lunes, 27 de junio de 2011

The Queen is dead, a 25 años de un momento cumbre del pop británico



Con el regreso de Pulp en el Primavera Sound y luego con intervención sorpresa en Glastonbury, las sesiones dedicadas a tragos y música se sazonan con la disertación acerca de las bandas que mejores letras poseen. Y aquí es cuando la grandeza de la banda Morrisey y el guitarrista Johnny Marr emerge y se coloca hasta adelante.
The Smiths vivieron en estado de gracia con la melodía y su cantante contaba con la cultura suficiente para elaborar preciosas piezas que se nutrían de un gran habilidad para el retrato pero sazonados con grandes dosis de ironía. El sabor de la lírica de los de Manchester es agridulce. No hablaban de felicidad y parajes soleados. En lo suyo siempre hubo un dejo melancólico. Se mostraban como dandis del pop británico de los ochenta y sabían como plasmar su entorno a través de composiciones de alta calidad literaria, que nos llenaban de ilusión, así tuvieran un contexto triste.
Mientas en México temblaba en 1985, los Smiths, que se completaban con Andy Rourke (bajo) y Mike Joyce (batería), se encontraban encerrados grabando su tercer álbum, que se vería pospuesto en su edición por problemas con Rough Trade –su disquera-. Vio la luz hasta junio de 1986, mientras nos sumergíamos en el furor del mundial de futbol.
En su versión original en vinyl, el disco se abría como un gran cuaderno de tonos verdosos en el que podíamos ver a la marmórea figura del actor Alain Delon, tomada de un still de la película L’Insoumis, en el que aparece tendido y como en un trance lánguido.
Poco me dice que hallan trepado al lugar número 2 del top británico, al 70 del Billboard gringo, ante una canción de una belleza sublime como “The Boy With The Thorn in His Side”; a la postre considerada una de las grandes favoritas del grupo en palabras del propio Morrisey.
El disco al menos tiene otras tres dcanciones que alcanzan las cotas más altas de exigencia. En “There is a Light That Never Goes Out”, “Some Girls Are Bigger Than Others’s” y “Bigmouth Strikes Again” hay estribillos inolvidables y guitarras elusivas trazando arabescos, siempre aplicadas a un pop de lustre. La grandeza de aquellas hace que nos acordemos poco del tema que le dio nombre al Lp y que fuera otro ladrillazo contra la pestilente monarquía.
La historia musical de occidente reluce en cuanto al trabajo melódico y The smiths fueron unos enormes artesanos. The Queen is dead es un trabajo generoso. Ahí está también una “Vicar in a Tutu” esplendente. Se trata de una obra maestra que engalana la parte alta de toda lista acerca de los mejores discos de la historia. Como los buenos vinos, con el paso del tiempo va ganando en personalidad. Se trata de un disco que se quedará con nosotros para siempre. Se ha ganado su lugar en una gaveta localizada entre el placer y el dolor.

1 comentario:

Rafael Tiburcio García dijo...

Excelente. Había leído de este disco hace como diez años y nunca me interesó. Vamos a escucharlo ahora, pues.