miércoles, 31 de diciembre de 2008

Un cuerpo, novela de Diego José



Tras el asesinato queda el cuerpo, pero no sólo se pierde un alma; tras una muerte física se desata todo un proceso de putrefacción que también acaba con la familia, con la inocencia y con la integridad.

La segunda novela de Diego José (1973) tiene como escenario una ciudad de provincia que puede ser casi cualquiera que experimente la transición de dejar de ser un pueblo grande para convertirse en otra anodina urbe sin identidad propia, un monstruo más de la modernidad.

Con gran cercanía al esquema del clásico Fuenteovejuna, aquí se cuenta el proceso de putrefacción de una sociedad y una nación entera en que imperan la impunidad y la ley de la selva. “A quien le importa, cuando vivimos en un país en el que iniciarse en el crimen desde joven es una forma de adquirir los anticuerpos que necesitarás para subsistir a la corrupción en el mundo de los adultos”.

Lo público y lo privado se entreveran. En el seno de una familia muere la hija adolescente, la encuentra su hermano menor. El padre se devasta y la madre decide mandarlo todo al carajo. Al chiquillo protagonista sólo le queda la posibilidad de escapar, mientras observa como el entorno se colapsa.

Este poeta vuelto también narrador es uno de los talentos mexicanos que se abre espacio en el mercado editorial español. Posee una prosa tan prístina que su crónica de la violencia cómplice es tan exacta como conmovedora. “Afuera, ruido de ambulancias, el morbo escurriéndose por los colmillos de los vecinos, gente de la ciudad, prensa, chirridos de llantas, olor a caucho.”

451 Editores, 08

Las malas amistades: el amateurismo como forma de arte



Suena “Cuaderno“; abre un teclado casero, y lo que sigue es una guitarra acústica que domina. La melodía parece simple, seminal, rústica. Como si fuera ejecutada por aprendices o niños. Cierra una batería electrónica de la más baja calaña, extraída de la más pura tradición charanguera.

La vanguardia sonora no sólo tiene esa cara formal y fría de la experimentación purista y académica, también puede ser desfachatada y azarosa. Se puede estar haciendo una propuesta novedosa incluso sin saberlo, sin pretenderlo. Tal espontaneidad puede surgir casi de la nada, por mero instinto, como en el arte naif, o bien puede calcularse, para mantener en el amateurismo al proyecto. Lo que no es infrecuente en el ambiente arty o intelectualoso. Se llega a dar una apariencia popular o populachera, aunque se provenga del ámbito artístico.

Todo esto puede sonar complicado, pero el hecho es que la música de los colombianos Las malas amistades es sencillísima; posee el encanto de lo improvisado, de las afortunadas ocurrencias. Se alimentan del folk y el pop, básicamente latinoamericano, pero con la actitud de quien ha sabido estudiar y analizar las corrientes de avanzada del mundo entero. Mantienen lo suyo en un low fi radical que encanta.

Desde el comienzo su formación fue atípica: una guitarra, un cuatro, tres teclados, batería electrónica, melódica y un puñado de instrumentos de percusión. Todo tocado como si en realidad no se supiera hacerlo, como si se llevara 5 minutos con el instrumento correspondiente o como si lo tocara cualquier persona que fuera pasando.

Y es que tener el valor de hacer algo así, además de conservarlo puro, tiene su mérito. La cosa más natural es que te vayas afirmando como “profesional” de la música y no te conforme sonar de esa manera, prácticamente fuera de cuadratura y afinación.

A Las malas amistades tal postura no les vino mal. Formados desde 1994 a la fecha han editado 3 álbumes y reducido sus presentaciones en directo casi al mínimo. Pero la diosa fortuna –más los tiempos que corren- hicieron viajar su material hasta alcanzar manos y oídos inesperados. ¿Quién hubiese pensado que llegaría a Damon Albarn?









La mente tras Blur y Gorillaz no se lo pensó dos veces para fichar a este combo bogotano para su sello Honest Jons, con quien debutaron con un segundo disco Jardín Interior (06) Bajo este auspicio sus composiciones han transpuesto fronteras y alcanzado estaciones aniversarias de los Estados Unidos y otras partes del mundo. No reparan en señalar haber sido la banda más radiada de una estación colegial de Carolina del Norte, durante 2005.

Patio bonito, su tercer largo, reafirma lo que la banda divulga por doquier: que lo suyo es música urbana y melódica, pero precaria y libre. A la fecha se conoce que varios de sus miembros son estudiantes de arte, por lo que no extraña su concepción de la música, que puede ser provocadora para quien no capte la intención con que ha sido creada. Cantar mal es todo un estilo.

En torno suyo han girado distintos proyectos creativos; como un concurso para que videoastas ilustraran los temas de su disco debut o su intervención en el festival de Performance de Cali, edición 2001.
Con recursos muy limitados se atreven a incursionar en la electrónica rústica, pero también en el cha-cha-cha u otros ritmos folklóricos. A este sexteto no le da miedo ni pena de nada; ellos tiran pa´lante con un desparpajo punketo, propio del que no espera nada y consigue mucho.
Todo parece improvisado; de la estructura de las canciones a las letras. Como en un juego que conoces el derrotero de los “ismos”, del surrealismo bretóniano a la incursión situacionista. Mucho han reflexionado lo suyo aunque no lo aparenten. De repente suenan como unos Aterciopelados en ácido durante sus comienzos. Sus canciones van desgranado frases sueltas, triviales, tan comúnes que a cualquiera se le podrían ocurrir.
Su caso quizá sólo sea comparable al de los Amigos invisibles en Venezuela y Los de Abajo en México, firmados inesperadamente por Luaka Bop. De no pertenecer a sello alguno a firmar en las grandes ligas. Allende la frontera colombiana apreciaron su arrojo, pero no se trata de algo aislado; sí es que se les quiere encontrar cercanías, pues hay que anotar a Javiera Mena, Juana Molina y sobre todo Gepe, procedente de Chile.
Ahora nos ofrecen 19 temas en los que desfilan los ecos de viejas cumbias colombianas pasando por Juan Gabriel y Sandro sancochados con Young Marble Giants o los Residents. Les gustan por igual Leo Dan que Sonic Youth o la bizarrez de Pram con algo de balada.
Las malas amistades no desprecian a nadie y la suya es una de las propuestas más libérrimas y despatarradas del continente. Y quien se atreva a negarlo, basta con que de Play a un disco imprevisible, carente de lógica y cuyo delirio musical se desparrama.

domingo, 16 de noviembre de 2008

¿A que suena un Buen Invierno? a pérdida, soledad y desolación


El estado de Wisconsin se encuentra entre la cuenca del río Mississippi y los Grandes Lagos, al norte de los Estados Unidos; tiene una región montañosa visitada en el pasado por numerosos cazadores y tramperos, gente que dada su naturaleza se hallaba más cómoda entre la flora y la fauna, y lejos de los hombres.

Hasta allí llegó un joven músico de 27 años para refugiarse en una cabaña familiar. Justin Vernon venía huyendo desde Raleigh, Carolina del Norte, donde reside y aparentemente tenía una vida organizada, pues quiso el destino que los miembros del grupo de rock en el que militó durante una década decidieron hacerlo a un lado. Y no es que Yarmond Edison gozarán de gran fama, pero si cala que tus compañeros prescindan de tus servicios y hasta cambien de nombre a la banda que fundaste (ahora se hacen llamar Megafaun).

Para colmo la vida sentimental del guitarrista también se había ido al carajo, tras el infaltable y típico truene con la pareja. Hallándose solo, con el ánimo destrozado y sin plan alguno definido, optó por refugiarse en una vieja cabaña de madera, propiedad de sus padres y ubicada a unos 150 kilómetros de Eau Claire, el lugar que le vio nacer.

Justin obtuvo tiempo suficiente para convivir de cerca con su memoria, para evocar lo vivido, pasar los tragos amargos del desamor y vomitar todo convertido en canciones, pues como compañía llevó una guitarra, un rifle (para cazar venados) y un porta-estudio de 4 tracks para grabar sus ocurrencias.

Así nació For Emma, Forever Ago un disco personalísimo y confesional en el que la mujer evocada no es el truene inmediato de Justin, sino un primer amor malogrado cuya maldición hace que todo lo posterior marche mal y de cuyo recuerdo pretendía exorcizarse.

Las canciones fueron apareciendo durante los tres o cuatro meses que permaneció en la montaña, surgían acompañando a las nevadas, pero a diferencia de estas se quedaron para siempre, por lo que bautizó su nuevo proyecto como Bon Iver, una distorsión de la frase en francés que define a un buen invierno. Lo que en principio parecía un viaje de expiación terminó por significar un renacimiento como persona y como músico.

A su regreso editó 500 copias con el resultado (9 canciones) previamente retocadas en estudio con suma prudencia y contención. El trabajo llegó a manos de la disquera independiente Jag Jaguwar y de ellos a 4AD en Inglaterra. Los responsables de ambas empresas cayeron seducidos por el influjo de un tipo que cantando casi todo el tiempo en falsete rememoraba los mejores momentos de Elliott Smith, M. Ward, Iron and Wine, Micah P. Hinson y algo del Neil Young en su faceta de leñador.







Pero lo que distingue a For Emma, for ever ago es que el tono de las composiciones no es lastimero ni pusilánime, más bien abunda en bellas imágenes bucólicas, casi impresionistas. Es evidente que tantas pérdidas eran una herida abierta, que es tratada con sinceridad y no con autocompasión. Vernon nos introduce al interior de su existencia, como quien nos deja ver en su diario; dentro encontramos grandes amores, derrotas, pero siempre un nuevo comienzo. La Emma del título es la suma de todas las mujeres con quienes se ha involucrado.

Una novena de canciones que funcionan casi como minicantos gregorianos llenos de calidez. “Flume”, “Lump sum” y "Skinny love” conforman una triada contundente e inspirada que sin duda refleja la naturaleza del álbum: “Lo que quiero hacer con mi música es que tenga su propio linaje y cuente una historia a través de toda mi vida, para compartir mi perspectiva y mi contexto emocional con los demás”, revelaba al periodista español Miquel Botella.

Así el debut de Bon Iver -en un año de grandes noveles- se distingue por su tono abrigador, que sirve de refugio para todo aquel que sufre, y cuya calidad le garantiza no ser un disco pasajero, más bien se irá apreciando con el tiempo, mientras se erige ya como uno de los trabajos más intensos y bellos de lo que va de año.

Vernon supo sacarle a los montes de Wisconsin, lo que Bob Dylan a los de Minnesota y que luego plasmó en Time Out of Mind (97). Justin trabajó a fondo con su voz y dotó a las canciones de sentimientos reales, con lo que obtuvo una purga para el alma que dura 37 minutos y 15 segundos.

Un disco de este tamaño parece un reto difícil de superar, pero al creador de Bon Iver no parece preocuparle, como explicó a la revista Uncut: “Lo cierto es que no me intimida la idea de un segundo álbum después de éste. El gran logro para mí en For Emma, Forever Ago fue el de haber aprendido a cavar. Yo siempre había compuesto con la mentalidad de un buscador y un discípulo, pero aquí alcancé el punto exacto, el Modo, con M mayúscula, para comprender cómo escribir y cómo exhumar cosas de mi psique. Ahora que he llegado hasta aquí, sólo tengo que preocuparme de recrear algo. Así es que, a propósito, todavía no tengo nada escrito para el próximo disco, porque prefiero sentarme y hacerlo todo de un tirón, así las canciones crecerán a partir de un único contexto. No creo que vaya a sonar parecido a lo que ya hice y me parece que eso es bueno”.


Mientras tanto sus canciones ya suenan en series tan influyentes como Gray’s Anatomy y Dr. House y ha sido invitado para componer una banda sonora. A fin de cuentas, cuando alguien canta con verdad puede convencer al mundo entero de que la perdida es un nuevo comienzo, así sea con las manos vacías y en completa soledad.

sábado, 8 de noviembre de 2008

El cabaret fantástico de Lonely Drifter Karen





No es del dominio del gran público que el verdadero nombre de Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas, es Charles Lutwidge Dodgson y que además de llevar una vida como sacerdote anglicano, no sólo se dedicó a la literatura sino a la fotografía, disciplina en la que volcó su búsqueda de la belleza, expresada en importantes y largas series de retratos realizados a niñas. Algunas tomas fueron en traje de baño y otras semidesnudos, que ofendieron a la moral victoriana de la época.
Carroll, nacido en Daresbury, Cheshire, en 1832, generó con su trabajo tras de la lente ciertas sospechas de pederastia, además de que no faltó quien afirmará que consumía láudano, un analgésico que procede del opio y de uso común en aquellos años, o algún otro estupefaciente, que le permitieron concebir el mundo alucinado y psicodélico plasmado en su obra más célebre.
El caso es subrayar que en ocasiones las cosas aparentemente cándidas poseen también un lado oscuro que las dota de un encanto perverso. Es como si descubriéramos a Mary Poppins y Bert -el deshollinador- durante una sesión de sadomasoquismo o los personajes del Mago de OZ fumando marihuana.
Tal es el efecto que me produce la escucha repetida de Grass Is Singing, la ópera prima en formato largo de Tanja Frinta (Innsbruck, 1979), conocida por el mundo como Lonely Drifter Karen, y que aglutina en su propuesta un barroquismo que enriquece y torna delirante a lo que puede entenderse como pop en un amplio sentido.
Austriaca de nacimiento y nómada por convicción, ha retomado el sentido teatral de los musicales vieneses, la herencia del germano Kart Weill y la vasta y sinuosa tradición de la canción francesa para macerar su debut discográfico en formato largo, concebido en compañía de Giorgio Menossi (79), un baterista de origen italiano, y Marc Meliá (80), un pianista nativo de la isla de Mallorca, España.
Los trece temas, que mucho tienen de folk mediterráneo, parten de las afluentes creativas de Frinta: "Me atrae la idea del sueño. Sin orden, con caos, como son los sueños". El disco surge de las alternadas residencias entre Gotemburgo, Viena y Barcelona. Por lo que tiene un lado que no abandona la melancolía y otra cara mucho más luminosa; ambas llenas de elementos fantásticos. Tal como la naturaleza de los relatos infantiles.


La vagabunda y solitaria Karen tomó su nombre de batalla de uno de los personajes de Los idiotas, una cinta del maestro del dogma Lars Von Trier, y volcó todo su talento como cantante y guitarrista para conciliar su amor por el cabaret alemán con la vena de fan de Jacques Brel de Melià, productor y ex miembro de El Diablo en el Ojo y mitad del dúo El Piano Ardiendo.
Las piezas tienen un notable aire cinematográfico, cuyas imágenes, florales y arborescentes, se cuelgan de melodías sugerentes y arreglos sinuosos. Cuando le preguntan acerca de los filmes en específico en los que basan su música, es Meliá quien responde: "Ninguno en concreto. Nos interesa la música como generadora de imágenes; eso es lo que hacemos, pero si he de mencionar una referencia concreta, serían las composiciones de Nino Rota para Fellini. Y Tanja completa: "Hace tiempo, me di cuenta de que, cuando las oía, me imaginaba a mí misma cantando en esas piezas instrumentales".
El camino discográfico de Loney Drifter Karen comenzó en 2003 con el extended Sinsweetime, publicado con el sello vienés Fettkakao, en el que todos los instrumentos fueron interpretados por ella misma. Después vino la correspondiente gira, que la llevó por Alemania, Suecia, Noruega, Polonia, España e Italia, donde durante 2006 conoció a Giorgio, nativo de Verona.
Acerca de la elección de la perla del mediterráneo para grabar Grass is singing, editado por el sello belga Crammed Discs, Tanja precisa: "Me encanta la ciudad; es un lugar en el que pasan muchas cosas, y aún se conservan la cultura y la música popular, al igual que en Francia e Italia. En Austria o Alemania, en cambio, casi han desaparecido".
A esta fantasía cabaretera que narra un torcido cuento de hadas no le faltan las canciones memorables, Ahí están “This World Is Crazy”, “Carousel Horses”, “Climb” y “No True Woman” que constatan las intenciones vertidas por la cantante a través de su MySpace, en el que afirma que el mejor momento para cantar es cuando va en bicicleta, paseando.
La prensa europea ha dicho que se muestra como un Tom Waits que cambiara el motel por un tupido bosque. Lonely Drifter Karen nos entrega un primer álbum propicio para cualquier tipo de viaje; una grabación llena de detalles, filigranas y matices. Su elegancia traspone sus orígenes clásicos o jazzeros; sólo el pop sabe ser tan maleable y expansivo, y esconder detrás de una apariencia dulce y tranquila la esencia obscura de las cosas.

Maldito Tango de Daniel Melingo

Maldito Tango de Daniel Melingo
El futuro se encuentra en la raíz

En muchas ocasiones el nombre es destino y esta es una de ellas. Basta con repasar la letra escrita por el poeta Luis Roldán en 1916: “Maldito tango que envenena con su dulzura cuando suena, maldito tango que me llena de tan acerba hiel. Él fue la causa de mi ruina, maldito tango que fascina”.

De allí provino el nombre de un disco que traza un vínculo entre los poetas malditos franceses y los argentinos, de Baudelaire a los poetas lunfardos, ya que esta expresión callejera del habla es el idioma literario del género. Maldito Tango (Mañana-Naive, 08) representa también un paso adelante en la trayectoria de quien fuera uno de los protagonistas del rock argentino, antes de pasar al ámbito folklórico: Daniel Melingo.

Miembro en los ochenta de bandas legendarias como Los Twist y Los Abuelos de la Nada, una década después partió a España, donde creó Lions in Love, una agrupación experimental adelantada a su tiempo. En 1998 y de regreso en Argentina, editó el primer disco de una saga que lo reconciliaba con sus orígenes: Tangos bajos (1998). Como músico porteño, Melingo buscó apropiarse de un género que le corría en la sangre por herencia: "En mi familia todos eran tangueros de Parque Patricios, milongueros del cuarenta y además tenía dos tíos letristas de la Academia del Lunfardo, gente del tango”.

El cuarto disco de esta dinastía ve la luz a través de Mañana, un sello propiedad de Eduardo Makaroff de Gotan Project, y en el que curiosamente no han aparecido fusiones de vanguardia sino interpretaciones más apegadas a la tradición. Maldito tango tiene como núcleo central las añejas composiciones de poetas como Carlos de la Púa, Dante A. Linyera, Enrique Cadícamo y Celedonio Flores. Se eligieron textos que no tuvieran música para adaptarlos a nuevos arreglos, que aunque su estructura se apegara a la historia pudiera incorporar instrumentos poco frecuentados, como el trombón, la sierra con arco, vibráfono y clarinete.

Como parte del proceso creativo se desprende la obsesión de alejarse de los lugares comunes y los clichés, como lo es la imagen recurrente del cornudo llorón; en su lugar ha optado por retomar temáticas que en su tiempo fueron censuradas: "Siempre me gustaron los poetas malditos del tango, los renegados, que hablan de las drogas, la mala vida, los asesinatos, la prostitución, la homosexualidad, todos temas prohibidos para el tango. Lo que buscamos es hablar de otras cosas en las que el tango no se mete, porque casi siempre se habla del desengaño amoroso".

Su interpretación tiene como trasfondo la figura mítica de "El Polaco" Roberto Goyeneche, con quien le hermana el registro vocal, una voz rasposa que sirve de sustrato ideal para cronicar historias canallas y orilleras, repletas de seres de marginales, perdedores, viciosos y pendencieros.



Formado en el Conservatorio con Alberto Ginastera, entre otros, y habiendo tocado un tiempo con Charly García, construyó en torno suyo una leyenda negra, debida a los excesos, por lo que sorprendió a propios y extraños cuando incursionó en el formato del tango-canción.

Hoy día, con una cincuentena de años a cuestas, ha redireccionado su carrera apoyado en el tango de raíz, el más primitivo, el que conduce hasta África. Según entiende la esencia de la música: “Para poder experimentar, primero hay que ir a la fuente y a la raíz de cada estilo, ya sea en el tango, el blues o el rock. Para mí, fue importante aprender las técnicas básicas del tango para después poder fusionarlas, componer y arreglarlas en este estilo. Pero los porteños somos un mosaico de cultural. No podemos mentir, porque no existe el purismo”.

Entre su discografía tanguera también se encuentran Ufa (2003) y Santa Milonga (2004), en los que prosigue en su afán de revitalizar al género, por lo que discrepa de aquellos que desean mantenerlo inalterable y explotar su veta de turismo folklórico; en sentido contrario intenta retomar su versión más antigua, lo que no obsta para que se olvide de sus amigos del mundo del rock; en Maldito Tango colaboran Andrés Calamaro y Vicentino (Fabulosos Cadillacs), entre otros.

Nominado a los Premios Goya (los Oscares españoles) en la categoría de mejor canción original por su tema "Pequeño paria", incluido en la película El niño de barro de Jorge Algora, goza a plenitud de su libertad creativa: "Hoy por hoy, puedo hacer una canción de rock o hacer un tango canción. No le hago asco a nada, porque el tango y el rock son una excusa para hacer música… también doy señales de que puedo ir a otros lados y que no soy un radical del tango”.
Daniel Melingo ha aprovechado las enseñanzas de su gran amigo Luis Alposta, quien a sus 70 años es el presidente de la Academia Porteña del Lunfardo y discípulo directo de Cadícamo, con quien desarrolló algunos de los temas, como en el caso de “En un bondi color humo”, que narra la historia de un ladronzuelo que es pillado in fraganti a bordo de un autobús, o "Cuando la tarde se inclina", una metáfora sobre el atardecer en un barrio cualquiera de Buenos Aires; descriptiva y costumbrista.

Se trata de una concepción del tango que no está aislada; de hecho, Carlos Cáceres, otro compositor de gran nivel y autor de Utopía, publicado por el mismo sello, avala esta postura: “La parte más oculta de esta música ha sido silenciada. Y desde el punto de vista ético y etnológico musical, es muy importante para nosotros, argentinos comprometidos con una visión ética y política, reapropiarnos de nuestra identidad, rescatar lo que es negado”.

Tanto Cáceres como Melingo son artistas que sostienen que el tango es algo más importante que esa visión estereotipada del bailarín mundano y engominado. Sostienen su importancia como la música de los desposeídos, de los inmigrantes, de los negros, de lo que eran Argentina y Uruguay a finales del siglo XIX.

sábado, 1 de noviembre de 2008

La Orquesta Nacional de Barbes: música ancestral africana con actitud rocker



Barbès es un barrio de París, situado a los pies de la iglesia del Sagrado Corazón, sus calles están llenas de restaurantes de cus-cus y bares cargados del humo que sale de las hookas; es un pedacito de África inserto en las entrañas de Francia. En sus cafés y salones el tiempo transcurre lento entre partidas de dominó y música que llega vía satélite desde diversas latitudes del llamado continente negro. Allí las nacionalidades se difuminan y los conflictos se dejan de lado, propiciando la convivencia pacífica.

En sus alrededores se asientan desde hace 50 años aquellos africanos que han intentado “la aventura francesa”, en pos de mejores condiciones de vida. En ese entorno se reunieron músicos de diversos países para conformar una agrupación musical que fuera insignia de la multiculturalidad del barrio, de su tolerancia práctica y que mostrara al resto del mundo el gran acervo rítmico ancestral africano desde una óptica contemporánea.

Animados por el bajista Youcef Boukella, se reunieron el percusionista, cantante y animador Kamel Tenfiche; el tecladista marroquí Taoufik Mimouni, el vocalista Mehdi Askeur; Fateh Benlala con su mandolina y canto chaâbie y kabile; Fathellah Ghoggal en la guitarra, más una base rítmica compuesta por Ahmed Bensilhoum, un gran percusionista en todos sentidos, y Michel Petra, baterista sin límites.

La Orquesta Nacional de Barbès comenzó su historia en 1995, repasando la riqueza sonora de África, desde el norte –el Magreb- hasta las tierras que empiezan a partir del desierto del Sahara, siendo la voz de un conglomerado humano que según su fundador: “es una encrucijada donde se rompen las fronteras. En la orquesta no somos ni kabiles, ni argelinos ni marroquíes, somos personas”.

De Barbès (97), su disco debut -que tenía un sonido más jazz a lo Bradford Marsalis-, vendieron más de 100 mil copias y no pararon de fusionar raï, reggae, y gnawa por doquier hasta que en el 2002 decidieron entrar en un impasse. Poco se sabía del futuro de esta enorme banda compuesta por solventes músicos procedentes de Argelia, Marruecos y de varias ciudades y suburbios de Francia.

La Orchestre National de Barbès está de nuevo en la calle con una grabación que sucede a Poulina (99). Alik (Soudani-Karonte, 08) es el título de su tercera producción, cuyo nombre cuando menos conlleva dos interpretaciones; la primera señala que proviene de un término raï que significa pensar. Y la otra consigna que su correcta traducción es atención.
Tras alguna esporádica presentación en el 2006 (en el Etnival) siete de los diez componentes originales se juntaron para hacer su disco más rockero y rabioso a la fecha y de obligada conexión con Rachid Taha, Mano Negra y Les Negreses Vertes. Basta decir que una de sus piezas fundamentales es una versión de “Sympathy For The Devil” de los Rolling Stones, en lo que no es una apropiación gratuita sino más bien un intercambio, pues la banda de Mick Jagger hace años incluía en sus conciertos “Alaoui”, original del combo galo, que por su parte cerraba su directos con ese inmenso himno compuesto por los ingleses. Un cover que inevitablemente nos hace rememorar el excelso “Rock el Kasbah”, la adaptación de Rachid Taha a The Clash.

La parte tradicional del álbum se sustenta en el homenaje a tres compositores argelinos; Mohamed Larbi, también conocido como Cheikh el Mamachi, un gran poeta y cantante beduino, del que ejecutan “Civilise” en clave raï-rock; Slimane Azem, un disidente kabile, autor de “Residence”, un canto sobre la inmigración actual que tiene como base una mezcla de zouk y rumba congoleña; y Mohamed Mazouni, un inmigrante incomodo de los años sesenta y compositor de “La rose”, que aparece primero a ritmo a vals y después en una de las atrevidas fusiones típicas de las Orquesta.

Su carácter desenfadado y arrabalero, así como su actitud combativa los hacen ver como una expresión que conjuga con especial maestría los códigos de las culturas autóctonas con los del rocanrol más visceral.

Bien ha valido la pena esperar casi nueve años para una tercera entrega, que los mantiene apegados a sus ideales de origen: "Estamos aquí para tocar y hacer disfrutar a varios países, a varias culturas. La música provoca placer y el placer dulcifica las amarguras de la vida, aunque no las cure. Lo que no impide que haya que cantar: ¡hermano, cantemos!”. Tal ideología es vertida durante sus presentaciones recientes, entre las que se cuentan los Festivales La Mar de Músicas y Pirineos Sur, ambos en España.

Alik es un trabajo vigoroso y vasto, en el que también hay música de la tradición gnawa (“Khalti Hlima”) o fiestera total en “Wawa” y “Madame”, en las que Kamel luce sus amplias posibilidades y recursos vocales. Es una puntual bitácora sonora de un barrio que no pide pasaporte, donde sus ciudadanos se erigen como miembros de una nación imaginaria verdaderamente interesada en aquel viejo lema: Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Polka Madre: Punk gitano (y mexicano) por las calles del mundo




Nota: versión completa de la entrevista publicada en la revista Marvin 65 (octubre)



Existen bandas ajenas a cualquier escena; reacias a echar raíces en alguna parte, que vagan errabundas esparciendo su arte. Tal es el caso de Polka Madre, un combo en que militan finlandeses, gringos y mexicanos. Toda una rara avis del rock nacional que tiene, acorde con su naturaleza, una historia bizarra a cuestas. Hay ocasiones en no conviene explicar demasiado las cosas, más vale dejar hablar a los protagonistas.

Conversamos con Marina de Ita, mexicana encargada del Acordeón, y Eric, finlandés-norteamericano, a punto de embarcarse en una gira que los llevará desde Arizona a la alta California y de ahí a Portland, uno de los centros neurálgicos de la música actual. Como se verá más adelante hablan sin cortapisa alguna y se dan tiempo para no dejar títere con cabeza, algo que se agradece en estos tiempos de tanta hipocresía políticamente correcta.

Polka madre tiene una historia un tanto curiosa, ¿podrían hacer un recuento?

Eric.- Llegué a México después de la universidad para estudiar español. Conocí enseguida a Marina y comenzamos una banda tocando música judía. Compré a 330 pesos una guitarra que sonaba jodidamente mal. Entonces encontramos a Enrique Pérez, un tipo que se ganaba la vida tocando el clarinete en la plaza de Coyoacán por algunos pesos que le daban los ‘fresas’ que estaban tomando café. Y resultó un genio. Pasaba sus días improvisando en las calles y puede tocar cualquier cosa. Lo introdujimos en la música judía y el clarinete, obviamente, es el instrumento perfecto para tal música. Más adelante cambiamos a muchos bateristas y bajistas hasta que retornamos a Pórtland. Allí encontré a Andrew Cameron, y sabía que el era la única persona lo suficientemente loca para dejar su casa, familia, amigos e irse a vivir a México. El hizo la música más rápida y pesada con su bajo.

Marina.- Además de editora y correctora de estilo, yo era maestra de español para extranjeros ocasionalmente; oficio que aprendí cuando vivía en Oaxaca. Un día me habló una amiga para decirme que había un gringo- finlandés que venía un mes a México y quería aprender español. “Puedes sacarle unos dolaritos…”. Ese gringuito era Eric. Cuando nos conocimos, en vez de darle una clase formal de español, empezamos a hablar de música. Le conté que había retomado el piano dos años antes y que estaba componiendo melodías que tenían un aire judío, húngaro, sin habérmelo propuesto; era algo natural, acorde con mi personalidad, algo confusa, triste, pero un tanto valemadres y fiestera también. En cuanto empezamos a tocar juntos supimos que estaba naciendo algo importante (los dos éramos escritores incipientes no satisfechos; el resultado de ese experimento musical nos dejó más contentos que nuestros intentos de cuentos o novela).

También debo reconocer la influencia de Las Comadrejas, banda de amigos míos, a los que admiraba mucho, y que estaban tocando polkas, covers de Kusturica, boleros vueltos polkas punks. Antes de escucharlos, ya estaba experimentando en esa dirección, pero fue cuando Eric y yo los vimos en vivo que supimos que debíamos atrevernos a formar una banda y tomarlo en serio. Verlos fue un empujón; ellos ya eran muy buenos ejecutantes. Ninguno de nosotros dos había tocado en una banda y con ellos vimos que era posible hacerlo a cualquier edad –no éramos ya tan chavitos cuando empezamos-, teniendo cualquier otra profesión.

Pero hay otra historia que ahora he decidido contar; es que inconscientemente estaba esperando algo que cambiara mi vida aburrida y me diera fama, dinero, viajes, amores y drogas. Y Casa Kramer, mi hogar, era el lugar perfecto para que eso sucediera. Situada en el centro de la colonia Atlántida, en Coyoacán, barrio diseñado en forma de triángulo por un esotérico, Miguel Kramer, esta casa, a la que nos trajo el terremoto del 85 –nuestra cuadra en la Narvarte había quedado prácticamente destruida- había atraído a músicos y artistas desde que mi hermana, Laura de Ita, empezó a hacer fiestas universitarias que poco a poco se volvieron masivas. Luego seguí haciéndolas yo, trayendo bandas, djs, escritores, pintores… Así que en cuanto se formó la banda nosotros podíamos tocar sin que nadie nos pudiera bajar. Debo admitir que al principio tocábamos muy mal. Un amigo escritor me dijo recientemente que antes dábamos pena ajena, pero era mi casa y nadie se atrevía a decirlo. Pero algunos músicos profesionales, jazzistas, músicos de conservatorio, nos animaban diciendo que aunque no ejecutáramos muy bien, nuestra música era algo muy diferente, que aunque remitía a la música balcánica era algo realmente original… Entonces decidimos estudiar música, algo de armonía y ejecución.

Ahora también puedo contar que cuando nos conocimos, Eric y yo nos enamoramos, así que estábamos muy emocionados por tener a un compañero con quien además había un proyecto que parecía tener futuro… pero la relación no duró mucho tiempo, así que Polka Madre es el hijo de una pareja de divorciados que se volvieron grandes amigos.

Pero lo más importante fue que nos encontramos cinco vagos, dispuestos a dejar todo por la música, y muy necios, por cierto. En varias ciudades, como México, Portland, Nueva York, Helsinki, Paris, nos han dicho que nos quedemos más tiempo, que nos conectemos con disqueras, managers, clubs, pero ya no podemos estar más de un mes en un lugar, somos adictos al viaje, a los shows, a la fiesta, así que no hacemos mucho caso y agarramos camino a donde nos ofrezcan tocadas.

Polka Madre, más que una banda, es una familia, y un estilo de vida.




En este momento parece ser que la música de los balcanes despierta gran interés y no sólo por pensar en nombres como Emir Kusturica o Goran Bregovic sino en Beirut, The Hawk and the Hackshaw, Devotchka o Shantel, ¿a qué creen que se deba?

Eric:
Devotchka es una de mis inspiraciones. ¿Has escuchado su canción titulada algo así como “Mi vida sin ti”? La simple repetición de un riff en la escala armónica menor es hipnótica, me hace sentir como si estuviera montando sobre un caballo en un bosque eslavo, hambriento, y listo para ir casa. Es a partir de su segundo álbum que he hecho una canción con Polka Madre, con la idea general de que el ritmo y la repetición de una frase es muy importante.

Pienso que la gipsy-music es un capricho que es como cualquier otro, y pasará dentro de un par de años. En Nueva York, por ejemplo, el gipsy-punk es muy popular. Eso significa, como regla, que será muy popular en Londres, Paris, Estocolmo, Barcelona y así irá hasta hacerse popular en Fargo, Dakota del Norte. Es entonces cuando se vuelve aburrido y sobre explotado.

Estudié literatura inglesa en Londres. Nuestra Universidad fue famosa por el diseño de modas. Pienso que esos estudiantes fashion usaban ropas horribles. Algunos años más tarde, sin embargo, noté que ellos habían diseñado la moda del futuro, usando la ropa kitsch de los 80. Lo que siento es que fue muy feo volverse hermoso.

Una de mis amigas diseñadores de moda decía: “El siguiente verano ‘la moda insufrible’ (suffering fashion) estará en todos los anuncios”. En efecto, la siguiente temporada observé que ella tenía razón, que todo eso fue todo un gran plan, un movimiento diseñado por los editores de revistas de moda.

Marina: No te podría dar una explicación de experto, no he estudiado la historia de la compleja región de los Balcanes ni de su música, tan llena de influencias de diversas culturas, italiana, rumana, búlgara, griega… por su ubicación geográfica y su proceso histórico, pero como ejecutante y escucha sólo puedo decir que esa música es realmente pegajosa, poderosa, tan festiva por momentos, pero tan trágica a la vez. Es un tipo de música que se toca con mucho orgullo. Sabes que en el momento de tocar vas a conmover de una manera casi peligrosa a quien escucha. Invitas al público a bailar de manera frenética y a celebrar la vida sin ningún pudor, pero también lo vas a lanzar a zonas de dolor, recuerdos, reflexiones sobre la muerte, la pérdida, o sobre uno mismo. Claro que eso sucede con otros géneros y otras expresiones artísticas, pero la naturaleza misma de los instrumentos característicos de la música balcánica como el acordeón o los metales, y las escalas que se utilizan comúnmente, como la húngara o la armónica menor, pueden hacer que el rostro del más insensible empiece a llenarse de lágrimas y a contraerse de dolor y sentimientos confusos.

