domingo, 16 de noviembre de 2008

¿A que suena un Buen Invierno? a pérdida, soledad y desolación


El estado de Wisconsin se encuentra entre la cuenca del río Mississippi y los Grandes Lagos, al norte de los Estados Unidos; tiene una región montañosa visitada en el pasado por numerosos cazadores y tramperos, gente que dada su naturaleza se hallaba más cómoda entre la flora y la fauna, y lejos de los hombres.

Hasta allí llegó un joven músico de 27 años para refugiarse en una cabaña familiar. Justin Vernon venía huyendo desde Raleigh, Carolina del Norte, donde reside y aparentemente tenía una vida organizada, pues quiso el destino que los miembros del grupo de rock en el que militó durante una década decidieron hacerlo a un lado. Y no es que Yarmond Edison gozarán de gran fama, pero si cala que tus compañeros prescindan de tus servicios y hasta cambien de nombre a la banda que fundaste (ahora se hacen llamar Megafaun).

Para colmo la vida sentimental del guitarrista también se había ido al carajo, tras el infaltable y típico truene con la pareja. Hallándose solo, con el ánimo destrozado y sin plan alguno definido, optó por refugiarse en una vieja cabaña de madera, propiedad de sus padres y ubicada a unos 150 kilómetros de Eau Claire, el lugar que le vio nacer.

Justin obtuvo tiempo suficiente para convivir de cerca con su memoria, para evocar lo vivido, pasar los tragos amargos del desamor y vomitar todo convertido en canciones, pues como compañía llevó una guitarra, un rifle (para cazar venados) y un porta-estudio de 4 tracks para grabar sus ocurrencias.

Así nació For Emma, Forever Ago un disco personalísimo y confesional en el que la mujer evocada no es el truene inmediato de Justin, sino un primer amor malogrado cuya maldición hace que todo lo posterior marche mal y de cuyo recuerdo pretendía exorcizarse.

Las canciones fueron apareciendo durante los tres o cuatro meses que permaneció en la montaña, surgían acompañando a las nevadas, pero a diferencia de estas se quedaron para siempre, por lo que bautizó su nuevo proyecto como Bon Iver, una distorsión de la frase en francés que define a un buen invierno. Lo que en principio parecía un viaje de expiación terminó por significar un renacimiento como persona y como músico.

A su regreso editó 500 copias con el resultado (9 canciones) previamente retocadas en estudio con suma prudencia y contención. El trabajo llegó a manos de la disquera independiente Jag Jaguwar y de ellos a 4AD en Inglaterra. Los responsables de ambas empresas cayeron seducidos por el influjo de un tipo que cantando casi todo el tiempo en falsete rememoraba los mejores momentos de Elliott Smith, M. Ward, Iron and Wine, Micah P. Hinson y algo del Neil Young en su faceta de leñador.







Pero lo que distingue a For Emma, for ever ago es que el tono de las composiciones no es lastimero ni pusilánime, más bien abunda en bellas imágenes bucólicas, casi impresionistas. Es evidente que tantas pérdidas eran una herida abierta, que es tratada con sinceridad y no con autocompasión. Vernon nos introduce al interior de su existencia, como quien nos deja ver en su diario; dentro encontramos grandes amores, derrotas, pero siempre un nuevo comienzo. La Emma del título es la suma de todas las mujeres con quienes se ha involucrado.

Una novena de canciones que funcionan casi como minicantos gregorianos llenos de calidez. “Flume”, “Lump sum” y "Skinny love” conforman una triada contundente e inspirada que sin duda refleja la naturaleza del álbum: “Lo que quiero hacer con mi música es que tenga su propio linaje y cuente una historia a través de toda mi vida, para compartir mi perspectiva y mi contexto emocional con los demás”, revelaba al periodista español Miquel Botella.

Así el debut de Bon Iver -en un año de grandes noveles- se distingue por su tono abrigador, que sirve de refugio para todo aquel que sufre, y cuya calidad le garantiza no ser un disco pasajero, más bien se irá apreciando con el tiempo, mientras se erige ya como uno de los trabajos más intensos y bellos de lo que va de año.

Vernon supo sacarle a los montes de Wisconsin, lo que Bob Dylan a los de Minnesota y que luego plasmó en Time Out of Mind (97). Justin trabajó a fondo con su voz y dotó a las canciones de sentimientos reales, con lo que obtuvo una purga para el alma que dura 37 minutos y 15 segundos.

Un disco de este tamaño parece un reto difícil de superar, pero al creador de Bon Iver no parece preocuparle, como explicó a la revista Uncut: “Lo cierto es que no me intimida la idea de un segundo álbum después de éste. El gran logro para mí en For Emma, Forever Ago fue el de haber aprendido a cavar. Yo siempre había compuesto con la mentalidad de un buscador y un discípulo, pero aquí alcancé el punto exacto, el Modo, con M mayúscula, para comprender cómo escribir y cómo exhumar cosas de mi psique. Ahora que he llegado hasta aquí, sólo tengo que preocuparme de recrear algo. Así es que, a propósito, todavía no tengo nada escrito para el próximo disco, porque prefiero sentarme y hacerlo todo de un tirón, así las canciones crecerán a partir de un único contexto. No creo que vaya a sonar parecido a lo que ya hice y me parece que eso es bueno”.


