La noche que te fuiste, negra,
nos faltaron las fuerzas
y si en Buenos Aires no estabas sola,
acá me arrastraba un dolor huérfano.
Ni siquiera era consuelo saber que la memoria ardería para siempre,
y que tu voz de roble
no se callaría nunca –ni en ciudades y pampas-,
allí donde lo injusto todavía se niega a desaparecer.
Muchas veces dijiste que la vida es una hoguera,
y hoy siento ganas de encenderme
entre piras de frases que queman al mencionar tu nombre,
a mitad de la noche más negra que otras noches,
una inmensidad en que casi se nos olvida
cantar tu canción sobre el deseo infinito
y así –tal vez- no acabarás jamás de dejarnos.
nos faltaron las fuerzas
y si en Buenos Aires no estabas sola,
acá me arrastraba un dolor huérfano.
Ni siquiera era consuelo saber que la memoria ardería para siempre,
y que tu voz de roble
no se callaría nunca –ni en ciudades y pampas-,
allí donde lo injusto todavía se niega a desaparecer.
Muchas veces dijiste que la vida es una hoguera,
y hoy siento ganas de encenderme
entre piras de frases que queman al mencionar tu nombre,
a mitad de la noche más negra que otras noches,
una inmensidad en que casi se nos olvida
cantar tu canción sobre el deseo infinito
y así –tal vez- no acabarás jamás de dejarnos.
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