Como casi todos los movimientos migratorios, resultantes en su mayoría de guerras y situaciones penosas, la llegada de algunos serbios o ucranianos a ciudades que dictan el rumbo de la moda en todos los ámbitos ha favorecido y transformado la escena musical. Se dice que fue en Berlín donde empezaron a instaurarse las fiestas balcánicas, gracias al dj serbio Roberto Soko, que al poco tiempo de haber emigrado tuvo la suerte de contactarse con clubs importantes en donde hizo resonar esa música que traía de su tierra. En Nueva York, Eugene Hutz, vocalista de Gogoll Bordello, y Joro Boro se consideran pioneros en el movimiento. Y en ciudades como Ámsterdam, Bruselas o Paris existen también bandas y djs importantes, sólo que en México no nos enteramos sino de lo que pasa en Estados Unidos.

Algunos de estos proyectos ni siquiera proceden de Europa, sino de lugares distantes, ¿cuál es tu sentimiento acerca de ese espíritu nómada?

Eric: Polka Madre toca esta música porque así es su vida. Si gastas largos meses viajando y durmiendo en suelos sucios de casas sucias, entiendes, -poco a poco- que tocando música te ganas un momento de libertad. Los cinco de nosotros vamos en una van, manejando largas distancias con poco dinero, cansados y hambrientos, ya sea en Europa, EU o México.

Nos gusta viajar. Si le chingas, puedes empezar de nuevo al día siguiente. Cada día el show se vuelve mejor. Somos albañiles de la música, y tratamos de tocar cada día si podemos. Y en el inter bebemos cerveza, vodka, agua con MDMA (de Holanda) y hacemos muchos amigos.

Marina: A nuestra generación le ha tocado viajar de manera mucho más fácil, sobre todo, obviamente, a los jóvenes de países ricos como EU o europeos. Ahora se puede ver a cualquier chavo clasemediero deambulando en Estambul o en ciudades en donde en las esquinas hay gitanos tocando acordeones y clarinetes con orgullosa tristeza. Algunos turistas que regresarán a sus casas y trabajos estables lanzan monedas a estos músicos errantes como aplauso por soportar la difícil vida del gitano, pero si eres músico o alguien más o menos sensible te ves arrastrado inmediatamente a ese tipo de vida, aunque hayas crecido en un contexto estable.

Es fácil volverte viajero una vez que te das cuenta de que cruzando carreteras y ciudades puedes enfrentar situaciones que sólo podías vivir de manera indirecta a través de la literatura o el cine. Está claro que es más emocionante sentarte en una esquina de Ámsterdam a escuchar a unos rumanos tocar, o a tomar y hablar con ellos hasta que llega la policía y separa a la familia, como sucedió una vez, o en una plaza de Hamburgo, donde también cuando acabaron de tocar los músicos llegó una prostituta algo vieja y borracha que era la esposa de todo el grupo, como cinco hombres, que leer que lo hace un personaje en un cuento.



Yo era fan de la poeta argentina Alejandra Pizarnik y siempre recordaba una nota en sus diarios que decía algo como: “preferiría estar cantando blues en un pequeño bar lleno de humo que estar escarbando en el lenguaje como una loca”. A veces cuando estoy tocando en alguna ciudad lejana, en un bar lleno de humo de haschis, como uno en Lieja, Bélgica, la recuerdo y con cierta arrogancia me siento bendecida por estar ahí y no en mi cuarto tratando de escribir una línea.

Por otro lado, nosotros tenemos la influencia de los punks desde que Andrew, el bajista gringo llegó a la banda. La mitad de los shows que hemos dado en Estados Unidos ha sido en casas o bares manejados por punks, y la mayoría de la gente que conocemos son viajeros incansables, siempre saltando trenes, viajando de aventón, acampando de casa en casa, gorroneando muchas veces lo que pueden ofrecerles los sedentarios que sí trabajan… pero lo curioso y contradictorio es que vas a casa de sus padres y te encuentras con que viven en suburbios con muchas comodidades y hasta lujos.

Y bueno, para concluir, aunque me dé pena decirlo, por ser un cliché, y porque le podría restar mérito a la vida gitana que algunos músicos hemos adoptado, debo admitir que Internet, con myspace, craigslist, last fm, etc… son de muchísima ayuda para estas nuevas bandas. Ahora puedes planear un tour con Myspace contactándote con foros o bandas de países a los que parecía imposible acercarse.

¿Cómo se dio la grabación del disco (Casa Dónde, Intolerancia, 08) y como se conformó el repertorio?

Eric: Nosotros hemos tocado algunas canciones por años. Otras las aprendimos en giras, de extraños que conocíamos en pequeñas plazas o lugares. Este es el primer álbum y la culminación de todo lo que hemos realizado antes. Marina y yo (cuando éramos pareja) usualmente nos sentábamos en casa y trabajábamos juntos por horas. Ahora que no lo somos, las canciones son más un asunto personal. Tengo mis canciones, otras que quizá sean embarazosas, mientras que Marina tiene las suyas a las que les falta, -en mi opinión- mi tacto, mi toque, jajaja. Pero nos volvimos más profesionales. Siento que componer música y letras es el honor más grande de estar en una banda.

Marina: Debo agregar que el proceso de este disco fue muy doloroso. Conocimos a los personajes del estudio Kriminal Records gracias al que era entonces manager de Joe Volume, y nos prometieron un gran disco con poco presupuesto que estaría listo en un mes, pues lo necesitábamos urgentemente para una gira que teníamos planeada en Europa.

Grabamos en una sola semana a principios de mayo de 2007, con algunas dificultades como que por tener muchas tocadas estábamos crudos y algo dispersos todo el tiempo. Y a mí me habían invitado a tocar en el Vive Latino mis amigos de La Tremenda Korte unas canciones y me la pasé ensayando con ellos, así que hacía primeras tomas y me iba… Y teníamos las primeras tocadas en Finlandia en julio.

El proceso de mezcla y masterización fue muy tardado, teníamos las fechas encima y no quedaba y no quedaba. Nuestra instrumentación no es común para ingenieros que han trabajado con bandas de rock. Así que nos tuvimos que ir sin disco, con una primera mezcla no muy buena, con una portada provisional que dejaba mucho que desear. Estuvimos vendiendo por toda Europa discos quemados. En cada ciudad preguntábamos precios de maquila y hablábamos con artistas o diseñadores sobre la posible portada, siempre pensando que en cualquier momento nos mandarían los archivos vía Internet, pero el disco no llegaba. Regresamos a México y nada, el disco no estaba listo todavía. Se nos reclamó que nos hubiéramos ido sin estar en el proceso, peleamos con los ingenieros, que ahora son muy amigos, y se acordó que buscarían ayuda de alguien con más experiencia en mezcla y masterización. Entonces se metió en esto Luis Ernesto Novelo, miembro de la Gusana Ciega, que tiene un oído muy fino, personaje sensible y disciplinado, practicante de yoga, y tiene un estudio impecable en Desierto de los Leones; sin cobrar un solo peso metió mano y dejó algo que nos tiene muy contentos y que ha gustado mucho.

Sobre el repertorio, hay canciones de Eric, Andrew, Enrique y mías. Raymundo, el baterista, no ha compuesto canciones completas pero siempre aporta ideas. Cada quien añade su sello personal a las canciones de los otros.

¿Cómo sienten el panorama musical mexicano?, ¿encuentran un sitio para la banda?

Eric: El rock mexicano apesta. Odio especialmente a los Fancy Free y Zoe. Si tuviera que asesinar a alguien sería a esas bandas exactamente. Los Dynamite y otros por el estilo que están surgiendo son igualmente horribles. Es embarazoso estar en México y tener bandas como esas en la radio.

Sin embargo, me gustan Los Relámpagos del Norte, Los Tigres del Norte, Los Alegres del Terán y todas las variantes del son jarocho. México tiene demasiada buena música y es especial, porque está lleno de música -en peseros, en las calles, en ventanas abiertas y en cantinas-. Odio el rock mexicano porque si quieres buen rock mejor ve a NY o a Londres. Pero la música mexicana es hermosa. Las únicas otras buenas bandas son Café Tacuba y Joe Volume y los Vincent Black Shadows.

Marina: No voy a ser tan directa como Eric, pero sí puedo decir que no hay sitio para nosotros en la escena musical de México. Muchas veces nos ofrecen lugares en que nosotros tenemos que armar el cartel y no sabemos a quién invitar, así que acabamos tocando solos y se nos llega a reclamar que no incluyamos a nadie más. También se nos ha llamado malinchistas algunas veces, pero qué le voy a hacer, tal vez por algo me llamo Marina, como llamaron los españoles a la Malinche.

En Cd. Juárez existe la banda de nuestros amigos de La Caravana, aunque es música más gitana, con un toque más latin, con percusiones, suena más a world music… Nabuzenko también es una banda amiga, pero su música es mucho más apegada a la música tradicional balcánica; el fundador estuvo viviendo en esa zona y aprendiendo de los maestros nativos… Pero en cuanto al movimiento balcánico, los dj’s Gadgio, Ruth Selecta y Peach Melba (Jesús Pacheco) se han encargado de incluirnos en fiestas, festivales y de hablar de nosotros en medios recientemente.

Con quienes hemos tocado varias veces y consideramos que tienen la misma energía es con Joe Volume y los Black Vincent Shadows. Su música es muy diferente, es estricto rock and roll, de a de veras, con huevos, con actitud. Son odiados por mucha gente por su actitud, que podría parecer de chavitos prepotentes, por hacer público que usan drogas, por provenir de familias con dinero. Pero musicalmente hablando están muy por encima de la mayoría de bandas en México.

También soy fan de Café Tacuba, pero no se han dado cuenta de que existimos. En México no se nos ha hecho ningún caso en el mainstream. Y no es que no lo buscáramos, pues quién no quiere ganar más dinero de la música. Al principio sí íbamos a las estaciones a dejar nuestros demos pero a nadie le interesó nuestra propuesta, pero así son las cosas. Volviendo a un cliché, nos tocó vivir en carne propia aquello de que nadie es profeta en su tierra.


Polka Madre son:
Eric Bergman: voz y guitarra
Marina de Ita: acordeón y teclados
Enrique Pérez: clarinete
Andrew Cameron: bajo
Raymundo Vera: batería

Pascal Comelade, el genio de la música de juguete



A través de los años, Pascal Comelade se ha construido a pulso una reputación inapelable como músico excéntrico y genial manipulador de juguetes y objetos diversos. Su carrera ha estado inspirada por un fino sentido del humor; de entrada dejó correr el rumor de que su lugar de nacimiento era un lugar llamado Sant Feliu de les Forxetes, un pueblo que no existe.

De padre psiquiatra y madre autora de libros de cocina medieval, nació en Montpellier, en el año de 1955. En aquella ciudad de los Pirineos Orientales, creció rodeado de constantes visitas de músicos del lado sur de la frontera, por lo que optó por definirse como un catalán del norte y para fortalecer sus raíces -imaginarias hasta entonces- durante la década de los setenta se trasladó a la ciudad condal, donde se dejó absorber por la bohemia. Vivió en casa del cantautor Lluís Llach; lo que permitió que conociera a Maria del Mar Bonet, Francesc Pi de la Serra, Toti Soler y el músico experimental Víctor Nubla (miembro de Macromassa), que lo introdujo a las experiencias de vanguardia.

En 1983 fundó la Bel canto Orquestra con Cathy Claret y Pierre Bastien, pero la ruptura en su obra sobrevino al escuchar Music for Amplified Toy Pianos de John Cage. Descubrió un vasto universo de posibilidades, que a la fecha le ha permitido firmar alrededor de 40 discos y realizar algunas colaboraciones insignes, con figuras como P. J. Harvey, Robert Wyatt, Anthony and the Johnsons y Goran Bregovic, entre otros.

Esquivo personaje, estudioso de las tradiciones y la música popular, ha conseguido inyectar vida nueva a la música elaborada con juguetes de diversa índole, una corriente que tiene como precursores distinguidos a Perrey-Kingsely, Raymond Scout y Bruce Haack. Todos manipulando objetos reales y sin ningún artilugio tecnológico, una combinación que se daría a partir de los años sesenta.

Pascal se ha mantenido también trabajando orgánica y físicamente, fascinado por la naturaleza de este tipo de artículos: "una de las características que adoro de los instrumentos de juguete, didácticos, es que siempre tienen un sonido diferente. Depende del tamaño, el material o la forma, adquieren muchos tonos diferenciados entre sí".

La música que produce no acepta fácilmente etiquetas: ni pop, tampoco avant garde, ni rock, ni minimalista, ni folklore. Puede serlo todo a la vez o emprender la fuga de los cánones. Lo que si es un hecho es que sabe trastocar los géneros tradicionales dándoles retorcidas e inéditas formas. Comelade es consciente de los enormes retos y dificultades que enfrenta una creación como la suya: "Mi música, y la manera de producirla, están hoy fuera de juego en el mundo y el marcado occidental. Hacer música instrumental como la mía es un suicidio".




Autor de álbumes tales como La manera més salvatge (06), Espontex simfonia (06) y la antología La filosofía del plat combinat (04), ha utilizado con gran tino las piezas que ha venido reuniendo: "Es una colección que he ido aumentando gracias a mis visitas a infinidad de tiendas de juguetes y mercadillos. Hay instrumentos de todo tipo y procedencia".

Método de Rocanrol

Apasionado de dos pianos miniatura con los que se pasa horas componiendo y repasando, sobre todo, el legado musical de Cataluña, Pascal ha concebido un nuevo proyecto, que parte tanto de la libertad total compositiva como de una especie de broma de humor negro. Un par de álbumes editados con algunos meses de separación a los que ha llamado Metode de Rocanrol (Discmedi, 07-08), pero no contienen formalmente ningún tema que se ciña o aluda al término; lo que es más, afirma categórico que el rock no tiene método alguno; he ahí la humorada.

Musicalmente, los discos contienen desde boleros bizarros a coplas catalánas; ecos de cabaret a lo Kurt Weil, tangos mutantes, sardanas, esbozos minimalistas a lo Eric Satie y tonadas de feria, romance y verbena. Hay versiones instrumentales de temas de Joan Manuel Serrat (“Cançó de bressol”) y Pau Riba (“Noia de porcellana”), de quien también se incluye “Cançó sense títol”, un entrecruzamiento entre poesía y música, recitado por Enric Casasses, poeta animador incansable de la escena barcelonesa e influencia definitiva en Comelade.

La brisa del pasado abatiéndose sobre La perla del mediterráneo se siente en “La vedette del molino”, “L’enterrament de les sardines”, “Le barman de Satán” y la adaptación de “Passejant per Barcelona”, original de Quico Pi de la Serra. Sobre cada una se descarga una instrumentación abigarrada: armónicas, peines, guitarras de tianguis, xilófonos de colores, acordeones, saxofones de plástico, trompetillas, silbatos y baterías de latón, usadas por sus únicos tres colegas de planta: el baterista Didier Banon a la batería, Enzo Tozoni en el trombón y Pep Pascual, manipulando el arsenal lúdico.

El único resabio roquero se halla en el peculiar cover de “Cadillac” de Vince Taylor o el guitarreo acústico de “Elvis loved dogs” (incluido en el segundo volumen). A fin de cuentas, convierte en un circo la música seria y de dan densidad formal a la música ligera.

El cabaret Galáctico

Considerado por algunos como un rocker ultra minimalista y por otros, un clásico post-moderno, su influencia se ha esparcido incluso en Japón, donde una banda se nombró Pascals a manera de homenaje y cuyo disco debut se compone solamente de arreglos. Es curioso que en su país natal no halla alcanzado el mismo eco que en el extranjero, no obstante sigue editando allí su material, pese a que considere que: “Francia vive de un cliché cultural; un retorno de la canción francesa revivalista”.



Desmarcándose de cualquier influencia nativa, su senda pasa por revisar la música tradicional catalana (Música Pop, Dances de Catalunya Nord (03) y dos volúmenes de Pop Songs del Rosselló (00-01)), trasmutar temas del dominio público, como “Honky Tonk Women” de los Rolling Stones, “Bésame mucho” y “Brand New Cadillac” de The Clash en Dances et Chants de Syldavie (94) y recopilar buena parte de su vasta creación, que incluye música para cine, teatro, espectáculos de danza y obras de teatro, en la caja Monofonicorama 2005-1992 (07).

Autor de corte personalísimo del que se dice: no ceja de editar viñetas instrumentales inocentes por fuera; perversas por dentro, como en El cabaret Galactic (95) ha colaborado en el próximo disco de Albert Pla y prepara una grabación en directo que se publicará junto a un cómic del dibujante culé Max, dedicada a la historia de la Bel Canto Orquestra.
Pascal Comelade posee un brío creativo imparable. Se desborda en cantidad de proyectos, ya sea en solitario o con buenos amigos. Entiende al mundo del arte como un juego y viceversa. Para un tipo como él, la hora del recreo es infinita.


jueves, 9 de octubre de 2008

Máscaras y Luchadores, nuevo libro de Federico Arana



De verdad que soy un convencido de que el azar tiende hilos invisible para que los acontecimientos ocurran de una determinada manera; a veces los elementos se conjugan para que sobre el velero de nuestra existencia sople un potente viento a favor.

Y digo esto porque no estaba planeado que el día de hoy estuviese sentado aquí, acompañando a Federico Arana, en un acontecimiento que verdaderamente me emociona. Bien podría señalar una por una las diversas empresas que este escritor, investigador y científico hidalguense a llevado a cabo durante su vida, pero antes que otra cosa, se impone sobre mí la pasión de lector y todavía puedo recordar cuando a mis veintipocos años me hice de un ejemplar de Las jiras, la novela con la que Arana obtuvo el premio Villaurrutia y que se había publicado en 1973, cuando apenas y quien les habla rondaba los 5 años de edad.

En aquel libro podía leerse y cito:

“Creo -empecé a contarle a Margaret- que la culpa de todo la tuvo el ambiente de la música pop. Hace años formé el grupo con unos compañeros de la escuela. Entonces nos llamábamos "The Happy Boys Blues Band Revelation", pero el baterista se separó robándonos el nombre, así que nos convertimos en "Los hijos del Ácido". Este nombre lo sugirió el Foco, como ocurrencia suya, pero después descubrimos que en Acapulco había un grupo homónimo en el que tocaba un primo suyo; por ello, cuando íbamos por aquellos lares, actuábamos con el nombre de "La Tropa Maldita".

Dedicarse a rocanrolero es agradable, por el dinero (fácil), las chicas (predispuestas), la popularidad, los viajes... Lo malo es que hay que rozarse con tipos como el Blondidudi, el Cerdo y el Foco, verdaderos indeseables”.

Y es que a finales de los ochenta hablar y disertar acerca de rock en México era prácticamente imposible; todavía se sentía la ley mordaza que trajo consigo el malogrado festival de Avándaro de 1971, y lo que es más, a finales de esa misma década (1980), Pachuca había sido invadida y vejada por las bola de alucinados jipitecas que arribaron para el mítico concierto que Johny Winter, la leyenda albina del blues, daría en el estadio revolución y que terminó en un desmadre, cuando a un músico le reventaron la cara con un botellazo. Ergo el rock and roll era un asunto de vicios y desadaptados, y algo prohibido para el resto de la sociedad.

Es por ello que Las jiras era una novela reveladora; gracias a ella se establecía que era viable abordar con seriedad la literatura sin tener que caer en la petulancia y la pesadumbre intelectual. Se podía escribir acerca de la vida al interior de una banda de rock e incluso ganar un premio de reconocido prestigio. Las jiras es un libro que sigue abriendo puertas hacía otra dimensión de la escritura, hacía un amplío páramo lleno de libertad creativa.

Un año antes del mundial de fútbol, exactamente en el fatídico 1985, va apareciendo paulatinamente en 4 tomos Guaraches de ante azul, la historia del roc en México, editada por Posada, y que es un trabajo fundamental para la historiografía del género en nuestro país; muy bien documentada, esta investigación de largo aliento, incluía además la visión crítica y ácida de su autor, que se daba tiempo para hacer bromas e ironizar acerca del asunto y sus propios colegas.

Así las cosas, habremos de mencionar que el guitarrista y líder del grupo Naftalina desarrolló también una importante trayectoria académica dentro de la UNAM, pero no en el campo de las humanidades sino en la Facultad de Ciencias, dada su formación como Biólogo, ramo en el que ha alcanzado el grado de Doctor.

Por si fuera poco, Federico también es pintor, dibujante y caricaturista; ha expuesto su obra en Estados Unidos, Suiza, Alemania y México; además ha compuesto música para algunas películas y colaborado para periódicos y revistas.
No menos memorable es su personaje Ornitóteles, el pájaro filosófico, protagonista de las caricaturas que iba publicando en el diario Novedades y que después se reunieron en dos libros. Aunque no son pocos los estudiantes que lo identifican por los textos de índole científico y didáctico que ha publicado, entre los que se encuentran: Método experimental para principiantes; Ecología para principiantes y Fundamentos de Biología.

Con tantos proyectos y actividades a cuestas, lo más probable es que pensemos que a este hombre no le queda tiempo para ninguna otra cosa. Que se encuentra ocupado y apenas si cuenta con espacio para comer y dormir, pero hoy nos demuestra todo lo contrario, pues podemos confirmar que Federico Arana es también un coleccionista compulsivo, que luego entrevera su parte lúdica con el rigor del investigador para conformar así obras tan singulares como los dos volúmenes con que ya cuenta México enmascarado, los recopilatorios de Máscaras y luchadores, que han visto la luz en coautoría con Mario Paniagua, su amigo de antaño y aficionado crónico a las arenas y cines de barriada.

Y cuando apunto acerca de esa afición recalcitrante por los cines de rompe y rasga y las arenas de medio pelo, conecto también con mi propia pasión por la lucha libre y su ramplona fantasía de tela y piel.

No voy a remontarme a los ensayos de Octavio Paz para explicar la importancia de la máscara en los pueblos latinoamericanos, ni haré una alocución acerca del simbolismo de la lucha libre y su conexión con la sempiterna batalla entre los opuestos complementarios: el bien y el mal, el cielo y el infierno. De todo ellos se da cuenta en el ensayo introductorio del primer tomo.



En vez de ello opto por recomendar la lectura y consulta de este par de libros dada su gran capacidad por devolvernos a tiempos idos, por remontarnos a un país que no existe más y del que muchos de los mexicanos ni se acuerdan o no se quieren acordar.

Al pasar las páginas me descubro de nuevo, cuando durante los veranos de mi infancia acudía a la Feria de Atotonilco, no motivado por los juegos mecánicos, sino por la presencia de un cine nómada, que divididas por tandas, proyectaba diversas cintas de luchadores. Afuera de la improvisada carpa, los espectadores indecisos escuchaban los acontecimientos a través de los altoparlantes y se animaban a pagar por dos tandas y acomodarse en las vigas de madera que hacían las veces de asientos.

Con el ciclo escolar había que regresar a la ciudad y a hacerse espacio para asistir al Cine Alameda (uno de los más viejos de Pachuca) para reventarse 3 películas completas por el mismo boleto, que incluían no sólo la saga entera de El Santo, sino también la de los Campeones justicieros (con todo y un rayo de Jalisco que más bien daba risa), las de Superzan (del que pocos sabían que era nada menos que el actor Jorge Rivero, o al menos eso se decía) o las de los jaguares, un clan de héroes tercermundistas que ni para mallas les alcanzaba y aparecían en las cintas en calzones de pintitas.

A los 8 años me cambié de casa, sólo para que la diosa fortuna designara que el nuevo domicilio se localizara a dos cuadras y media de la Arena Afición, catedral local del pancracio, y donde se batían figuras que ahora pertenecen al laberinto de los tiempos. Sobre aquel encordado desfilaban El troglodita Flores, René “Copetes” Guajardo, Lalo Montenegro y Karlof Lagarde; estetas secundarios que acompañaban a los grandes ídolos: Mil máscaras, Canek, Fishman, Villano III, El solitario y Aníbal, y en contadas ocasiones al propio Enmascarado de Plata, que aquí jugaba de local, pero venía poco.