Mientras tanto sus canciones ya suenan en series tan influyentes como Gray’s Anatomy y Dr. House y ha sido invitado para componer una banda sonora. A fin de cuentas, cuando alguien canta con verdad puede convencer al mundo entero de que la perdida es un nuevo comienzo, así sea con las manos vacías y en completa soledad.

sábado, 8 de noviembre de 2008

El cabaret fantástico de Lonely Drifter Karen





No es del dominio del gran público que el verdadero nombre de Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas, es Charles Lutwidge Dodgson y que además de llevar una vida como sacerdote anglicano, no sólo se dedicó a la literatura sino a la fotografía, disciplina en la que volcó su búsqueda de la belleza, expresada en importantes y largas series de retratos realizados a niñas. Algunas tomas fueron en traje de baño y otras semidesnudos, que ofendieron a la moral victoriana de la época.
Carroll, nacido en Daresbury, Cheshire, en 1832, generó con su trabajo tras de la lente ciertas sospechas de pederastia, además de que no faltó quien afirmará que consumía láudano, un analgésico que procede del opio y de uso común en aquellos años, o algún otro estupefaciente, que le permitieron concebir el mundo alucinado y psicodélico plasmado en su obra más célebre.
El caso es subrayar que en ocasiones las cosas aparentemente cándidas poseen también un lado oscuro que las dota de un encanto perverso. Es como si descubriéramos a Mary Poppins y Bert -el deshollinador- durante una sesión de sadomasoquismo o los personajes del Mago de OZ fumando marihuana.
Tal es el efecto que me produce la escucha repetida de Grass Is Singing, la ópera prima en formato largo de Tanja Frinta (Innsbruck, 1979), conocida por el mundo como Lonely Drifter Karen, y que aglutina en su propuesta un barroquismo que enriquece y torna delirante a lo que puede entenderse como pop en un amplio sentido.
Austriaca de nacimiento y nómada por convicción, ha retomado el sentido teatral de los musicales vieneses, la herencia del germano Kart Weill y la vasta y sinuosa tradición de la canción francesa para macerar su debut discográfico en formato largo, concebido en compañía de Giorgio Menossi (79), un baterista de origen italiano, y Marc Meliá (80), un pianista nativo de la isla de Mallorca, España.
Los trece temas, que mucho tienen de folk mediterráneo, parten de las afluentes creativas de Frinta: "Me atrae la idea del sueño. Sin orden, con caos, como son los sueños". El disco surge de las alternadas residencias entre Gotemburgo, Viena y Barcelona. Por lo que tiene un lado que no abandona la melancolía y otra cara mucho más luminosa; ambas llenas de elementos fantásticos. Tal como la naturaleza de los relatos infantiles.


La vagabunda y solitaria Karen tomó su nombre de batalla de uno de los personajes de Los idiotas, una cinta del maestro del dogma Lars Von Trier, y volcó todo su talento como cantante y guitarrista para conciliar su amor por el cabaret alemán con la vena de fan de Jacques Brel de Melià, productor y ex miembro de El Diablo en el Ojo y mitad del dúo El Piano Ardiendo.
Las piezas tienen un notable aire cinematográfico, cuyas imágenes, florales y arborescentes, se cuelgan de melodías sugerentes y arreglos sinuosos. Cuando le preguntan acerca de los filmes en específico en los que basan su música, es Meliá quien responde: "Ninguno en concreto. Nos interesa la música como generadora de imágenes; eso es lo que hacemos, pero si he de mencionar una referencia concreta, serían las composiciones de Nino Rota para Fellini. Y Tanja completa: "Hace tiempo, me di cuenta de que, cuando las oía, me imaginaba a mí misma cantando en esas piezas instrumentales".
El camino discográfico de Loney Drifter Karen comenzó en 2003 con el extended Sinsweetime, publicado con el sello vienés Fettkakao, en el que todos los instrumentos fueron interpretados por ella misma. Después vino la correspondiente gira, que la llevó por Alemania, Suecia, Noruega, Polonia, España e Italia, donde durante 2006 conoció a Giorgio, nativo de Verona.
Acerca de la elección de la perla del mediterráneo para grabar Grass is singing, editado por el sello belga Crammed Discs, Tanja precisa: "Me encanta la ciudad; es un lugar en el que pasan muchas cosas, y aún se conservan la cultura y la música popular, al igual que en Francia e Italia. En Austria o Alemania, en cambio, casi han desaparecido".
A esta fantasía cabaretera que narra un torcido cuento de hadas no le faltan las canciones memorables, Ahí están “This World Is Crazy”, “Carousel Horses”, “Climb” y “No True Woman” que constatan las intenciones vertidas por la cantante a través de su MySpace, en el que afirma que el mejor momento para cantar es cuando va en bicicleta, paseando.
La prensa europea ha dicho que se muestra como un Tom Waits que cambiara el motel por un tupido bosque. Lonely Drifter Karen nos entrega un primer álbum propicio para cualquier tipo de viaje; una grabación llena de detalles, filigranas y matices. Su elegancia traspone sus orígenes clásicos o jazzeros; sólo el pop sabe ser tan maleable y expansivo, y esconder detrás de una apariencia dulce y tranquila la esencia obscura de las cosas.

Maldito Tango de Daniel Melingo

Maldito Tango de Daniel Melingo
El futuro se encuentra en la raíz

En muchas ocasiones el nombre es destino y esta es una de ellas. Basta con repasar la letra escrita por el poeta Luis Roldán en 1916: “Maldito tango que envenena con su dulzura cuando suena, maldito tango que me llena de tan acerba hiel. Él fue la causa de mi ruina, maldito tango que fascina”.

De allí provino el nombre de un disco que traza un vínculo entre los poetas malditos franceses y los argentinos, de Baudelaire a los poetas lunfardos, ya que esta expresión callejera del habla es el idioma literario del género. Maldito Tango (Mañana-Naive, 08) representa también un paso adelante en la trayectoria de quien fuera uno de los protagonistas del rock argentino, antes de pasar al ámbito folklórico: Daniel Melingo.

Miembro en los ochenta de bandas legendarias como Los Twist y Los Abuelos de la Nada, una década después partió a España, donde creó Lions in Love, una agrupación experimental adelantada a su tiempo. En 1998 y de regreso en Argentina, editó el primer disco de una saga que lo reconciliaba con sus orígenes: Tangos bajos (1998). Como músico porteño, Melingo buscó apropiarse de un género que le corría en la sangre por herencia: "En mi familia todos eran tangueros de Parque Patricios, milongueros del cuarenta y además tenía dos tíos letristas de la Academia del Lunfardo, gente del tango”.

El cuarto disco de esta dinastía ve la luz a través de Mañana, un sello propiedad de Eduardo Makaroff de Gotan Project, y en el que curiosamente no han aparecido fusiones de vanguardia sino interpretaciones más apegadas a la tradición. Maldito tango tiene como núcleo central las añejas composiciones de poetas como Carlos de la Púa, Dante A. Linyera, Enrique Cadícamo y Celedonio Flores. Se eligieron textos que no tuvieran música para adaptarlos a nuevos arreglos, que aunque su estructura se apegara a la historia pudiera incorporar instrumentos poco frecuentados, como el trombón, la sierra con arco, vibráfono y clarinete.

Como parte del proceso creativo se desprende la obsesión de alejarse de los lugares comunes y los clichés, como lo es la imagen recurrente del cornudo llorón; en su lugar ha optado por retomar temáticas que en su tiempo fueron censuradas: "Siempre me gustaron los poetas malditos del tango, los renegados, que hablan de las drogas, la mala vida, los asesinatos, la prostitución, la homosexualidad, todos temas prohibidos para el tango. Lo que buscamos es hablar de otras cosas en las que el tango no se mete, porque casi siempre se habla del desengaño amoroso".

Su interpretación tiene como trasfondo la figura mítica de "El Polaco" Roberto Goyeneche, con quien le hermana el registro vocal, una voz rasposa que sirve de sustrato ideal para cronicar historias canallas y orilleras, repletas de seres de marginales, perdedores, viciosos y pendencieros.



Formado en el Conservatorio con Alberto Ginastera, entre otros, y habiendo tocado un tiempo con Charly García, construyó en torno suyo una leyenda negra, debida a los excesos, por lo que sorprendió a propios y extraños cuando incursionó en el formato del tango-canción.

Hoy día, con una cincuentena de años a cuestas, ha redireccionado su carrera apoyado en el tango de raíz, el más primitivo, el que conduce hasta África. Según entiende la esencia de la música: “Para poder experimentar, primero hay que ir a la fuente y a la raíz de cada estilo, ya sea en el tango, el blues o el rock. Para mí, fue importante aprender las técnicas básicas del tango para después poder fusionarlas, componer y arreglarlas en este estilo. Pero los porteños somos un mosaico de cultural. No podemos mentir, porque no existe el purismo”.

Entre su discografía tanguera también se encuentran Ufa (2003) y Santa Milonga (2004), en los que prosigue en su afán de revitalizar al género, por lo que discrepa de aquellos que desean mantenerlo inalterable y explotar su veta de turismo folklórico; en sentido contrario intenta retomar su versión más antigua, lo que no obsta para que se olvide de sus amigos del mundo del rock; en Maldito Tango colaboran Andrés Calamaro y Vicentino (Fabulosos Cadillacs), entre otros.

Nominado a los Premios Goya (los Oscares españoles) en la categoría de mejor canción original por su tema "Pequeño paria", incluido en la película El niño de barro de Jorge Algora, goza a plenitud de su libertad creativa: "Hoy por hoy, puedo hacer una canción de rock o hacer un tango canción. No le hago asco a nada, porque el tango y el rock son una excusa para hacer música… también doy señales de que puedo ir a otros lados y que no soy un radical del tango”.
Daniel Melingo ha aprovechado las enseñanzas de su gran amigo Luis Alposta, quien a sus 70 años es el presidente de la Academia Porteña del Lunfardo y discípulo directo de Cadícamo, con quien desarrolló algunos de los temas, como en el caso de “En un bondi color humo”, que narra la historia de un ladronzuelo que es pillado in fraganti a bordo de un autobús, o "Cuando la tarde se inclina", una metáfora sobre el atardecer en un barrio cualquiera de Buenos Aires; descriptiva y costumbrista.

Se trata de una concepción del tango que no está aislada; de hecho, Carlos Cáceres, otro compositor de gran nivel y autor de Utopía, publicado por el mismo sello, avala esta postura: “La parte más oculta de esta música ha sido silenciada. Y desde el punto de vista ético y etnológico musical, es muy importante para nosotros, argentinos comprometidos con una visión ética y política, reapropiarnos de nuestra identidad, rescatar lo que es negado”.

Tanto Cáceres como Melingo son artistas que sostienen que el tango es algo más importante que esa visión estereotipada del bailarín mundano y engominado. Sostienen su importancia como la música de los desposeídos, de los inmigrantes, de los negros, de lo que eran Argentina y Uruguay a finales del siglo XIX.

sábado, 1 de noviembre de 2008

La Orquesta Nacional de Barbes: música ancestral africana con actitud rocker



Barbès es un barrio de París, situado a los pies de la iglesia del Sagrado Corazón, sus calles están llenas de restaurantes de cus-cus y bares cargados del humo que sale de las hookas; es un pedacito de África inserto en las entrañas de Francia. En sus cafés y salones el tiempo transcurre lento entre partidas de dominó y música que llega vía satélite desde diversas latitudes del llamado continente negro. Allí las nacionalidades se difuminan y los conflictos se dejan de lado, propiciando la convivencia pacífica.

En sus alrededores se asientan desde hace 50 años aquellos africanos que han intentado “la aventura francesa”, en pos de mejores condiciones de vida. En ese entorno se reunieron músicos de diversos países para conformar una agrupación musical que fuera insignia de la multiculturalidad del barrio, de su tolerancia práctica y que mostrara al resto del mundo el gran acervo rítmico ancestral africano desde una óptica contemporánea.

Animados por el bajista Youcef Boukella, se reunieron el percusionista, cantante y animador Kamel Tenfiche; el tecladista marroquí Taoufik Mimouni, el vocalista Mehdi Askeur; Fateh Benlala con su mandolina y canto chaâbie y kabile; Fathellah Ghoggal en la guitarra, más una base rítmica compuesta por Ahmed Bensilhoum, un gran percusionista en todos sentidos, y Michel Petra, baterista sin límites.

