domingo, 16 de noviembre de 2008
¿A que suena un Buen Invierno? a pérdida, soledad y desolación
El estado de Wisconsin se encuentra entre la cuenca del río Mississippi y los Grandes Lagos, al norte de los Estados Unidos; tiene una región montañosa visitada en el pasado por numerosos cazadores y tramperos, gente que dada su naturaleza se hallaba más cómoda entre la flora y la fauna, y lejos de los hombres.
Hasta allí llegó un joven músico de 27 años para refugiarse en una cabaña familiar. Justin Vernon venía huyendo desde Raleigh, Carolina del Norte, donde reside y aparentemente tenía una vida organizada, pues quiso el destino que los miembros del grupo de rock en el que militó durante una década decidieron hacerlo a un lado. Y no es que Yarmond Edison gozarán de gran fama, pero si cala que tus compañeros prescindan de tus servicios y hasta cambien de nombre a la banda que fundaste (ahora se hacen llamar Megafaun).
Para colmo la vida sentimental del guitarrista también se había ido al carajo, tras el infaltable y típico truene con la pareja. Hallándose solo, con el ánimo destrozado y sin plan alguno definido, optó por refugiarse en una vieja cabaña de madera, propiedad de sus padres y ubicada a unos 150 kilómetros de Eau Claire, el lugar que le vio nacer.
Justin obtuvo tiempo suficiente para convivir de cerca con su memoria, para evocar lo vivido, pasar los tragos amargos del desamor y vomitar todo convertido en canciones, pues como compañía llevó una guitarra, un rifle (para cazar venados) y un porta-estudio de 4 tracks para grabar sus ocurrencias.
Así nació For Emma, Forever Ago un disco personalísimo y confesional en el que la mujer evocada no es el truene inmediato de Justin, sino un primer amor malogrado cuya maldición hace que todo lo posterior marche mal y de cuyo recuerdo pretendía exorcizarse.
Las canciones fueron apareciendo durante los tres o cuatro meses que permaneció en la montaña, surgían acompañando a las nevadas, pero a diferencia de estas se quedaron para siempre, por lo que bautizó su nuevo proyecto como Bon Iver, una distorsión de la frase en francés que define a un buen invierno. Lo que en principio parecía un viaje de expiación terminó por significar un renacimiento como persona y como músico.
A su regreso editó 500 copias con el resultado (9 canciones) previamente retocadas en estudio con suma prudencia y contención. El trabajo llegó a manos de la disquera independiente Jag Jaguwar y de ellos a 4AD en Inglaterra. Los responsables de ambas empresas cayeron seducidos por el influjo de un tipo que cantando casi todo el tiempo en falsete rememoraba los mejores momentos de Elliott Smith, M. Ward, Iron and Wine, Micah P. Hinson y algo del Neil Young en su faceta de leñador.
Pero lo que distingue a For Emma, for ever ago es que el tono de las composiciones no es lastimero ni pusilánime, más bien abunda en bellas imágenes bucólicas, casi impresionistas. Es evidente que tantas pérdidas eran una herida abierta, que es tratada con sinceridad y no con autocompasión. Vernon nos introduce al interior de su existencia, como quien nos deja ver en su diario; dentro encontramos grandes amores, derrotas, pero siempre un nuevo comienzo. La Emma del título es la suma de todas las mujeres con quienes se ha involucrado.
Una novena de canciones que funcionan casi como minicantos gregorianos llenos de calidez. “Flume”, “Lump sum” y "Skinny love” conforman una triada contundente e inspirada que sin duda refleja la naturaleza del álbum: “Lo que quiero hacer con mi música es que tenga su propio linaje y cuente una historia a través de toda mi vida, para compartir mi perspectiva y mi contexto emocional con los demás”, revelaba al periodista español Miquel Botella.
Así el debut de Bon Iver -en un año de grandes noveles- se distingue por su tono abrigador, que sirve de refugio para todo aquel que sufre, y cuya calidad le garantiza no ser un disco pasajero, más bien se irá apreciando con el tiempo, mientras se erige ya como uno de los trabajos más intensos y bellos de lo que va de año.
Vernon supo sacarle a los montes de Wisconsin, lo que Bob Dylan a los de Minnesota y que luego plasmó en Time Out of Mind (97). Justin trabajó a fondo con su voz y dotó a las canciones de sentimientos reales, con lo que obtuvo una purga para el alma que dura 37 minutos y 15 segundos.
Un disco de este tamaño parece un reto difícil de superar, pero al creador de Bon Iver no parece preocuparle, como explicó a la revista Uncut: “Lo cierto es que no me intimida la idea de un segundo álbum después de éste. El gran logro para mí en For Emma, Forever Ago fue el de haber aprendido a cavar. Yo siempre había compuesto con la mentalidad de un buscador y un discípulo, pero aquí alcancé el punto exacto, el Modo, con M mayúscula, para comprender cómo escribir y cómo exhumar cosas de mi psique. Ahora que he llegado hasta aquí, sólo tengo que preocuparme de recrear algo. Así es que, a propósito, todavía no tengo nada escrito para el próximo disco, porque prefiero sentarme y hacerlo todo de un tirón, así las canciones crecerán a partir de un único contexto. No creo que vaya a sonar parecido a lo que ya hice y me parece que eso es bueno”.
Mientras tanto sus canciones ya suenan en series tan influyentes como Gray’s Anatomy y Dr. House y ha sido invitado para componer una banda sonora. A fin de cuentas, cuando alguien canta con verdad puede convencer al mundo entero de que la perdida es un nuevo comienzo, así sea con las manos vacías y en completa soledad.
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