Hoy día no puedo sino arrepentirme de haber regalado mi colección de casi un millar de revistas de luchadores. Box y Lucha, El halcón –sólo lucha libre- y otras más, que mi memoria no consigna. Quiso mi vicio por el rock and roll, las artes marciales y las mujeres que me olvidara por un tiempo de la lucha libre. Pero aunque las pasiones se agazapen y permanecen en estado recesivo, se hallan a la espera del estímulo adecuado que las haga reaparecer.

Máscaras y luchadores o México enmascarado, como se prefiera, tiene el poder de ilusionarnos e ilustrarnos en torno a la evolución de los personajes, sus atuendos y personalidades.

Cómo olvidar a La maravilla enmascarada, uno de los precursores, o que Huracán Ramírez tuvo de aliada a una monjita negra. Que Irma González llegó a enmascararse para encarnar a La novia del santo, o bien despatarrarse de risa al contemplar a luchadores tan delirantes como Pancho Pantera, las múltiples momias o los regionalistas Fantasma de la quebrada y Araña de Morelos.
Mazámbula, Canaima y Chanoc se remontaban al imaginario étnico, pero también había quien escribía mal su nombre en inglés o hasta inventaba palabras. Ahí están Neutrón o el Médico asesino perpetuando su leyenda de celuloide, al lado de inmortales como Blue Demon, que siempre madreó al Santo, Black Shadow, quien se desmoronó al perder la tapa, o el Psicodélico, tan acorde con los años sesenta.

Al final del segundo volumen se incluye una sección con los carteles y stills diseñados para promover las películas, en sí mismos dignos de un estudio profundo y que son joyas del arte naif o como dijera Sergio Arau, del más puro Art nacó.

En suma, Máscaras y Luchadores es una obra disfrutable como pocas, interesante te guste o no la lucha libre. Se trata de un documento que cada día irá ganando más valor y producto del trabajo incansable de un creador a tiempo completo, que también ha hecho suya aquella frase que dice que: no hay peor lucha, que lucha villa. Federico Arana siempre ha ganado la suya, subámonos con él al cuadrilátero de la lectura.


sábado, 27 de septiembre de 2008

La última broma de David Foster Wallace


Intentar describir de que trata una novela tan extensa como La broma infinita implica de entrada acotar que, como las matrushkas rusas, tenemos delante a una obra que encierra otras muchas en su interior. Es una maquinaria narrativa desplegada en más de 1000 páginas que contiene varias novelas en su seno y que a la postre funcionan como una sola. Pasa de abordar el destino de Norteamérica desde una perspectiva política a retratar con sorna e ironía el fin de la familia tal y como la conocemos; es también una delirante novela de espionaje y terrorismo (con travestismo incluido) entre norteamericanos y canadienses, y una más, de ciencia ficción, acerca de un territorio biotecnológicamente modificado.

En ella, una academia de tenis y una clínica de desintoxicación sirven como pasarela para un desfile de personajes que exhiben la miseria humana. Alcohólicos, drogadictos y deportistas con instintos de superación se arrebatan un mendrugo de vida, mientras en el cuarto de al lado un famoso jugador de fútbol americano despliega una hilera de conquistas sexuales. Aunque tampoco podemos dejar de lado la historia fantástica sobre una película asesina y una ex musa fílmica que esconde su rostro ante una belleza terrible.

Con este libro, Foster Wallace intentó prácticamente contarlo todo y se volcó en el intento, logrando un summun de las neurosis contemporáneas y todo tipo de adicciones. Ya el propio autor trazaba su obsesiva percepción de la existencia: "Todos nos morimos por entregar nuestras vidas, quizá a Dios o a Satán, a la política o a la gramática, a la topología o a la filatelia… a lo que sea”.

Con La broma infinita, publicada en inglés en 1996 (hasta el 2002 apareció en castellano vía Mondadori), le vino el calificativo de escritor de culto, de un adicto patológico a la escritura, de un autor para autores. Muchos de sus colegas consideraron al libro como: “la novela más audaz e innovadora escrita en Estados Unidos en la década final del siglo XX”.

Nacido en Ítaca, Nueva York, en 1962, creció en el ambiente universitario, pues sus padres impartían filosofía y literatura. Sus primeros libros La escoba del sistema (1987) y La niña del pelo raro (1989), le allanaron el camino en el medio editorial, interesado por encumbrar a un nuevo enfant terrible que provocara a los conservadores mediante algunas ideas incendiarias, vertidas en una prosa sumamente cuidada. Tal provocación ideológica se montaba en un estuche minuciosamente detallado.

Admirador de personajes tan polémicos como el conductor televisivo David Letterman y el cineasta David Lynch, de quien aprendió la presencia cotidiana del absurdo y la existencia como un fenómeno delirante, encontró sitio en el ámbito académico (impartía clases de escritura creativa en la Universidad de California en Pomona) y dedicaba tiempo a la redacción de brillantes trabajos periodísticos (recientemente seguía y analizaba la campaña del senador McCain).

Pese a la buena fortuna de sus libros de cuentos y ensayos, entre los que se encuentran Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer (1997), Historia abreviada del infinito (2003), Olvido (2004) y Hablemos de langostas (2005), y a llevar una estable (aparentemente) vida matrimonial, entendía la existencia como algo sombrío y decepciónate. Durante una conversación con el periodista Eduardo Lago para el diario El país, declaró: "los Estados Unidos son un buen lugar para vivir. La economía es muy potente, y el país nada en la abundancia. Y sin embargo, a pesar de todo eso, entre la gente de mi edad, incluso los que pertenecemos a una clase acomodada que no ha sido víctima de ningún tipo de discriminación, hay una sensación de malestar, una tristeza y una desconexión muy profundas”.

En varias ocasiones solicitó a su familia que lo internaran en una clínica, pues no creía poder controlar de otra manera sus impulsos suicidas. Tales iniciativas fueron inútiles, el pasado 12 de septiembre se ahorcó en su residencia de Claremont. El cuerpo fue descubierto por Karen Green, su mujer, quien notificó a la policía. La noticia no se hizo del conocimiento público hasta 24 horas después, causando consternación pues aunque era una persona taciturna era muy apreciado entre la comunidad literaria y estudiantil.

A los 46 años de edad puso fin a su vida, quien fuera considerado: “el mejor cronista del malestar de la sociedad norteamericana de finales del siglo XX y comienzos del XXI”. Su obra abrió puertas para una generación entera, que incluye los nombres de Richard Powers, A. M. Homes, Jonathan Franzen, Mark Layner Chuck y Palahniuk; un grupo no formal que algunos llamaron la Next generation.

Heredero de una tradición novelística que pasa por Thomas Pynchon, Don DeLillo y John Barth, Foster Wallace percibió que el realismo no era suficiente para plasmar la irracional forma de vida contemporánea, marcada por la dictadura mediática, la sobreoferta de información, la voracidad de la industria del entretenimiento y la amenaza constante del terrorismo.

De ello dio cuenta en La broma infinita, ubicada en los Estados Unidos del año 2025, una época en la que el cine sigue siendo la fábrica de mitos, que encandila a los cada vez más solitarios seres humanos. Aun planteada en clave futurista, la obra es una crítica despiadada de la sociedad actual, es por ello que uno de sus amigos cercanos, Jonathan Franzen, autor de Las correcciones, afirmó que David era: “nuestro escritor retóricamente más afilado”. La novela fue considerada por la revista Time dentro de las cien mejores novelas escritas en lengua inglesa desde 1923, por sus "diálogos dolorosamente graciosos" y "la fantasía casi infinitamente rica".

Por su parte, Javier Calvo, traductor de la obra de Foster al español, acotó: “Él analizaba muchas formas de soledad de esta sociedad fragmentada, que no tiene defensa para el individuo. Fue la incapacidad para defenderse, la vulnerabilidad del individuo precisamente, la que ahora se muestra como un comentario autobiográfico".

Afectado por profundas depresiones, se mantuvo en tratamiento durante 20 años, pero los molestos efectos secundarios llevaron a Foster a suspender el tratamiento desde el año pasado y buscar apoyo en terapias alternativas de escaso o nulo efecto. Para Michiko Kakutani, crítico del New York Times, la personalidad del también autor de Extinción era compleja pues podía ser: “triste, gracioso, conmovedor y absurdo. Todo con la misma facilidad e incluso al mismo tiempo".
Convencido de la importancia de la experimentación en la literatura, su legado su basa en una obra que con el paso del tiempo va cobrando mayor importancia, y que, más allá de cualquier juego estilístico, tocó fibras nerviosas del tejido social norteamericano, además de reflejar lo que siempre valoró de la escritura, como lo explicaba a Lago, director de Instituto Cervantes de Nueva York, en aquella conversación: "Lo esencial es la emoción. La escritura tiene que estar viva, y aunque no sé cómo explicarlo, se trata de algo muy sencillo: desde los griegos, la buena literatura te hace sentir un nudo en la boca del estómago. Lo demás no sirve para nada".

sábado, 20 de septiembre de 2008

El ritual irlandés de Jape


Jape
Ritual
V2, 08
Prosigue la estupenda racha de primeros trabajos que dan sello a este año e inyectan vitalidad al tiempo presente y dan impulso al relevo generacional. Desde Dublín llega Richie Egan abanderando Jape, cuya celebridad le cayó encima cuando el año pasado una de sus composiciones, que mezclan ánimo rave con folk, se convirtió en un himno festivalero; “Floating” es versionada además en el directo de los Raconteurs (cosa que no le hizo ninguna gracia, pero lo dio a conocer).
Desde la portada el tipo establece que conoce de sintes viejos, cuyos sonidos pone a disposición de la estructura típica de canción; se trata de un cantautor posmoderno que ha escuchado con atención a bandas como Hot chip y LCD Soundsytem. Tiene gran intuición para disparar la chispa pop y bañar de sonidos analógicos su material.

Orgulloso de su origen irlandés canta con marcado acento y le dedica incluso un tema a su fallecido compatriota Phil Lynott, vocalista de Thin Lizzy. Richie es un nerd electrónico con corazón rocker (incluso comenzó tocando hard core). Su primer sencillo “I Was A Man” es la fiesta total a base de un buen riff y melodía. A las otras nueve no les falta ni personalidad ni encanto, ya sea en versión casi acústica (“Nothing Lasts Forever”) o cuando se acuerda de New Order (“Replays”).

Afortunada opera prima que deja en claro que lo nuevo puede ser excitante y lucido por igual.

Estrellas: 3.5

El círculo de Eranos, novela de Carlos Reyes



Acompañó la lectura de las 129 páginas de la novela El círculo de Eranos con Carried to dust, un disco grabado por Calexico, donde uno de sus personajes se siente solo y perdido durante un viaje que lo llevará del desierto californiano y el Yucca Valley hasta las planicies de Arizona.

El hombre está extraviado y solitario durante su incursión, como quizá también me sienta yo durante el recorrido de Paolo César Portinari, el personaje que el torreonense Carlos Reyes Ávila utilizó para narrar un viaje que se siente largísimo a través de un territorio europeo, que si bien se conoce que existe en el plano real más bien se percibe como una ínsula mítica en la que únicamente habita la literatura.

Desde sus orígenes, el arte de contar historias ha tomado al viaje como un pretexto fundamental, en el que la recompensa no se obtiene con su conclusión o con el regreso al punto de partida sino a través del proceso en sí mismo. Pensemos en el cazador que salió de su caverna e inútilmente trató de matar a un mamut; vuelve decepcionado por la falta de alimento, pero motivado por el hallazgo de tierras ignotas que ahora comparte al calor de la hoguera con su tribu.

Ahí tenemos a los que partieron a Troya a librar una guerra ajena tan sólo comprometidos por el honor. Tras la batalla uno de ellos hallará en el extravío su propio destino, haciendo de la Odisea un paradigma. Muchos años después el caballero de la triste figura cabalgará La Mancha inventando que vive capítulos heroicos que sólo su demencia puede crear.