La Orquesta Nacional de Barbès comenzó su historia en 1995, repasando la riqueza sonora de África, desde el norte –el Magreb- hasta las tierras que empiezan a partir del desierto del Sahara, siendo la voz de un conglomerado humano que según su fundador: “es una encrucijada donde se rompen las fronteras. En la orquesta no somos ni kabiles, ni argelinos ni marroquíes, somos personas”.

De Barbès (97), su disco debut -que tenía un sonido más jazz a lo Bradford Marsalis-, vendieron más de 100 mil copias y no pararon de fusionar raï, reggae, y gnawa por doquier hasta que en el 2002 decidieron entrar en un impasse. Poco se sabía del futuro de esta enorme banda compuesta por solventes músicos procedentes de Argelia, Marruecos y de varias ciudades y suburbios de Francia.

La Orchestre National de Barbès está de nuevo en la calle con una grabación que sucede a Poulina (99). Alik (Soudani-Karonte, 08) es el título de su tercera producción, cuyo nombre cuando menos conlleva dos interpretaciones; la primera señala que proviene de un término raï que significa pensar. Y la otra consigna que su correcta traducción es atención.
Tras alguna esporádica presentación en el 2006 (en el Etnival) siete de los diez componentes originales se juntaron para hacer su disco más rockero y rabioso a la fecha y de obligada conexión con Rachid Taha, Mano Negra y Les Negreses Vertes. Basta decir que una de sus piezas fundamentales es una versión de “Sympathy For The Devil” de los Rolling Stones, en lo que no es una apropiación gratuita sino más bien un intercambio, pues la banda de Mick Jagger hace años incluía en sus conciertos “Alaoui”, original del combo galo, que por su parte cerraba su directos con ese inmenso himno compuesto por los ingleses. Un cover que inevitablemente nos hace rememorar el excelso “Rock el Kasbah”, la adaptación de Rachid Taha a The Clash.

La parte tradicional del álbum se sustenta en el homenaje a tres compositores argelinos; Mohamed Larbi, también conocido como Cheikh el Mamachi, un gran poeta y cantante beduino, del que ejecutan “Civilise” en clave raï-rock; Slimane Azem, un disidente kabile, autor de “Residence”, un canto sobre la inmigración actual que tiene como base una mezcla de zouk y rumba congoleña; y Mohamed Mazouni, un inmigrante incomodo de los años sesenta y compositor de “La rose”, que aparece primero a ritmo a vals y después en una de las atrevidas fusiones típicas de las Orquesta.

Su carácter desenfadado y arrabalero, así como su actitud combativa los hacen ver como una expresión que conjuga con especial maestría los códigos de las culturas autóctonas con los del rocanrol más visceral.

Bien ha valido la pena esperar casi nueve años para una tercera entrega, que los mantiene apegados a sus ideales de origen: "Estamos aquí para tocar y hacer disfrutar a varios países, a varias culturas. La música provoca placer y el placer dulcifica las amarguras de la vida, aunque no las cure. Lo que no impide que haya que cantar: ¡hermano, cantemos!”. Tal ideología es vertida durante sus presentaciones recientes, entre las que se cuentan los Festivales La Mar de Músicas y Pirineos Sur, ambos en España.

Alik es un trabajo vigoroso y vasto, en el que también hay música de la tradición gnawa (“Khalti Hlima”) o fiestera total en “Wawa” y “Madame”, en las que Kamel luce sus amplias posibilidades y recursos vocales. Es una puntual bitácora sonora de un barrio que no pide pasaporte, donde sus ciudadanos se erigen como miembros de una nación imaginaria verdaderamente interesada en aquel viejo lema: Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Polka Madre: Punk gitano (y mexicano) por las calles del mundo




Nota: versión completa de la entrevista publicada en la revista Marvin 65 (octubre)



Existen bandas ajenas a cualquier escena; reacias a echar raíces en alguna parte, que vagan errabundas esparciendo su arte. Tal es el caso de Polka Madre, un combo en que militan finlandeses, gringos y mexicanos. Toda una rara avis del rock nacional que tiene, acorde con su naturaleza, una historia bizarra a cuestas. Hay ocasiones en no conviene explicar demasiado las cosas, más vale dejar hablar a los protagonistas.

Conversamos con Marina de Ita, mexicana encargada del Acordeón, y Eric, finlandés-norteamericano, a punto de embarcarse en una gira que los llevará desde Arizona a la alta California y de ahí a Portland, uno de los centros neurálgicos de la música actual. Como se verá más adelante hablan sin cortapisa alguna y se dan tiempo para no dejar títere con cabeza, algo que se agradece en estos tiempos de tanta hipocresía políticamente correcta.

Polka madre tiene una historia un tanto curiosa, ¿podrían hacer un recuento?

Eric.- Llegué a México después de la universidad para estudiar español. Conocí enseguida a Marina y comenzamos una banda tocando música judía. Compré a 330 pesos una guitarra que sonaba jodidamente mal. Entonces encontramos a Enrique Pérez, un tipo que se ganaba la vida tocando el clarinete en la plaza de Coyoacán por algunos pesos que le daban los ‘fresas’ que estaban tomando café. Y resultó un genio. Pasaba sus días improvisando en las calles y puede tocar cualquier cosa. Lo introdujimos en la música judía y el clarinete, obviamente, es el instrumento perfecto para tal música. Más adelante cambiamos a muchos bateristas y bajistas hasta que retornamos a Pórtland. Allí encontré a Andrew Cameron, y sabía que el era la única persona lo suficientemente loca para dejar su casa, familia, amigos e irse a vivir a México. El hizo la música más rápida y pesada con su bajo.

