viernes, 30 de mayo de 2008

Countrypolitan favorites


En algunas de las exclusivas boutiques de Beverly Hills se venden gorras de trailero y sombreros vaqueros a precios de oro. A lo largo y ancho de Hollywood Boulevard caminan tipos con botas campiranas de piel de serpiente o armadillo. Los freeways de las grandes ciudades son partidos a la mitad por camionetas pick up acondicionadas para un rodeo (con todo y cráneo de toro cuernos largos en la parrilla delantera). Es un hecho, los vaqueros urbanos siguen cabalgando y lo country se filtra en distintos estratos de la sociedad norteamericana.

Tomemos alguna imagen de Midnight cowboy (1969), dirigida por John Schlesinger, con actuaciones de Jon Voight y Dustin Hoffman; o de Urban cowboy, filme de James Bridges que data de 1980, protagonizado por John Travolta, o más recientemente de Brokeback Mountain (05) de Ang Lee para constatar que el cine también ha hecho suyos a estos rancheros contemporáneos. Ahí están también los libros de Cormac McCarthy (Todos los hermosos caballos, En la frontera) salpicando a la literatura de los polvos del lejano Oeste.

La estética western sigue vigente en la actualidad a través del concepto de lo que en inglés se expresa como countrypolitan, término que sirve para definir el tipo de música que desde hace años viene desarrollando Southern Culture on the Skids, una agrupación originaria de Chapell Hill, Carolina del Norte, cuya característica principal es realizar una amalgama frenética de ritmos, que va del surf al country, pasando por el boggie, rhytm and blues y mucho rock and roll.

Para Rick Miller, un virtuoso guitarrista; Mary Huff, bajista, cantante y femme fatale; y Dave Hartman, aporredor de tambores, el asunto de lo countypolitan trasciendo lo estrictamente musical; para ellos es una estilo de vida y no una categoría. Afirman que los citadinos ansían ser campiranos y la gente de provincia copia costumbres propias de la gente de la metrópoli. Para Miller, fundador de la banda y teórico del asunto, lo countrypolitan es la zona donde las sensibilidades urbanas y rurales se encuentran.

En un intento por compilar lo que serían los clásicos de tal postura estética, han grabado un disco de covers al que han titulado Countrypolitan favorites, y del que de entrada hay que resaltar los arriesgados arreglos, que transforman los temas originales para darles una pátina antigua y campirana pletórica de caché y frenesí o un toque freak a las piezas más viejas.

En México conocemos a Scots (como los llaman sus seguidores) por “House of bamboo”, un mambo - boogaloo contagioso que venía en su disco del 97, Plastic Seat Sweat, publicado por Geffen como parte de un intento por llevarlos al mainstream sin éxito. El resto del tiempo se han mantenido en las escenas periféricas, elaborando un rock fiestero y de culto.

Para saber en que consiste el trabajo de reinterpretación plasmado en Counytrypolitan favorites basta con tomar de ejemplo “Mushwell Hillbilly”, original de los Kinks, en la que no existen mods sino granjeros listos para usar su nueva cadencia para animar una fiesta en un granero. También han desmaquillado a la glamorosa “Life is a gas” de T. Rex para convertirla en una balada impregnada de whisky bourbon y lista para ser bailada cuerpo a cuerpo con una chica de camisa de cuadros rojos y falda de mezclilla.

Los espacios perfectos para los Scots parecen ser los bares de poca monta y las tabernas para camioneros. Ambos pudieran ser encendidos con la febril versión de “Funnel of love”, compuesta por Wanda Jackson y que sonora en los años cincuenta.

Aquí el asunto se centra en el placer y la diversión a través de una música enloquecida que lo mismo atrae a gangsters improvisados, surfers trasnochados y jinetes nocturnos, como ocurre con la bizarra versión de “Tombstone shadow” de los Creedence.

Si queremos hallar algunos nexos de los Southern Culture hay que recurrir a B-52´s y The Cramps, pero también a The Straitjackets pero con más rockabilly. Sin duda que retoman elementos de lo que se conoce como white trash, esos desperdicios culturales de la sociedad anglosajona, en la que se insertan los llamados rednecks, los típicos granjeros y rancheros.

Al parecer, la primera vez que se uso la palabra countrypolitan fue relacionada con un disco de Ray Charles de 1962, donde revisaba clásicos del country, como "I Can't Stop Loving You"; fue utilizada para describir al sonido de las fusiones que durante la década de los sesenta se gestaban en Nashville.

Según Miller la intención de Countrypolitan favorites fue difuminar las líneas entre géneros con una actitud de respetuosa irreverencia, como lo han venido haciendo en discos tan notables como Dirt Track Date (96), que incluía el sencillo "Camel Walk", Mojo Box (04) y el en vivo, Doublewide and Live! (05). Son una quincena de canciones chispeantes; lo mismo “Have seen her Face” de los Byrds, “You´re no longer sweetheart for me” de Chris Hillman, popularizada por Reno and Smiley, que “Rose Garden” que cantaba Lynn Anderson (que aquí sonó con Duncan Dhu).

En la revista Filter han valorado a SCOTS como una agrupación que verdaderamente se mueve en los márgenes de la industria (graban en su propio estudio –The Kudzu Ranch-, se autoeditan -Yep Roc Records-, tocan en sitios pequeños) y cuyo sonido es un encuentro entre Dick Dale y Hank Thompson. La solidez del grupo ha aumentado proporcionalmente a la participación de Mary en las vocales, mientras más canta la dama el encanto crece.

Nada de temas de desperdicio, este disco vale cada céntimo de su precio. Ya sea por la potente y gutural “Ti ni nee nu”, con todo el estilo de los Hermanos Marx o la venenosa interpretación de “Tobacco Road” de Eric Burdon.
Southern Culture on the Skids son una banda bizarra que hace un rock verdaderamente emocionante, que escribe y toca canciones dedicadas a: “la danza, el sexo y el pollo frito”, como ellos mismos explican. Inspirados ahora por un country a-Go- Go. Habremos de disfrutar el obsequio de este trabajo delirante y gozoso, que demuestra que nada permanece inmutable, que la historia puede reescribirse, pues como dice el Dr. Miller: “Es tiempo de la ruleta suburbana”, ¡eeeeeeejjjaaaaa!

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