Tampoco podríamos entender los veinte años que separan a 1950 de 1970, sin imaginar a un pandilla de aventureros recorriendo las carreteras norteamericanas de punta a punta. De Nueva York a San Francisco pasando por Denver, o de la Urbe de Hierro hasta las entrañas de una ciudad de México empapada de mezcalina. La esencia beatnick sólo se entiende On the road y a bordo de un automóvil.

Recientemente, la literatura latinoamericana nos entregó una de sus más grandes obras. Los Detectives salvajes de Roberto Bolaño, no es otra cosa que el instinto permanente de Ulises Lima y Arturo Belano por escapar y someterse a un azaroso periplo que pueda congraciarlos con la vida misma.

Los temas pueden variar según la época, lo que está claro es que para la literatura el verdadero viaje radica en el lenguaje, en un recorrido por las palabras y las ideas que permita a su autor conocer primero su esencia y luego plasmar su visión de uno o muchos mundos posibles.

Carlos Reyes emprendió un reto narrativo de grandes dimensiones. Su novela El círculo de Eranos implicó primero un descenso a las profundidades de su propio ser para trazar después el veleidoso mapa de su ruta literaria.



A fin de cuentas, Paolo César Portinari, su personaje, puede ser él mismo, un complejo alter ego o bien un arquetipo del hombre que busca, según los conceptos del psicólogo Carl Jung, cuya figura aparece reiteradamente para dirigir los movimientos de un hombre que intenta interpretar su destino en un escenario onírico, a medio camino entre la pesadilla y el delirio.

Si bien hay escritores cuya preocupación es alcanzar la transparencia y la ligereza, tal como propusiera Italo Calvino; puedo decir que Reyes no pertenece a tal saga, su cofradía es otra, una que apuesta por las veladuras, por las sombras, por el ocultamiento, y que en este sentido se vuelve prosa densa, pero no por ello menos intrigante o misteriosa.

He descubierto- tras finalizar la lectura del libro- que Carlos es un conocedor de los enigmas del Tarot, lo que no me resultó extraño. El círculo de Eranos es una novela que funciona como un texto de filosofía hermética, como un manual alquímico para iniciados, en el que sólo quienes conozcan el código podrán interpretar correctamente la extensa galería de símbolos que se cruzan o cohabitan con Portinari.

En el plano externo y más evidente del libro, sabemos que el joven se desplaza de Suiza a Portugal o viceversa, pero las ciudades no son tan vacuas como las puede mirar un simple turista, sino que son puertas que se abren hacía otras dimensiones, hacia un hábitat metafísico, como el que el pintor Giorgio De Chirico plasmaba en sus cuadros. Plazas fantasmales, carentes de figuras humanas, en los que la acción se concentra en el interior de las casas o edificios de puertas cerradas.

Así funciona El círculo de Eranos, que comienza sin contemplación alguna. Cito:

“El 18 de agosto de 1951 el Doctor Carl Gustav Jung no despertó a la hora de costumbre, ni antes ni después. Simplemente no despertó (…) La razón era simple: dormía, dormía y soñaba, lejos de este mundo.”

En el caso de muchas otras novelas puedo decir que su principio está en la palabra misma, pero no en este. El círculo de Eranos se alimenta del mito, lo convierte en su alimento narrativo, que el propio Portinari habrá de desentrañar a través del trato con seres metafísicos, como los elementales, o demoníacos, como las mujeres llamadas Hienas, que constituyen la cartografía pasional de Portinari.

Apenas entrevemos sus vínculos con el grupo que da nombre al título y que en la vida real fundara Olga Fröbe en 1933 y al que se unieron el fenomenólogo Rudolf Otto (quien propuso el nombre, que significa en griego “comida en común”, y el propio Carl Jung. Anualmente se reunían en Suiza para intercambiar posturas acerca de lo mítico, lo espiritual y el conocimiento.




La novela no busca pues el registro histórico sino crear un plano ficcional, fragmentario, en que las figuras simbólicas conduzcan al protagonista por su propio infierno dantesco. Se trata de un texto enigmático que habrá de demandar del lector su atención completa, ya que al conseguir descifrar al personaje conseguirá también interpretarse mejor a sí mismo.
El círculo de Eranos es una novela personalísima, que logra desmarcarse completamente de la producción nacional. De naturaleza críptica mantiene al lector en una especie de trance del que habrá de emerger fortalecido, pues habrá superado una experiencia demandante y poco habitual. A fin de cuentas, no es poca cosa darle la cara a los mitos y arquetipos, y enfrentarnos, como alguien ya ha dicho de esta obra, con: “símbolos de personajes que a su vez son símbolos de hombres”.

Las burrradas de Cansei de Ser Sexy



Cuando el candente temperamento brasileiro se combina con electrónica desmadrosa y algunos punzantes riffs de guitarra, la fiesta está asegurada. Bajo tal premisa, Cansei de Ser Sexy puso de cabeza al panorama internacional hace un par de años. El fenómeno se baso en la existencia de un puñado de canciones letales al momento de encender cualquier pista de baile respetable: “Let´s Make Love And Listen To Death From Above”, “Alala”, “Music Is My Hot, Hot Sex”, “Off The Hook” fueron el basamento ideal para que naciera un nueva diva de la modernidad y el fashion de reciclaje: Lovefoxxx se desgañitaba sobre los escenarios desplegando coreografías surrealistas y ataviada con vestidos envidiados por el avant garde del planeta entero.

El resto de la banda montaba un reventón despatarrado que con gran orgullo presumía de su naturaleza amateur. Cuando todo pudo quedar en un exabrupto más del marketing, el diseño de modas y las portadas del momento se da un episodio que nos permite dimensionar el impacto del grupo, no sólo entre los escuchas, sino entre compañeros de profesión.

Durante el verano pasado, el influyente locutor de Radio 1 de la BBC, Zane Lowe, tomó unas merecidas vacaciones, dejó en su lugar a buenos amigos músicos. Gente llena de talento como The Streets, Kaiser Chiefs, Snow Patrol y Coldplay utilizó en sus respectivos sets algún tema de los cariocas. Sin duda que es digno de elogio cuando te ganas el respecto de los colegas; incluso Alison Goldfrapp fue muy entusiasta con ellos durante un entrevista con el New York Times.

Del 2006 a la fecha han compartido escenario con distintas figuras del circuito festivalero, de Gwen Stefani a Ladytron, de Klaxons a Diplo. Súbitamente el combo latinoamericano ya pisaba las tarimas de Coachella y Pitchfork, e incluso los influyentes Reading, Benicassim y Roskilde.

La paradoja consistía en que mientras ellos trabajaban como “burros”, en su tierra natal el responsable de manejar su carrera se los estaba “literalmente” transando. Un tipo llamado Eduardo, que laboraba en el sello Trama (su primera disquera) les hizo firmar un documento que le daba control total sobre las finanzas y asuntos legales. Cuando se dieron cuenta, no ingresaba efectivo ni para comprar medicinas o pagar la renta. Cuestión apremiante, potenciada si se vive en Londres, una de las ciudades más costosas del mundo.

Tras el correspondiente lío legal, los Cansei (Adriano Cintra (bajo y voz), Luiza Sá (guitarra, cencerro y teclados), Ana Rezende (teclados y guitarras), Carolina Parra (guitarra, teclados y coros) y la mencionada Lovefoxxx) hubieron de enfrentar la pérdida de uno de sus miembros originales. Ira Trevisan dejó al grupo para dedicarse de lleno al diseño de modas, asunto contemplado de antemano, por lo que no les resto ánimo y sólo implicó que su baterista se calzara el bajo.

La euforia que provocaron sobre todo en Europa, así como el trabajo constante, les tiene en un nivel óptimo de inspiración, lo que sumado al romance de Love con uno de los miembros de Klaxons, los mantiene en el top de los tabloides y programas del corazón. El ascenso en el medio de las celebrités continúa, por lo que aprovechan el envión para proyectar más fuerte su segunda incursión discográfica, realizada –según refieren- ahora si con consciencia de causa y dedicación. El primer disco lo grabaron por puro instinto y al parecer ahora lo han meditado todo con calma. ¿El resultado más notorio? menos electrónica y más guitarras, como un homenaje a los héroes de su adolescencia: Sonic Youth, The Bredeers y Dinousaur Jr.

Así aparece Donkey (Sub pop, 08) cuyo nombre se debe primero a otra brasileña –amiga de la banda- afincada en Londres y cuyo slang incluye la palabra en inglés aun cuando está hablado en portugués. Tal costumbre les hacía gracia, considerando después el trago amargo por el que pasaron y en el que se sentían como dicho animal de carga.

Pero no había que amedrentarse, ¡qué siga la fiesta! Optaron por soltar el disco en pleno verano y aprovechar que, aunque más rocker, su música se sigue prestando para desatar el baile y el desbarre. Claro que se trata de un reventón más elegante, baste señalar que ahora fue Mark “Spike” Stent (Bjork, Massive Attack, M.I.A. y Arcade Fire), quien mezcló y masterizó el material en Los Angeles.

Grabado en Brasil y producido por el propio Adriano, en esta ocasión si fue concebido como un álbum y no como piezas sueltas amontonadas, según cuenta Ana Rezende a la prensa española: “Lo hemos hecho en el último año y medio, que ha sido una época muy frágil y difícil para la banda. Pero a la vez ha sido una época de gran crecimiento. Estuvimos de gira alrededor del mundo, nos fuimos a Londres a vivir... Un disco refleja la época en que nace, y creo que todo lo que hemos vivido en este tiempo se refleja en las letras. El nuevo disco está más pensado para los directos, pero como no nos gustaba la idea de tocar música deprimente en la gira, le hemos dado un toque muy enérgico”.

De nueva cuenta los trayazos rompepistas no escasean. Con todo y sus teclados new wavers y coros enloquecidos, ahí están “Jager Joga”, “Reggae All Night”, “Believe Achieve” y Move”.

El sentido colectivo del trabajo cunde por todo el disco: Lovefoxxx realizó la escultura para la portada, Luiza Sá (guitarrista) se encarga de las fotos promocionales. Con lo que aun en su nueva condición de estrellas emergentes preservan el Do it yourself de sus orígenes, cuando hasta empacaban los discos. Para Ana es muy importante porque: “la imagen del grupo es algo que no puede construir una discográfica. Nadie puede determinar lo que nos gusta o no, es nuestra representación de nosotros mismos. Y además es divertido. Estar en una banda no significa que te dediques exclusivamente a la música, conlleva muchas más cosas”.




En Donkey, Luísa Hanaê Matsushita (nombre de pila de Lovefoxxx; ya que tiene orígenes japoneses) se da tiempo de componerle una canción a su novio, Simon Taylor de Klaxons. “Believe Achieve” da cuenta del romance que comenzó realmente en el festival Les Transmusicales de Rennes, aunque el tipo le mandaba mails desde tiempo antes.

Admiradora de John Waters -quisiera que el cineasta les dirigiera un video- aportó su talento, pese a no sentirse cómoda en el estudio: “Quería expresarme mejor cantando porque en el primer disco no tenía idea de lo que estaba haciendo, y cuando lo escucho no me gusta demasiado. Quería hacer algo de lo que iba a estar orgullosa todo el tiempo”.

Hoy por hoy, Cansei de Ser Sexy es una banda que ha superado un éxito vertiginoso. De ser un fenómeno de internet a musicalizar el comercial de iPod Touch y ser consentidos del New Musical Express. Se han ubicado en las grandes ligas de la música pese a que en su propia tierra les deseaban el fracaso.

Una vez que han saneado sus finanzas y tienen gente profesional trabajando para ellos pasan por un momento brillante, en el que no decae la emoción y la vitalidad, más aun cuando la base rítmica se ha reforzado con un baterista inglés. Ahora la fiesta se prolonga al infinito, sin perder un momento su carácter multicultural.



miércoles, 11 de junio de 2008

Grande –Marlaska: “canciones de amor que parecen políticas, canciones políticas que parecen de amor”


La corrección política y la defensa de las grandes causas tienen detrás, en muchas ocasiones, una trama de hipocresía. Las empresas que se dicen socialmente responsables explotan a menores; los expendios globales de café compran a campesinos tercermundistas el producto a un precio irrisorio y así sucesivamente. Un viejo adagio recomienda desconfiar de cualquier político. Nunca tan vigente.

