martes, 2 de febrero de 2010

Tarot Sport de Fuck buttons, la sagrada familia de las catedrales sónicas


“El ruido no es la textura que nos interesa alcanzar, pero nos proporciona el lienzo sobre el que derramar nuestros experimentos con el sonido. Es una herramienta más, como lo son las melodías, la estructura, el ritmo o la percusión”
Quizá el ruido no sea el fin, pero si es un medio muy dúctil para que Andrew Hung y Benjamin John Power –Fuck Buttons- construyan auténticas odiseas sónicas, que en Street Horrrsing (ATP Recordings, 08) –su anterior lp- alcanzaba proporciones extremas, pero que también consiguió notoriedad al trasponer el estrecho círculo de consumidores de la música avanzada.
Los de Bristol han ido perfeccionando sus esculturas musicales, su arquitectura auditiva, porque es un hecho que su debut todavía contenía pasajes en los que la maraña abstracta y ruidista perdía un poco su rumbo. No olvidemos que estas cosas se sustentan en un proceso experimental, en el acierto y error; entre el hallazgo y el extravío. La música es búsqueda permanente, en ocasiones llegas a buen puerto y en otras permaneces a la deriva.
Y en insistir se basa el lograr; Fuck Buttons han dado en el blanco y lo han volado en mil pedazos. Tarot sport, su más reciente entrega, es una obra mayor; una experiencia estética de altos vuelos sustentada en capas y capas de sonido en las que texturas y ruidos están a disposición de generar un eclosión plena de sensaciones y registros. No se escucha algo así todos los días; no en vano la crítica especializada del diario inglés The Guardian, que suele ser seria y formal (no en vano tiene a Brian Eno entre sus colaboradores), ha considerado a este álbum “la Sagrada Familia de las catedrales sónicas”.
En buena medida han potenciado su propuesta gracias al trabajo de producción de Andrew Weatherall, a quien se debe la sapiencia al momento de dosificar el torrente eléctrico de My Bloody Valentine y dar mayor energía a Primal Scream. Ahora logró un equilibrio exacto trabajando el concepto del espacio (se dice que a mitad de las sesiones se salía de la sala para realizar una evaluación del sonido desde la distancia y ver hasta dónde podía llegar).
La odisea comienza con “Surf Solar” –dado a conocer como anticipo- que ahora alcanza los 10 minutos 35 segundos y es un manifiesto de lo que vendrá después: texturas rasposas, sonidos espaciales y efectos crepitantes que vagan sobre secuencias rítmicas que paulatinamente van cambiando.


Hung y Power se encargan de distorsionar las fuentes originales de sonido, pasándolas por filtros, pedales y demás aparataje, hasta llegar al punto de que es difícil identificar de qué instrumento se trata.
No son tantos los tracks, pero el suceso es intenso; hay cierta marcialidad en “The Lisbon Maru” y algo cercano a un trance hipnótico en “Olympians” y así hasta llegar a la pieza final, “Flight Of The Feathered Serpent”, que nos remite a la grandeza de las creaciones de Underworld sin olvidarnos un poco de la locura tribal de Animal Collective. Es lo más cercano a una canción bailable que han hecho.
Así, Tarot Sport está dedicado a la repetición, a la búsqueda de algo parecido a la hipnosis, alternando un sentido primitivo del ritmo con una telaraña ruidosa tejida con elementos digitales y análogos. Aun en su aspereza hay quien lo ve como un rock espacial de forma libre, un espacio imaginario donde confluyen distintas épocas y conceptos.
No se trata de un caso aislado, ahí están Gang Gang Dance, Atlas Sound y Black Dice para hacerles compañía. Lo cierto es que tras el minuto y treinta y pocos segundos que tarda en entrar el bombo en “Surf Solar” –haciendo las veces de introducción ambiente- se abren las puertas de entrada a otra dimensión; una en la que privan armonías en forma de serpentina, voces pululantes y una indeleble pátina de ruido que sube y baja de intensidad.
Es verdad, Fuco Butrones han construido La Sagrada familia de las catedrales sónicas, ahora sólo falta que el número de feligreses crezca notablemente. Milagros para fomentar su culto no les faltan.

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