martes, 2 de febrero de 2010

Se cierra la trilogía Nocilla en un laboratorio imaginario


Un bar en la isla de Cerdeña que se parece a otro ubicado en las Azores. Una pareja en un recorrido errático que les permite realizar un calculado y secretísimo Proyecto, que cabe dentro del estuche de una guitarra Les Paul. La vaciedad de una cárcel convertida en hotel de agroturismo que facilita el desdoblamiento y el plan vacacional del alter ego.
Obsesionado con las posibilidades y herramientas de la meta-ficción, Fernández Mallo crea otros Fernández Mallo que se expliquen mejor que él y dejen ir una escritura rizomática; un loop sempiterno de cultura y observación mundana, en que se acomodan una y otra vez imágenes extraídas de un televisor silente, un alud de bragas de mujer usadas y La música del azar de Paul Auster.
En la pieza que completa la trilogía Nocilla se crea un espacio obsesivo e inquietante donde lo ficcional absorbe a lo biográfico y los recursos narrativos y el lenguaje se diversifican, mutan una y otra vez para terminar siendo los mismos. Se trata del patíbulo para un Kafka del Siglo XXI que acompaña su última cena con Enrique Vila Matas. He aquí que la literatura todavía puede inquietar y sembrar interrogantes, como en los filmes más logrados de David Lynch.

Agustín Fernández Mallo
Nocilla lab
Ed. Alfaguara

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