Si partimos de las apreciaciones que dicta el turismo, la fama de Nueva York se le atribuye principalmente a Manhattan, quizá el más célebre de los cincos distritos que conforman la ciudad. Allí se concentra el glamur y el dinero pero no la vitalidad y la energía creativa. Pensemos en novelas como La última salida a Brooklyn de Hubert Selby Jr., Llámame Brooklyn de Eduardo Lago y muchas de las obras de Paul Auster y tendremos una idea de para donde van los tiros del arte en la urbe de hierro.
Desde hace unos años el más grande asentamiento poblacional citadino se ha convertido en el centro neurálgico de la vanguardia musical contemporánea. Algunos reportajes han llegado a afirmar que se trata de la mayor concentración de artistas por metro cuadrado, superando a París y Londres. En poco territorio se han asentando un ejército de creadores de todas las disciplinas, pero ha sido la música donde dicha explosión estética ha cobrado mayor notoriedad.
No son pocas al agrupaciones brooklynitas: The National, Sufjan Stevens, Tv on the Radio, Gang Gang Dance, Telepathe, Prefuse 73, School of Seven Bells, Vampire Weekend, Harlem Shakes y Ra Ra Riot, entre muchísimos otros; tal es el caso de Yeasayer, la agrupación que conforman Anand Wilder, Chris Keating, Ira Wolf Tuton y Luke Fasano.
Juntos han optado por esa elástica concepción de lo experimental que caracteriza a los residentes del barrio. Su amplitud de miras permite que pasen del noise al folk sin perder el sentido popero. Es música mutante para el siglo XXI; elusiva de nacimiento, que busca no ceñirse a algún corsé en particular.
Si bien su debut All Hour Cymbals (We are free, 07) fue más ruidoso y peleón, ya en la muy lograda “Tightrope”, incluida en el compilado Dark Was The Night pudimos entrever que les interesaba torcer las melodías y hacer juegos armónicos sin dejar a un lado el sustento electrónico.
Y lo mejor fue que Odd Blood (Secretly Canadian, 10) exhibe a un grupo que no pierde energía pero gana en sensibilidad. Nunca falta quien achaca a la electrónica falta de alma y frialdad, aquí se puede dar cuenta de que la cosa no es así. Los aparatos están ahí para que el ser humano canalice sus sentimientos y les de forma musical.
Lo más curioso es que dos de las piezas centrales del disco, “I Remember” y “O.N.E.” resultan todo menos cerebrales y poco afectivas. Yeasayer han logrado una música muy emocional, cuando su punto de partida parecía anunciar algo diferente. Con insistencia señalaron que gran parte de la música actual es creada para hacerte sentir especialmente cool. Lo cual encuentran catastrófico, por lo que planeaban componer temas nuevos que hicieran sentir al público incómodo: “como si no fuera lo suficientemente cool como para estar escuchando esta música".
Tal vez lo hecho por sus colegas consiguió allanarles el camino. Pensemos en que propuestas como la de Animal Collective o Fuck buttons, que resultan más complejas en comparación, pero comparten la chispa excitante que sobreviene a un hallazgo importante. Una vez asimilados crucigramas sonoros tan difíciles, lo demás es una fiesta. Aquí las canciones se untan a la piel.
Porque Odd Blood tiene su parte electrosa, su veta psicodélica, pero también hay un paseo por esa década tan recurrida –y sobada en demasía-, como son los ochenta. “Love Me girl” alude toda ella a Duran Duran y los viejos fans de Japan, Yazoo o Visage hallaran cierto ADN sonoro en “Strange Reunions” y “Grizelda”.
En sentido contrario, “Ambling Alp” fue el primer anticipo y su estructura se emparenta con los mejores momentos de MGMT (compañeros de gira) y del cual existen remezclas de Memory Tapes y Dj Rupture. Absoluta actualidad y casi nada de retro.
Yeasayer no sólo logra convencernos con sus haceres de pop esquizoide, provoca emociones verdaderas con sus canciones freak, con su sofisticado pop mutante, al que han llegado a definir (Last Fm) como: “Middle Eastern-psych-snap-gospel”, cualquier cosa que ello signifique.
