sábado, 8 de noviembre de 2008

Maldito Tango de Daniel Melingo

Maldito Tango de Daniel Melingo
El futuro se encuentra en la raíz

En muchas ocasiones el nombre es destino y esta es una de ellas. Basta con repasar la letra escrita por el poeta Luis Roldán en 1916: “Maldito tango que envenena con su dulzura cuando suena, maldito tango que me llena de tan acerba hiel. Él fue la causa de mi ruina, maldito tango que fascina”.

De allí provino el nombre de un disco que traza un vínculo entre los poetas malditos franceses y los argentinos, de Baudelaire a los poetas lunfardos, ya que esta expresión callejera del habla es el idioma literario del género. Maldito Tango (Mañana-Naive, 08) representa también un paso adelante en la trayectoria de quien fuera uno de los protagonistas del rock argentino, antes de pasar al ámbito folklórico: Daniel Melingo.

Miembro en los ochenta de bandas legendarias como Los Twist y Los Abuelos de la Nada, una década después partió a España, donde creó Lions in Love, una agrupación experimental adelantada a su tiempo. En 1998 y de regreso en Argentina, editó el primer disco de una saga que lo reconciliaba con sus orígenes: Tangos bajos (1998). Como músico porteño, Melingo buscó apropiarse de un género que le corría en la sangre por herencia: "En mi familia todos eran tangueros de Parque Patricios, milongueros del cuarenta y además tenía dos tíos letristas de la Academia del Lunfardo, gente del tango”.

El cuarto disco de esta dinastía ve la luz a través de Mañana, un sello propiedad de Eduardo Makaroff de Gotan Project, y en el que curiosamente no han aparecido fusiones de vanguardia sino interpretaciones más apegadas a la tradición. Maldito tango tiene como núcleo central las añejas composiciones de poetas como Carlos de la Púa, Dante A. Linyera, Enrique Cadícamo y Celedonio Flores. Se eligieron textos que no tuvieran música para adaptarlos a nuevos arreglos, que aunque su estructura se apegara a la historia pudiera incorporar instrumentos poco frecuentados, como el trombón, la sierra con arco, vibráfono y clarinete.

Como parte del proceso creativo se desprende la obsesión de alejarse de los lugares comunes y los clichés, como lo es la imagen recurrente del cornudo llorón; en su lugar ha optado por retomar temáticas que en su tiempo fueron censuradas: "Siempre me gustaron los poetas malditos del tango, los renegados, que hablan de las drogas, la mala vida, los asesinatos, la prostitución, la homosexualidad, todos temas prohibidos para el tango. Lo que buscamos es hablar de otras cosas en las que el tango no se mete, porque casi siempre se habla del desengaño amoroso".

Su interpretación tiene como trasfondo la figura mítica de "El Polaco" Roberto Goyeneche, con quien le hermana el registro vocal, una voz rasposa que sirve de sustrato ideal para cronicar historias canallas y orilleras, repletas de seres de marginales, perdedores, viciosos y pendencieros.



Formado en el Conservatorio con Alberto Ginastera, entre otros, y habiendo tocado un tiempo con Charly García, construyó en torno suyo una leyenda negra, debida a los excesos, por lo que sorprendió a propios y extraños cuando incursionó en el formato del tango-canción.

Hoy día, con una cincuentena de años a cuestas, ha redireccionado su carrera apoyado en el tango de raíz, el más primitivo, el que conduce hasta África. Según entiende la esencia de la música: “Para poder experimentar, primero hay que ir a la fuente y a la raíz de cada estilo, ya sea en el tango, el blues o el rock. Para mí, fue importante aprender las técnicas básicas del tango para después poder fusionarlas, componer y arreglarlas en este estilo. Pero los porteños somos un mosaico de cultural. No podemos mentir, porque no existe el purismo”.

Entre su discografía tanguera también se encuentran Ufa (2003) y Santa Milonga (2004), en los que prosigue en su afán de revitalizar al género, por lo que discrepa de aquellos que desean mantenerlo inalterable y explotar su veta de turismo folklórico; en sentido contrario intenta retomar su versión más antigua, lo que no obsta para que se olvide de sus amigos del mundo del rock; en Maldito Tango colaboran Andrés Calamaro y Vicentino (Fabulosos Cadillacs), entre otros.

Nominado a los Premios Goya (los Oscares españoles) en la categoría de mejor canción original por su tema "Pequeño paria", incluido en la película El niño de barro de Jorge Algora, goza a plenitud de su libertad creativa: "Hoy por hoy, puedo hacer una canción de rock o hacer un tango canción. No le hago asco a nada, porque el tango y el rock son una excusa para hacer música… también doy señales de que puedo ir a otros lados y que no soy un radical del tango”.
Daniel Melingo ha aprovechado las enseñanzas de su gran amigo Luis Alposta, quien a sus 70 años es el presidente de la Academia Porteña del Lunfardo y discípulo directo de Cadícamo, con quien desarrolló algunos de los temas, como en el caso de “En un bondi color humo”, que narra la historia de un ladronzuelo que es pillado in fraganti a bordo de un autobús, o "Cuando la tarde se inclina", una metáfora sobre el atardecer en un barrio cualquiera de Buenos Aires; descriptiva y costumbrista.

Se trata de una concepción del tango que no está aislada; de hecho, Carlos Cáceres, otro compositor de gran nivel y autor de Utopía, publicado por el mismo sello, avala esta postura: “La parte más oculta de esta música ha sido silenciada. Y desde el punto de vista ético y etnológico musical, es muy importante para nosotros, argentinos comprometidos con una visión ética y política, reapropiarnos de nuestra identidad, rescatar lo que es negado”.

Tanto Cáceres como Melingo son artistas que sostienen que el tango es algo más importante que esa visión estereotipada del bailarín mundano y engominado. Sostienen su importancia como la música de los desposeídos, de los inmigrantes, de los negros, de lo que eran Argentina y Uruguay a finales del siglo XIX.

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