Resulta que el juez español Baltasar Garzón, ese “pro-hombre” que caza a lo largo y ancho de la geografía mundial delitos de lesa humanidad, decidió por medio de su equipo de abogados amedrentar a una banda compatriota por el simple hecho de que decidieron utilizar su apellido para nombrar a su proyecto.

Con un curioso y desparpajado manifiesto que leyeron durante un festival veraniego del 2006 (el Benicassim) el trío madrileño exponía su postura: “El objetivo del nombre era homenajear al juez más grande de España. Sin embargo, el tiempo, ese juez supremo que da y quita razones, ha dictado sentencia por nosotros. Todo lo que sube, baja. Hay que mirar hacia el futuro. Por tanto, desde hoy viernes 21 de julio, el grupo Garzón pasa a llamarse Grande-Marlaska”.

Quizá a los mexicanos este cambio de nombre tan sólo nos haga ver que nada es lo que parece y que el tal promotor de los derechos humanos es un mamón intolerante, pero no se queda allí. Se trata de otra decisión valiente y arriesgada, que también subraya un caso excepcional en que inteligencia, sentido del humor y arrojo confluyen en un grupo hispanoamericano, cuya escena es mucho más tendiente a una pretenciosa solemnidad, por una parte, y a pasmosos casos de frivolidad estúpida, por otra.

Malela Durán (bajo y voz), miembro de la banda femenina Nosötrash y también en Le Mot, Roberto Herreros (guitarra y voz), del colectivo Ladinamo, y Pepo Márquez (batería), integrante de The Secret Society, partieron de la idea de elaborar un pop rock que no resultara hueco y banal, sino que de una forma natural y desparpajada se tocaran tópicos importantes. La cosa era no ser pretenciosos o abanderados de ninguna especie de indie.

Inspirados en gente como los Smiths, Belle and Sebastián y Pulp, pero sobre todo McCarthy, unos ingleses que usaron el apellido de aquel senador norteamericano persecutor de supuestos comunistas para bautizar a su agrupación de pop combativo, se pusieron a componer canciones de naturaleza acústica que no tuviesen contemplaciones por decir las cosas tal cual son.

Lo más curioso de los temas que conforman su debut discográfico El momento de Hacer (Tres pies, 07) es que tienen un perfil ambivalente. Pueden ser tomadas por historias que hablan de relaciones íntimas pero también como discursos musicales sobre asuntos que atañen a la colectividad. La mejor descripción proviene de un colega suyo, Rafael Tapounet de Los Carradine, quien acertadamente dijo: “hacen canciones de amor que parecen políticas y canciones políticas que parecen de amor”.


En lo suyo, lo público y lo privado diluyen límites. Su nuevo nombre alude a otro juez vuelto figura mediática: Fernando Grande-Marlaska. Nacido en el 62, alguna vez trabajó de sustituto de Garzón, saltando a los medios cuando tomó las causas contra Euskadi Ta Askatasuna y logró paralizar las manifestaciones.


Este miembro de la Audiencia Nacional buscó impulsar su carrera cuando durante una entrevista para el periódico El país reveló su homosexualidad (posteriormente se casó con su novio). El objetivo era posicionarse como una persona progresista, pero le han respondido con severos editoriales, en los que se plantea sí por ser gay se es también progresista; sobre todo cuando en julio del año pasado buscó enjuiciar a un grupo de artistas gráficos por injurias en contra del Rey (sic). Además, desestimó los reclamos de los viajeros estafados por Air Madrid y eximió de toda culpa al Ministerio de Defensa en el sonado accidente del avión Yak-42, que costó la vida a 62 soldados en el 2003 (le echó la culpa a la tripulación).


Un tipejo deleznable en sumo grado, al que los chicos madrileños tampoco han tenido miedo de enfrentar. Su postura se resume en: “ya sabemos en que fallan los demás, ¿y tú qué haces?” (“Caza menor”). Sus mensajes son directos y breves (apenas y la canciones duran algo más de dos minutos en promedio) e incitan a una acción cotidiana, evitando a toda costa caer en lo panfletario.


Su espontánea revuelta acompañó a un ascenso muy rápido. Con dos meses de existencia, sin haber tocado nunca y apenas cuatro o cinco canciones escritas, el Madrid callejero y bohemio no dejaba de nombrarles. Ellos han contribuido a un resurgimiento musical de la ciudad, que ahora cuenta también con Humbert Humbert, Tachenko, Jonston, e Incrucificables haciendo ruido y tocando por doquier.


Musicalmente son herederos de Violent Femmes, Beat Happening y The Feelies; han tratado de homenajear tales influencias poniendo imaginación a las composiciones para que no fueran el mismo sencillo repetido 12 veces. Pueden recurrir a coros bullangueros (“A partir de ahora”) o sonar muy acústicos y sesenteros (“La quinta”).


Grande – Marlaska dan testimonio de cuan dúctil puede ser el pop. Canciones burbujeantes como “El momento de hacer”, “Bloqueo” o “Juegos Olímpicos” ha generado muy interesantes comentarios de la prensa especializada. Por ejemplo, César Estabiel acotaba: “por muy pop que sea, no tiene por qué ser un lenguaje que excluya aspectos tan cotidianos y necesarios como la política o los conflictos menos amables. Grande - Marlaska no es un grupo político, no hace de ello su bandera, pero, desde luego, ni esconde ni se avergüenza de su conciencia. Su fórmula no es nueva, pero sí necesaria y hasta extraordinaria en el actual panorama de la música juvenil, tan reaccionaria y rancia ella”. Habiendo debutado a las cincos semanas de haberse formado, y aun considerando que poseían gran experiencia, su historia está llena de gozosa combatividad y buena fortuna. Una banda que reivindica que una parte fundamental en el asunto del arte es tener algo que decir, la forma de hacerlo es lo de menos.

viernes, 30 de mayo de 2008

Countrypolitan favorites


En algunas de las exclusivas boutiques de Beverly Hills se venden gorras de trailero y sombreros vaqueros a precios de oro. A lo largo y ancho de Hollywood Boulevard caminan tipos con botas campiranas de piel de serpiente o armadillo. Los freeways de las grandes ciudades son partidos a la mitad por camionetas pick up acondicionadas para un rodeo (con todo y cráneo de toro cuernos largos en la parrilla delantera). Es un hecho, los vaqueros urbanos siguen cabalgando y lo country se filtra en distintos estratos de la sociedad norteamericana.

Tomemos alguna imagen de Midnight cowboy (1969), dirigida por John Schlesinger, con actuaciones de Jon Voight y Dustin Hoffman; o de Urban cowboy, filme de James Bridges que data de 1980, protagonizado por John Travolta, o más recientemente de Brokeback Mountain (05) de Ang Lee para constatar que el cine también ha hecho suyos a estos rancheros contemporáneos. Ahí están también los libros de Cormac McCarthy (Todos los hermosos caballos, En la frontera) salpicando a la literatura de los polvos del lejano Oeste.

La estética western sigue vigente en la actualidad a través del concepto de lo que en inglés se expresa como countrypolitan, término que sirve para definir el tipo de música que desde hace años viene desarrollando Southern Culture on the Skids, una agrupación originaria de Chapell Hill, Carolina del Norte, cuya característica principal es realizar una amalgama frenética de ritmos, que va del surf al country, pasando por el boggie, rhytm and blues y mucho rock and roll.

Para Rick Miller, un virtuoso guitarrista; Mary Huff, bajista, cantante y femme fatale; y Dave Hartman, aporredor de tambores, el asunto de lo countypolitan trasciendo lo estrictamente musical; para ellos es una estilo de vida y no una categoría. Afirman que los citadinos ansían ser campiranos y la gente de provincia copia costumbres propias de la gente de la metrópoli. Para Miller, fundador de la banda y teórico del asunto, lo countrypolitan es la zona donde las sensibilidades urbanas y rurales se encuentran.

En un intento por compilar lo que serían los clásicos de tal postura estética, han grabado un disco de covers al que han titulado Countrypolitan favorites, y del que de entrada hay que resaltar los arriesgados arreglos, que transforman los temas originales para darles una pátina antigua y campirana pletórica de caché y frenesí o un toque freak a las piezas más viejas.

En México conocemos a Scots (como los llaman sus seguidores) por “House of bamboo”, un mambo - boogaloo contagioso que venía en su disco del 97, Plastic Seat Sweat, publicado por Geffen como parte de un intento por llevarlos al mainstream sin éxito. El resto del tiempo se han mantenido en las escenas periféricas, elaborando un rock fiestero y de culto.

Para saber en que consiste el trabajo de reinterpretación plasmado en Counytrypolitan favorites basta con tomar de ejemplo “Mushwell Hillbilly”, original de los Kinks, en la que no existen mods sino granjeros listos para usar su nueva cadencia para animar una fiesta en un granero. También han desmaquillado a la glamorosa “Life is a gas” de T. Rex para convertirla en una balada impregnada de whisky bourbon y lista para ser bailada cuerpo a cuerpo con una chica de camisa de cuadros rojos y falda de mezclilla.

Los espacios perfectos para los Scots parecen ser los bares de poca monta y las tabernas para camioneros. Ambos pudieran ser encendidos con la febril versión de “Funnel of love”, compuesta por Wanda Jackson y que sonora en los años cincuenta.

Aquí el asunto se centra en el placer y la diversión a través de una música enloquecida que lo mismo atrae a gangsters improvisados, surfers trasnochados y jinetes nocturnos, como ocurre con la bizarra versión de “Tombstone shadow” de los Creedence.

Si queremos hallar algunos nexos de los Southern Culture hay que recurrir a B-52´s y The Cramps, pero también a The Straitjackets pero con más rockabilly. Sin duda que retoman elementos de lo que se conoce como white trash, esos desperdicios culturales de la sociedad anglosajona, en la que se insertan los llamados rednecks, los típicos granjeros y rancheros.

Al parecer, la primera vez que se uso la palabra countrypolitan fue relacionada con un disco de Ray Charles de 1962, donde revisaba clásicos del country, como "I Can't Stop Loving You"; fue utilizada para describir al sonido de las fusiones que durante la década de los sesenta se gestaban en Nashville.

Según Miller la intención de Countrypolitan favorites fue difuminar las líneas entre géneros con una actitud de respetuosa irreverencia, como lo han venido haciendo en discos tan notables como Dirt Track Date (96), que incluía el sencillo "Camel Walk", Mojo Box (04) y el en vivo, Doublewide and Live! (05). Son una quincena de canciones chispeantes; lo mismo “Have seen her Face” de los Byrds, “You´re no longer sweetheart for me” de Chris Hillman, popularizada por Reno and Smiley, que “Rose Garden” que cantaba Lynn Anderson (que aquí sonó con Duncan Dhu).

En la revista Filter han valorado a SCOTS como una agrupación que verdaderamente se mueve en los márgenes de la industria (graban en su propio estudio –The Kudzu Ranch-, se autoeditan -Yep Roc Records-, tocan en sitios pequeños) y cuyo sonido es un encuentro entre Dick Dale y Hank Thompson. La solidez del grupo ha aumentado proporcionalmente a la participación de Mary en las vocales, mientras más canta la dama el encanto crece.

Nada de temas de desperdicio, este disco vale cada céntimo de su precio. Ya sea por la potente y gutural “Ti ni nee nu”, con todo el estilo de los Hermanos Marx o la venenosa interpretación de “Tobacco Road” de Eric Burdon.
Southern Culture on the Skids son una banda bizarra que hace un rock verdaderamente emocionante, que escribe y toca canciones dedicadas a: “la danza, el sexo y el pollo frito”, como ellos mismos explican. Inspirados ahora por un country a-Go- Go. Habremos de disfrutar el obsequio de este trabajo delirante y gozoso, que demuestra que nada permanece inmutable, que la historia puede reescribirse, pues como dice el Dr. Miller: “Es tiempo de la ruleta suburbana”, ¡eeeeeeejjjaaaaa!