Queda pues demostrado que aun manipulando el amplio espectro de la música contemporánea de vanguardia se puede ser jovial y divertido; que aun transgrediendo géneros y esquemas se puede comunicar un sentimiento. Brooklyn sigue irradiando maravillas para obnubilar al resto del mundo.
Desde hace unos años el más grande asentamiento poblacional citadino se ha convertido en el centro neurálgico de la vanguardia musical contemporánea. Algunos reportajes han llegado a afirmar que se trata de la mayor concentración de artistas por metro cuadrado, superando a París y Londres. En poco territorio se han asentando un ejército de creadores de todas las disciplinas, pero ha sido la música donde dicha explosión estética ha cobrado mayor notoriedad.
No son pocas al agrupaciones brooklynitas: The National, Sufjan Stevens, Tv on the Radio, Gang Gang Dance, Telepathe, Prefuse 73, School of Seven Bells, Vampire Weekend, Harlem Shakes y Ra Ra Riot, entre muchísimos otros; tal es el caso de Yeasayer, la agrupación que conforman Anand Wilder, Chris Keating, Ira Wolf Tuton y Luke Fasano.
Juntos han optado por esa elástica concepción de lo experimental que caracteriza a los residentes del barrio. Su amplitud de miras permite que pasen del noise al folk sin perder el sentido popero. Es música mutante para el siglo XXI; elusiva de nacimiento, que busca no ceñirse a algún corsé en particular.
Si bien su debut All Hour Cymbals (We are free, 07) fue más ruidoso y peleón, ya en la muy lograda “Tightrope”, incluida en el compilado Dark Was The Night pudimos entrever que les interesaba torcer las melodías y hacer juegos armónicos sin dejar a un lado el sustento electrónico.
Y lo mejor fue que Odd Blood (Secretly Canadian, 10) exhibe a un grupo que no pierde energía pero gana en sensibilidad. Nunca falta quien achaca a la electrónica falta de alma y frialdad, aquí se puede dar cuenta de que la cosa no es así. Los aparatos están ahí para que el ser humano canalice sus sentimientos y les de forma musical.
Lo más curioso es que dos de las piezas centrales del disco, “I Remember” y “O.N.E.” resultan todo menos cerebrales y poco afectivas. Yeasayer han logrado una música muy emocional, cuando su punto de partida parecía anunciar algo diferente. Con insistencia señalaron que gran parte de la música actual es creada para hacerte sentir especialmente cool. Lo cual encuentran catastrófico, por lo que planeaban componer temas nuevos que hicieran sentir al público incómodo: “como si no fuera lo suficientemente cool como para estar escuchando esta música".
Tal vez lo hecho por sus colegas consiguió allanarles el camino. Pensemos en que propuestas como la de Animal Collective o Fuck buttons, que resultan más complejas en comparación, pero comparten la chispa excitante que sobreviene a un hallazgo importante. Una vez asimilados crucigramas sonoros tan difíciles, lo demás es una fiesta. Aquí las canciones se untan a la piel.
Porque Odd Blood tiene su parte electrosa, su veta psicodélica, pero también hay un paseo por esa década tan recurrida –y sobada en demasía-, como son los ochenta. “Love Me girl” alude toda ella a Duran Duran y los viejos fans de Japan, Yazoo o Visage hallaran cierto ADN sonoro en “Strange Reunions” y “Grizelda”.
En sentido contrario, “Ambling Alp” fue el primer anticipo y su estructura se emparenta con los mejores momentos de MGMT (compañeros de gira) y del cual existen remezclas de Memory Tapes y Dj Rupture. Absoluta actualidad y casi nada de retro.
Yeasayer no sólo logra convencernos con sus haceres de pop esquizoide, provoca emociones verdaderas con sus canciones freak, con su sofisticado pop mutante, al que han llegado a definir (Last Fm) como: “Middle Eastern-psych-snap-gospel”, cualquier cosa que ello signifique.
Queda pues demostrado que aun manipulando el amplio espectro de la música contemporánea de vanguardia se puede ser jovial y divertido; que aun transgrediendo géneros y esquemas se puede comunicar un sentimiento. Brooklyn sigue irradiando maravillas para obnubilar al resto del mundo.
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