Marina.- Además de editora y correctora de estilo, yo era maestra de español para extranjeros ocasionalmente; oficio que aprendí cuando vivía en Oaxaca. Un día me habló una amiga para decirme que había un gringo- finlandés que venía un mes a México y quería aprender español. “Puedes sacarle unos dolaritos…”. Ese gringuito era Eric. Cuando nos conocimos, en vez de darle una clase formal de español, empezamos a hablar de música. Le conté que había retomado el piano dos años antes y que estaba componiendo melodías que tenían un aire judío, húngaro, sin habérmelo propuesto; era algo natural, acorde con mi personalidad, algo confusa, triste, pero un tanto valemadres y fiestera también. En cuanto empezamos a tocar juntos supimos que estaba naciendo algo importante (los dos éramos escritores incipientes no satisfechos; el resultado de ese experimento musical nos dejó más contentos que nuestros intentos de cuentos o novela).

También debo reconocer la influencia de Las Comadrejas, banda de amigos míos, a los que admiraba mucho, y que estaban tocando polkas, covers de Kusturica, boleros vueltos polkas punks. Antes de escucharlos, ya estaba experimentando en esa dirección, pero fue cuando Eric y yo los vimos en vivo que supimos que debíamos atrevernos a formar una banda y tomarlo en serio. Verlos fue un empujón; ellos ya eran muy buenos ejecutantes. Ninguno de nosotros dos había tocado en una banda y con ellos vimos que era posible hacerlo a cualquier edad –no éramos ya tan chavitos cuando empezamos-, teniendo cualquier otra profesión.

Pero hay otra historia que ahora he decidido contar; es que inconscientemente estaba esperando algo que cambiara mi vida aburrida y me diera fama, dinero, viajes, amores y drogas. Y Casa Kramer, mi hogar, era el lugar perfecto para que eso sucediera. Situada en el centro de la colonia Atlántida, en Coyoacán, barrio diseñado en forma de triángulo por un esotérico, Miguel Kramer, esta casa, a la que nos trajo el terremoto del 85 –nuestra cuadra en la Narvarte había quedado prácticamente destruida- había atraído a músicos y artistas desde que mi hermana, Laura de Ita, empezó a hacer fiestas universitarias que poco a poco se volvieron masivas. Luego seguí haciéndolas yo, trayendo bandas, djs, escritores, pintores… Así que en cuanto se formó la banda nosotros podíamos tocar sin que nadie nos pudiera bajar. Debo admitir que al principio tocábamos muy mal. Un amigo escritor me dijo recientemente que antes dábamos pena ajena, pero era mi casa y nadie se atrevía a decirlo. Pero algunos músicos profesionales, jazzistas, músicos de conservatorio, nos animaban diciendo que aunque no ejecutáramos muy bien, nuestra música era algo muy diferente, que aunque remitía a la música balcánica era algo realmente original… Entonces decidimos estudiar música, algo de armonía y ejecución.

Ahora también puedo contar que cuando nos conocimos, Eric y yo nos enamoramos, así que estábamos muy emocionados por tener a un compañero con quien además había un proyecto que parecía tener futuro… pero la relación no duró mucho tiempo, así que Polka Madre es el hijo de una pareja de divorciados que se volvieron grandes amigos.

Pero lo más importante fue que nos encontramos cinco vagos, dispuestos a dejar todo por la música, y muy necios, por cierto. En varias ciudades, como México, Portland, Nueva York, Helsinki, Paris, nos han dicho que nos quedemos más tiempo, que nos conectemos con disqueras, managers, clubs, pero ya no podemos estar más de un mes en un lugar, somos adictos al viaje, a los shows, a la fiesta, así que no hacemos mucho caso y agarramos camino a donde nos ofrezcan tocadas.

Polka Madre, más que una banda, es una familia, y un estilo de vida.




En este momento parece ser que la música de los balcanes despierta gran interés y no sólo por pensar en nombres como Emir Kusturica o Goran Bregovic sino en Beirut, The Hawk and the Hackshaw, Devotchka o Shantel, ¿a qué creen que se deba?

Eric:
Devotchka es una de mis inspiraciones. ¿Has escuchado su canción titulada algo así como “Mi vida sin ti”? La simple repetición de un riff en la escala armónica menor es hipnótica, me hace sentir como si estuviera montando sobre un caballo en un bosque eslavo, hambriento, y listo para ir casa. Es a partir de su segundo álbum que he hecho una canción con Polka Madre, con la idea general de que el ritmo y la repetición de una frase es muy importante.

Pienso que la gipsy-music es un capricho que es como cualquier otro, y pasará dentro de un par de años. En Nueva York, por ejemplo, el gipsy-punk es muy popular. Eso significa, como regla, que será muy popular en Londres, Paris, Estocolmo, Barcelona y así irá hasta hacerse popular en Fargo, Dakota del Norte. Es entonces cuando se vuelve aburrido y sobre explotado.

Estudié literatura inglesa en Londres. Nuestra Universidad fue famosa por el diseño de modas. Pienso que esos estudiantes fashion usaban ropas horribles. Algunos años más tarde, sin embargo, noté que ellos habían diseñado la moda del futuro, usando la ropa kitsch de los 80. Lo que siento es que fue muy feo volverse hermoso.

Una de mis amigas diseñadores de moda decía: “El siguiente verano ‘la moda insufrible’ (suffering fashion) estará en todos los anuncios”. En efecto, la siguiente temporada observé que ella tenía razón, que todo eso fue todo un gran plan, un movimiento diseñado por los editores de revistas de moda.

Marina: No te podría dar una explicación de experto, no he estudiado la historia de la compleja región de los Balcanes ni de su música, tan llena de influencias de diversas culturas, italiana, rumana, búlgara, griega… por su ubicación geográfica y su proceso histórico, pero como ejecutante y escucha sólo puedo decir que esa música es realmente pegajosa, poderosa, tan festiva por momentos, pero tan trágica a la vez. Es un tipo de música que se toca con mucho orgullo. Sabes que en el momento de tocar vas a conmover de una manera casi peligrosa a quien escucha. Invitas al público a bailar de manera frenética y a celebrar la vida sin ningún pudor, pero también lo vas a lanzar a zonas de dolor, recuerdos, reflexiones sobre la muerte, la pérdida, o sobre uno mismo. Claro que eso sucede con otros géneros y otras expresiones artísticas, pero la naturaleza misma de los instrumentos característicos de la música balcánica como el acordeón o los metales, y las escalas que se utilizan comúnmente, como la húngara o la armónica menor, pueden hacer que el rostro del más insensible empiece a llenarse de lágrimas y a contraerse de dolor y sentimientos confusos.

Como casi todos los movimientos migratorios, resultantes en su mayoría de guerras y situaciones penosas, la llegada de algunos serbios o ucranianos a ciudades que dictan el rumbo de la moda en todos los ámbitos ha favorecido y transformado la escena musical. Se dice que fue en Berlín donde empezaron a instaurarse las fiestas balcánicas, gracias al dj serbio Roberto Soko, que al poco tiempo de haber emigrado tuvo la suerte de contactarse con clubs importantes en donde hizo resonar esa música que traía de su tierra. En Nueva York, Eugene Hutz, vocalista de Gogoll Bordello, y Joro Boro se consideran pioneros en el movimiento. Y en ciudades como Ámsterdam, Bruselas o Paris existen también bandas y djs importantes, sólo que en México no nos enteramos sino de lo que pasa en Estados Unidos.

Algunos de estos proyectos ni siquiera proceden de Europa, sino de lugares distantes, ¿cuál es tu sentimiento acerca de ese espíritu nómada?

Eric: Polka Madre toca esta música porque así es su vida. Si gastas largos meses viajando y durmiendo en suelos sucios de casas sucias, entiendes, -poco a poco- que tocando música te ganas un momento de libertad. Los cinco de nosotros vamos en una van, manejando largas distancias con poco dinero, cansados y hambrientos, ya sea en Europa, EU o México.

Nos gusta viajar. Si le chingas, puedes empezar de nuevo al día siguiente. Cada día el show se vuelve mejor. Somos albañiles de la música, y tratamos de tocar cada día si podemos. Y en el inter bebemos cerveza, vodka, agua con MDMA (de Holanda) y hacemos muchos amigos.

Marina: A nuestra generación le ha tocado viajar de manera mucho más fácil, sobre todo, obviamente, a los jóvenes de países ricos como EU o europeos. Ahora se puede ver a cualquier chavo clasemediero deambulando en Estambul o en ciudades en donde en las esquinas hay gitanos tocando acordeones y clarinetes con orgullosa tristeza. Algunos turistas que regresarán a sus casas y trabajos estables lanzan monedas a estos músicos errantes como aplauso por soportar la difícil vida del gitano, pero si eres músico o alguien más o menos sensible te ves arrastrado inmediatamente a ese tipo de vida, aunque hayas crecido en un contexto estable.

Es fácil volverte viajero una vez que te das cuenta de que cruzando carreteras y ciudades puedes enfrentar situaciones que sólo podías vivir de manera indirecta a través de la literatura o el cine. Está claro que es más emocionante sentarte en una esquina de Ámsterdam a escuchar a unos rumanos tocar, o a tomar y hablar con ellos hasta que llega la policía y separa a la familia, como sucedió una vez, o en una plaza de Hamburgo, donde también cuando acabaron de tocar los músicos llegó una prostituta algo vieja y borracha que era la esposa de todo el grupo, como cinco hombres, que leer que lo hace un personaje en un cuento.



Yo era fan de la poeta argentina Alejandra Pizarnik y siempre recordaba una nota en sus diarios que decía algo como: “preferiría estar cantando blues en un pequeño bar lleno de humo que estar escarbando en el lenguaje como una loca”. A veces cuando estoy tocando en alguna ciudad lejana, en un bar lleno de humo de haschis, como uno en Lieja, Bélgica, la recuerdo y con cierta arrogancia me siento bendecida por estar ahí y no en mi cuarto tratando de escribir una línea.

Por otro lado, nosotros tenemos la influencia de los punks desde que Andrew, el bajista gringo llegó a la banda. La mitad de los shows que hemos dado en Estados Unidos ha sido en casas o bares manejados por punks, y la mayoría de la gente que conocemos son viajeros incansables, siempre saltando trenes, viajando de aventón, acampando de casa en casa, gorroneando muchas veces lo que pueden ofrecerles los sedentarios que sí trabajan… pero lo curioso y contradictorio es que vas a casa de sus padres y te encuentras con que viven en suburbios con muchas comodidades y hasta lujos.

Y bueno, para concluir, aunque me dé pena decirlo, por ser un cliché, y porque le podría restar mérito a la vida gitana que algunos músicos hemos adoptado, debo admitir que Internet, con myspace, craigslist, last fm, etc… son de muchísima ayuda para estas nuevas bandas. Ahora puedes planear un tour con Myspace contactándote con foros o bandas de países a los que parecía imposible acercarse.

¿Cómo se dio la grabación del disco (Casa Dónde, Intolerancia, 08) y como se conformó el repertorio?

Eric: Nosotros hemos tocado algunas canciones por años. Otras las aprendimos en giras, de extraños que conocíamos en pequeñas plazas o lugares. Este es el primer álbum y la culminación de todo lo que hemos realizado antes. Marina y yo (cuando éramos pareja) usualmente nos sentábamos en casa y trabajábamos juntos por horas. Ahora que no lo somos, las canciones son más un asunto personal. Tengo mis canciones, otras que quizá sean embarazosas, mientras que Marina tiene las suyas a las que les falta, -en mi opinión- mi tacto, mi toque, jajaja. Pero nos volvimos más profesionales. Siento que componer música y letras es el honor más grande de estar en una banda.

Marina: Debo agregar que el proceso de este disco fue muy doloroso. Conocimos a los personajes del estudio Kriminal Records gracias al que era entonces manager de Joe Volume, y nos prometieron un gran disco con poco presupuesto que estaría listo en un mes, pues lo necesitábamos urgentemente para una gira que teníamos planeada en Europa.

