martes, 6 de septiembre de 2011

Pj Harvey, la vorágine que sacudió a Inglaterra


En noviembre del año pasado un comando estudiantil irrumpió a la fuerza en la sede del partido conservador en Inglaterra y provocó todo tipo de destrozos. Unos cuantos días después, manifestantes callejeros arrojaron latas de pintura al auto en que viajaban el Príncipe Carlos y Camila Parker. Sin duda, eran señales de la inconformidad que se gestaba.

Hoy día, las fuerzas policiales se esfuerzan por devolver a Inglaterra al orden y el sometimiento. Pero la rabia sigue allí… no es algo que se extirpe, que se elimine por decreto. El rencor hacía el sistema social se va acumulando progresivamente y permea de varias maneras. La violencia callejera y los asaltos a tiendas de electrónicos y calzado deportivo no lo son todo. Es por ello, que Let England Shake, (Universal, 2011) el disco más reciente de P J Harvey, resultó en cierto modo profético, pues plasmaba el estado de ánimo de un país casi siempre presente en conflictos bélicos, depauperado y con estructuras sociales y económicas muy deterioradas (viviendo de glorias colonialistas).

Esta enorme artista, nacida en Yeovil, compuso una obra mayor concentrando la sensación de estar inserta en un país decrépito y beligerante. Tomemos de ejemplo la canción “The color of the earth”, que incluye unos versos que dicen: “If i was asked i’d tell / The colour of the earth that day; / It was dull, and browny-red, / the colour of blood i’d say”. Y es que desde sus primeras presentaciones en sociedad, el disco estaba destinado a subrayar sus connotaciones socio-políticas. Quizá en mayo de 2010 no era particularmente relevante, pero Polly se presentó en el programa televisivo de Andrew Marr para tocar el tema que da nombre al disco y coincidió con que el invitado principal era nada menos que el primer ministro Gordon Brown. Cuando le preguntan acerca de aquel momento, lleno de tensión y simbolismo, la cantante explica: "Fue una experiencia extrañísima, y probablemente uno de los momentos álgidos de mi carrera". La pieza habla de un país envuelto en la vorágine.

Todo este contexto me permite desear que este sea un texto sobre música y a la vez no lo sea. Let England Shake es una experiencia profunda, quizá no siempre agradable; sus canciones tocan fibras sensibles sin carecer de un feeling estético muy especial. En él hay mucho de experiencia sensible pero también de reflexión seria. Lo encuentro estrechamente conectado con una conversación que recientemente sostuvieron los dos grandes de la filosofía contemporánea: el esloveno Slavoj Zizek y Peter Sloterdijk, alemán de nacimiento. En el diálogo titulado La quiebra de la civilización occidental, el periodista Nicolas Truong tiene oportunidad de intervenir y perfilar hacia donde apuntan los tiros en este momento: “Occidente vive una crisis del porvenir: las nuevas generaciones ya no creen que vivirán mejor que las anteriores. Una crisis de sentido, de orientación y de significación. Occidente sabe más o menos de dónde viene pero le da trabajo saber adónde va. Ciertamente, como decía el poeta francés René Char, “nuestra herencia no es precedida por ningún testamento” y a cada generación le corresponde dibujar su horizonte. Nuestros tormentos, sin embargo, no son infundados. El sentido de lo común se fragmentó. Con el “cada uno en lo suyo”, el sentimiento de pertenencia a un proyecto que trascienda las individualidades se evaporó. El derrumbe del colectivismo –tanto nacionalista como comunista– y del progresismo económico dio lugar al imperio del “yo”. El sentido del “nosotros” se dispersó”.

Cuando le preguntan a Harvey que siente a propósito de las protestas sociales –como la de los indignados en España- señala: “Es excitante ver a la gente apasionarse, levantarse y expresar aquello en lo que cree y en lo que no”. Sloterdijk y Zizek, que aceptaron debatir públicamente por primera vez sobre estos temas, al menos coinciden en torno a la idea de partición, y de que el bien común y el sentido de comunidad parecen haber volado en pedazos.

Para la prensa europea no pasó desapercibido el hecho que Let England Shake puede ser tomado como un acto de resistencia civil o de protesta. Así que fue inevitable volver a la pregunta acerca de sí un disco puede ser útil para cambiar en algo las cosas; P J es alguien que siempre ha dado la batalla: “Me gustaría pensar que sí. Me encantaría; hubo un tiempo en que era posible, en que la música tenía el poder de cambiar las cosas, de modificar el paisaje, pero no estoy segura de que eso sea viable hoy en día. Vivimos una época extraña, una época de gran desasosiego y de cambios políticos. Es difícil saber qué va a salir de todo esto. Sólo nos queda la esperanza de que seamos capaces de extraer algo bueno de lo que está sucediendo en el mundo”.

Y es que esta mujer sabe mirar en perspectiva; no en vano las canciones actuales se remontan a conflictos tan antiguos como Gallipolli y terminan revisando lo que pasa en Afganistán. PJ Harvey asume a la guerra como parte de lo humano, no en vano aparece una trompeta como llamando a las tropas en “The glorious Land” haciendo un contrapunto perfecto con versos que se remontan a la muerte: “What is the glorious fruit of our land? / Its fruit is orphaned children”.

En Let England Shake la acompaña su tándem habitual de trabajo: John Parish, Mick Harvey y el afamado productor Flood, cada uno se amolda a las necesidades creativas de Polly, que ahora pasan por usar recurrentemente una autoarpa, con lo que obtiene el carácter de un juglar del siglo XXI. No en vano ella dice que entiende a sus discos como una colección de poemas; claro que ahora tiene ese cariz de quien se sumerge en los acontecimientos: “Al escuchar el disco encuentras historias sobre cosas que están sucediendo en el mundo, narradas a través de diversos personajes, testigos de las materias sobre las que trato".

Poética y reflexiva, más sagaz y afilada que nunca, sus temas y decisiones nos hacen concentrarnos en su octavo disco como solista, o décimo si se cuenta su labor en mancuerna, antes que debatir si Rid of Me (1993) es mejor que Stories from the city, stories from the sea (200); no es relevante si se prefiere Is this desire? (1998) que To bring you my love (1995).



Se trata de un disco tan especial como el contexto en que fue grabado (en una antigua iglesia en Dorset, ubicada en lo alto de una loma junto al mar). Se trata de una obra de madurez de una artista que ha logrado reinventarse a lo largo del camino artístico que ha recorrido y de la que puede decirse que posee incluso la clarividencia de los grandes pensadores. Allí es cuando la Harvey pareciera hacer suyo el discurso de Sloterdik: “Hemos acumulado tantas deudas que la promesa del reembolso en la cual se funda la seriedad de nuestra construcción del mundo ya no puede sostenerse. Nadie en esta Tierra sabe cómo pagar la deuda colectiva. El porvenir de nuestra civilización choca contra un muro de deudas”.

No hay comentarios: