de forma, su secuestro y eventual matrimonio con The Rake, un villano en toda la línea.
La chica enfrentará los celos de una reina, maligna y poderosa –como deben de ser- y la cadena de infortunios se extiende hasta que encuentre la muerte a manos, nada menos, que de su amor verdadero. Una tragedia de ley.
17 temas muy diferentes entre sí, que parten de un “Preludio” en que priva el silencio; el escucha puede desesperarse pero paulatinamente irán apareciendo las primeras notas. Luego habrá pasajes densos, de un blues casi desnudo, también hay sitio para coros infantiles y odiseas de rock a plenitud de poder.
Las piezas se van engarzando unas con otras, para no perder la secuencia narrativa, que aborda momentos precisos de la historia, como en “The Rake Song”, que cuenta como el villano embaraza varias veces a Margaret. Una vez que da a luz, los bebés son asesinados por ser considerados un molesto estorbo. Pero no todo queda en infanticidio, los niños regresan como un coro fantasmal para llevar a cabo una revancha en “The Hazards of Love 3 (Revenge!).
Así como aquel artista que dijo: “mi genio es festivo, los asuntos trágicos”. La música brinda un cálido soporte a una historia truculenta, en la que intervienen otros músicos talentosos, como son Becky Stark de los injustamente valorados Lavender Diamond encarnando a Margaret; mientras que Shara Worden de My Brightest Diamond hace a la reina. Y para placer de sus tantos fans, aparece por también Jim James de My Morning Jacket.
The decemberists dan un salto largo en su travesía de grandes ambiciones; poseen canciones incontestables –sean o no sencillos- . Se trata de un disco brillante y complejo a la vez; intrépido y sólido. Una banda en estado de gracia nos demuestra como el rock puede convertirse en una refinada y deslumbrante forma de arte.
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