Grabamos en una sola semana a principios de mayo de 2007, con algunas dificultades como que por tener muchas tocadas estábamos crudos y algo dispersos todo el tiempo. Y a mí me habían invitado a tocar en el Vive Latino mis amigos de La Tremenda Korte unas canciones y me la pasé ensayando con ellos, así que hacía primeras tomas y me iba… Y teníamos las primeras tocadas en Finlandia en julio.

El proceso de mezcla y masterización fue muy tardado, teníamos las fechas encima y no quedaba y no quedaba. Nuestra instrumentación no es común para ingenieros que han trabajado con bandas de rock. Así que nos tuvimos que ir sin disco, con una primera mezcla no muy buena, con una portada provisional que dejaba mucho que desear. Estuvimos vendiendo por toda Europa discos quemados. En cada ciudad preguntábamos precios de maquila y hablábamos con artistas o diseñadores sobre la posible portada, siempre pensando que en cualquier momento nos mandarían los archivos vía Internet, pero el disco no llegaba. Regresamos a México y nada, el disco no estaba listo todavía. Se nos reclamó que nos hubiéramos ido sin estar en el proceso, peleamos con los ingenieros, que ahora son muy amigos, y se acordó que buscarían ayuda de alguien con más experiencia en mezcla y masterización. Entonces se metió en esto Luis Ernesto Novelo, miembro de la Gusana Ciega, que tiene un oído muy fino, personaje sensible y disciplinado, practicante de yoga, y tiene un estudio impecable en Desierto de los Leones; sin cobrar un solo peso metió mano y dejó algo que nos tiene muy contentos y que ha gustado mucho.

Sobre el repertorio, hay canciones de Eric, Andrew, Enrique y mías. Raymundo, el baterista, no ha compuesto canciones completas pero siempre aporta ideas. Cada quien añade su sello personal a las canciones de los otros.

¿Cómo sienten el panorama musical mexicano?, ¿encuentran un sitio para la banda?

Eric: El rock mexicano apesta. Odio especialmente a los Fancy Free y Zoe. Si tuviera que asesinar a alguien sería a esas bandas exactamente. Los Dynamite y otros por el estilo que están surgiendo son igualmente horribles. Es embarazoso estar en México y tener bandas como esas en la radio.

Sin embargo, me gustan Los Relámpagos del Norte, Los Tigres del Norte, Los Alegres del Terán y todas las variantes del son jarocho. México tiene demasiada buena música y es especial, porque está lleno de música -en peseros, en las calles, en ventanas abiertas y en cantinas-. Odio el rock mexicano porque si quieres buen rock mejor ve a NY o a Londres. Pero la música mexicana es hermosa. Las únicas otras buenas bandas son Café Tacuba y Joe Volume y los Vincent Black Shadows.

Marina: No voy a ser tan directa como Eric, pero sí puedo decir que no hay sitio para nosotros en la escena musical de México. Muchas veces nos ofrecen lugares en que nosotros tenemos que armar el cartel y no sabemos a quién invitar, así que acabamos tocando solos y se nos llega a reclamar que no incluyamos a nadie más. También se nos ha llamado malinchistas algunas veces, pero qué le voy a hacer, tal vez por algo me llamo Marina, como llamaron los españoles a la Malinche.

En Cd. Juárez existe la banda de nuestros amigos de La Caravana, aunque es música más gitana, con un toque más latin, con percusiones, suena más a world music… Nabuzenko también es una banda amiga, pero su música es mucho más apegada a la música tradicional balcánica; el fundador estuvo viviendo en esa zona y aprendiendo de los maestros nativos… Pero en cuanto al movimiento balcánico, los dj’s Gadgio, Ruth Selecta y Peach Melba (Jesús Pacheco) se han encargado de incluirnos en fiestas, festivales y de hablar de nosotros en medios recientemente.

Con quienes hemos tocado varias veces y consideramos que tienen la misma energía es con Joe Volume y los Black Vincent Shadows. Su música es muy diferente, es estricto rock and roll, de a de veras, con huevos, con actitud. Son odiados por mucha gente por su actitud, que podría parecer de chavitos prepotentes, por hacer público que usan drogas, por provenir de familias con dinero. Pero musicalmente hablando están muy por encima de la mayoría de bandas en México.

También soy fan de Café Tacuba, pero no se han dado cuenta de que existimos. En México no se nos ha hecho ningún caso en el mainstream. Y no es que no lo buscáramos, pues quién no quiere ganar más dinero de la música. Al principio sí íbamos a las estaciones a dejar nuestros demos pero a nadie le interesó nuestra propuesta, pero así son las cosas. Volviendo a un cliché, nos tocó vivir en carne propia aquello de que nadie es profeta en su tierra.


Polka Madre son:
Eric Bergman: voz y guitarra
Marina de Ita: acordeón y teclados
Enrique Pérez: clarinete
Andrew Cameron: bajo
Raymundo Vera: batería

Pascal Comelade, el genio de la música de juguete



A través de los años, Pascal Comelade se ha construido a pulso una reputación inapelable como músico excéntrico y genial manipulador de juguetes y objetos diversos. Su carrera ha estado inspirada por un fino sentido del humor; de entrada dejó correr el rumor de que su lugar de nacimiento era un lugar llamado Sant Feliu de les Forxetes, un pueblo que no existe.

De padre psiquiatra y madre autora de libros de cocina medieval, nació en Montpellier, en el año de 1955. En aquella ciudad de los Pirineos Orientales, creció rodeado de constantes visitas de músicos del lado sur de la frontera, por lo que optó por definirse como un catalán del norte y para fortalecer sus raíces -imaginarias hasta entonces- durante la década de los setenta se trasladó a la ciudad condal, donde se dejó absorber por la bohemia. Vivió en casa del cantautor Lluís Llach; lo que permitió que conociera a Maria del Mar Bonet, Francesc Pi de la Serra, Toti Soler y el músico experimental Víctor Nubla (miembro de Macromassa), que lo introdujo a las experiencias de vanguardia.

En 1983 fundó la Bel canto Orquestra con Cathy Claret y Pierre Bastien, pero la ruptura en su obra sobrevino al escuchar Music for Amplified Toy Pianos de John Cage. Descubrió un vasto universo de posibilidades, que a la fecha le ha permitido firmar alrededor de 40 discos y realizar algunas colaboraciones insignes, con figuras como P. J. Harvey, Robert Wyatt, Anthony and the Johnsons y Goran Bregovic, entre otros.

Esquivo personaje, estudioso de las tradiciones y la música popular, ha conseguido inyectar vida nueva a la música elaborada con juguetes de diversa índole, una corriente que tiene como precursores distinguidos a Perrey-Kingsely, Raymond Scout y Bruce Haack. Todos manipulando objetos reales y sin ningún artilugio tecnológico, una combinación que se daría a partir de los años sesenta.

Pascal se ha mantenido también trabajando orgánica y físicamente, fascinado por la naturaleza de este tipo de artículos: "una de las características que adoro de los instrumentos de juguete, didácticos, es que siempre tienen un sonido diferente. Depende del tamaño, el material o la forma, adquieren muchos tonos diferenciados entre sí".

La música que produce no acepta fácilmente etiquetas: ni pop, tampoco avant garde, ni rock, ni minimalista, ni folklore. Puede serlo todo a la vez o emprender la fuga de los cánones. Lo que si es un hecho es que sabe trastocar los géneros tradicionales dándoles retorcidas e inéditas formas. Comelade es consciente de los enormes retos y dificultades que enfrenta una creación como la suya: "Mi música, y la manera de producirla, están hoy fuera de juego en el mundo y el marcado occidental. Hacer música instrumental como la mía es un suicidio".




Autor de álbumes tales como La manera més salvatge (06), Espontex simfonia (06) y la antología La filosofía del plat combinat (04), ha utilizado con gran tino las piezas que ha venido reuniendo: "Es una colección que he ido aumentando gracias a mis visitas a infinidad de tiendas de juguetes y mercadillos. Hay instrumentos de todo tipo y procedencia".

Método de Rocanrol

Apasionado de dos pianos miniatura con los que se pasa horas componiendo y repasando, sobre todo, el legado musical de Cataluña, Pascal ha concebido un nuevo proyecto, que parte tanto de la libertad total compositiva como de una especie de broma de humor negro. Un par de álbumes editados con algunos meses de separación a los que ha llamado Metode de Rocanrol (Discmedi, 07-08), pero no contienen formalmente ningún tema que se ciña o aluda al término; lo que es más, afirma categórico que el rock no tiene método alguno; he ahí la humorada.

Musicalmente, los discos contienen desde boleros bizarros a coplas catalánas; ecos de cabaret a lo Kurt Weil, tangos mutantes, sardanas, esbozos minimalistas a lo Eric Satie y tonadas de feria, romance y verbena. Hay versiones instrumentales de temas de Joan Manuel Serrat (“Cançó de bressol”) y Pau Riba (“Noia de porcellana”), de quien también se incluye “Cançó sense títol”, un entrecruzamiento entre poesía y música, recitado por Enric Casasses, poeta animador incansable de la escena barcelonesa e influencia definitiva en Comelade.

La brisa del pasado abatiéndose sobre La perla del mediterráneo se siente en “La vedette del molino”, “L’enterrament de les sardines”, “Le barman de Satán” y la adaptación de “Passejant per Barcelona”, original de Quico Pi de la Serra. Sobre cada una se descarga una instrumentación abigarrada: armónicas, peines, guitarras de tianguis, xilófonos de colores, acordeones, saxofones de plástico, trompetillas, silbatos y baterías de latón, usadas por sus únicos tres colegas de planta: el baterista Didier Banon a la batería, Enzo Tozoni en el trombón y Pep Pascual, manipulando el arsenal lúdico.

El único resabio roquero se halla en el peculiar cover de “Cadillac” de Vince Taylor o el guitarreo acústico de “Elvis loved dogs” (incluido en el segundo volumen). A fin de cuentas, convierte en un circo la música seria y de dan densidad formal a la música ligera.

El cabaret Galáctico

Considerado por algunos como un rocker ultra minimalista y por otros, un clásico post-moderno, su influencia se ha esparcido incluso en Japón, donde una banda se nombró Pascals a manera de homenaje y cuyo disco debut se compone solamente de arreglos. Es curioso que en su país natal no halla alcanzado el mismo eco que en el extranjero, no obstante sigue editando allí su material, pese a que considere que: “Francia vive de un cliché cultural; un retorno de la canción francesa revivalista”.



Desmarcándose de cualquier influencia nativa, su senda pasa por revisar la música tradicional catalana (Música Pop, Dances de Catalunya Nord (03) y dos volúmenes de Pop Songs del Rosselló (00-01)), trasmutar temas del dominio público, como “Honky Tonk Women” de los Rolling Stones, “Bésame mucho” y “Brand New Cadillac” de The Clash en Dances et Chants de Syldavie (94) y recopilar buena parte de su vasta creación, que incluye música para cine, teatro, espectáculos de danza y obras de teatro, en la caja Monofonicorama 2005-1992 (07).

Autor de corte personalísimo del que se dice: no ceja de editar viñetas instrumentales inocentes por fuera; perversas por dentro, como en El cabaret Galactic (95) ha colaborado en el próximo disco de Albert Pla y prepara una grabación en directo que se publicará junto a un cómic del dibujante culé Max, dedicada a la historia de la Bel Canto Orquestra.
Pascal Comelade posee un brío creativo imparable. Se desborda en cantidad de proyectos, ya sea en solitario o con buenos amigos. Entiende al mundo del arte como un juego y viceversa. Para un tipo como él, la hora del recreo es infinita.